Por
Horacio Ferrer
| Oscar Del Priore

ació en el porteño barrio de Almagro, en la calle Loria 1969, y fue uno de los mayores pianistas del tango sin distinción de épocas o de tendencias. Dueño de un sonido profundo y parejo, la gran inventiva y su buen gusto han hecho su personalidad, tanto como solista como en la conducción orquestal. En su estilo se aúnan la magia y la sobriedad de lo milonguero y el vuelo musical. Ha sido arreglador de ideas exquisitas y compositor de bellas melodías.

Su padre José, también músico, tenía un conservatorio, era director de orquesta y tocaba varios instrumentos. Al cumplir los ocho años ya tocaba el piano de oído en el conjunto de su papá. Aparte del piano, aprendió a tocar el bandoneón y la guitarra. Luego, se fue encausando en el estudio académico, cursando armonía y contrapunto con el maestro Bianchi.

Sus ídolos fueron dos hombres de jazz, Art Tatum y Teddy Wilson, en el tango Orlando Goñi: «Su mano izquierda fue una revolución.», declaró alguna vez.

Durante la década del 40 actuó con el conjunto Los Pregoneros de América, con Amílcar Neira, Castel y su suegro Augusto Vila (Tito), el del dúo Gómez-Vila. Luego se sentó al piano de las orquestas de Pedro Maffia, Edgardo Donato y Argentino Galván. En 1953 estuvo con Héctor Varela y luego integró la formación de Juan Canaro en la primera embajada argentina a Japón. Allí estuvo nueve meses. Más adelante, con varios de los músicos de esa orquesta, actuó en Estados Unidos, para radicarse luego en Caracas y presentarse en Venezuela y en Colombia.

De regreso a su país recaló en las filas que dirigía Roberto Caló, en las que dio a conocer cuatro de sus composiciones: “En Fa menor” y “Sacale chispa”, instrumentales y con letra “Este fiel corazón” y “Si yo pudiera olvidarla”. Luego, fue llamado por Alfredo Gobbi con quien trabó gran amistad.

En 1962, formó Los Tres de Buenos Aires, con Ernesto Báez (guitarra) y Juan Miguel Rodríguez Toto (bandoneón). Más adelante integra el quinteto de Astor Piazzolla y vuelve a Norteamérica dirigiendo la orquesta que acompaña al cantor Alberto Marino, años 1968 y 1969. Además, ya en Buenos Aires, cumple las mismas funciones para las voces de Jorge Sobral y Alba Solís.

En 1972, otra vez Piazzolla, ahora con el noneto, ocupando el lugar dejado por Osvaldo Manzi. Hacen una larga gira que comienza en la Argentina, prosigue en Brasil y Venezuela y llega a París y Roma. Dos años después, integró el sexteto de Raúl Garello en El Viejo Almacén y, al poco tiempo, lo nombraron director musical del sello Cabal.

Era un creador que se ubicaba en la escuela rítmica de gran fuerza tanguera de Orlando Goñi, con elementos de Horacio Salgán. Estas fueron las bases donde se cimentó su estilo. Su obra, lamentablemente, ha quedado dispersa y las grabaciones realizadas no son una muestra acorde a su talento, no ha quedado suficiente material tal como hubiéramos querido los que fuimos sus admiradores. En 1964 estuvo en mi programa A través del tango de Radio Municipal, ofreciendo una serie casi improvisada de interpretaciones junto al guitarrista Aníbal Arias y que fueron editadas en un disco que casi no tuvo circulación. Allí quedaron “Del bajo fondo” y “Ciudad triste” —de su autoría—, “Boedo”, “Gallo ciego” y “Un placer”.

Cuando formó Los Tres de Buenos Aires tuvo la posibilidad de grabar para el sello Record, otra lamentable edición reducida. Allí junto a Toto Rodríguez, el guitarrista Héctor Rea, más un contrabajo y percusión dejó los siguientes títulos: “Punzante”, “Del otro lado”, “Pa’ que bailen los muchachos”, “Clavel del aire”, “Del bajo fondo”, “Adiós Buenos Aires”, “Pichín bar”, “Orgullo criollo”, “Shusheta”, las milongas “La puñalada” y “Milonga de mis amores”, más la canción “Estrellita” en tiempo de tango.

En un plano menos interesante han quedado algunos trabajos donde privó un afán sólo comercial, cuando con el seudónimo de Pierre Montand integró tangos muy conocidos con un estilo europeizado, fue para el sello Cabal.

También grabó para Disc Jockey, en dúo de pianos con Osvaldo Berlingieri, títulos conocidos sin mayor aporte creativo, el resultado no fue interesante. En cambio, en 1977, y para Cabal, registró un larga duración que lo tiene en una de sus caras acompañando al cantor Néstor Fabián y en el reverso, seis temas instrumentales: “Buenos Aires hora cero” y “Adiós Nonino”, de Piazzolla. Y de su autoría “Demoníaco”, “Atávico”, “Para Gracián” y “Calle rara”. Aquí creó un clima especial, bellas imágenes, rodeado por los siguientes músicos: Julio Ahumada (bandoneón), Tito Besprován y Eduardo Walczac (violines), Abraham Seleson (viola), José Bragato (cello), Kicho Díaz (contrabajo), Arturo Schneider (flauta) y Juan José Sandri (guitarra eléctrica), más la intervención en algunos temas de Fernando Suárez Paz.

Otro long-play, éste para el sello APP con orquesta propia y cantores diversos y obras nuevas fue otro trabajo no muy interesante. Las voces fueron de Raúl Fontana, Jorge Rolando, Juan Carlos Jordán, Lucho Rivero y Jorge Hidalgo.

En 1980 para el sello SUT la curiosidad de Música para escuchar y bailar, en dúo de pianos consigo mismo.

Afortunadamente en 1972 integró el Conjunto 9, de Piazzolla, fue uno de los acontecimientos mas destacados del tango contemporáneo. En el disco donde intervino se incluyó “Vardarito”, “Oda para un hippie” y “Onda nueve”, compuesto para su lucimiento. Allí tiene momentos de libre improvisación.

En 1994, Melopea Discos editó Osvaldo Tarantino. Solo piano tangos en vivo, en el que interpreta 20 versiones de clásicos del género.

Finalmente queda para destacar en cuanto a intervenciones en el disco, su presencia en el Grupo Vanguardia, de Saúl Cosentino y algunas apariciones junto a Néstor Marconi en instrumentales y en otras acompañando a Roberto Goyeneche. También los cassettes que fueron grabados por su piano acompañando recitados a cargo de Horacio Ferrer.

No nos dejó en el disco todo lo que hubiéramos querido, pero sí unas doscientas composiciones. Fue un amigo a quien mucho extrañamos.