Por
Horacio Loriente

ste gran pianista nació en el barrio de Congreso. Formó parte de la generación de excelentes músicos del teclado: Enrique Delfino, Francisco De Caro, Juan Carlos Cobián y José María Rizzuti, entre otros, realizando sus estudios en el Conservatorio Fracassi.

En sus comienzos, fue pianista del cine mudo ambientando las películas y luego los entreactos de la compañía teatral de Angelina Pagano y Francisco Ducasse.

Ubicamos su primera labor en el tango en 1915, en el café El Caburé de la calle Entre Ríos de Buenos Aires, con Ricardo Luis Brignolo (bandoneón) y Rafael Tuegols (violín). Este pequeño conjunto al que se agregó Atilio Lombardo (violín) se presentó, ya en 1917 en el Cabaret Montmartre, donde a excepción de Tuegols fueron convocados por Eduardo Arolas para actuaciones en el Tabarín y, previamente, en el Royal Pigall. Riccardi no llegaría con Arolas y sus compañeros al Tabarín porque fue apalabrado por Francisco Canaro para reemplazar a José Martínez.

Precisamente en el Royal Pigall ubicamos a Riccardi en el otoño de 1918 en la orquesta de Francisco Canaro, formada por Canaro y Eduardo Ponzio (violines), Minotto Di Cicco y Juan Canaro (bandoneones) y por supuesto Riccardi (piano).

«Me costó mucho adaptarme porque la base era el ritmo y a veces era necesario sacrificar la música. Yo venía de tocar de otra manera y tenía conceptos estéticos distintos.», nos expresaba.

Estuvo entre los pioneros que el 14 de diciembre de 1920 fundaron la Asociación Argentina de Autores y Compositores de Música. Surgen por entonces sus primeros tangos: “El pértigo”, “El lucero” y “El metejón”.

Recordaba Luis Riccardi otros compañeros que tuvo en su pasaje en el conjunto de Arolas, como Tito Rocatagliatta y Luis Bernstein.

En los carnavales de 1924, en el Teatro Cervantes, la orquesta de Francisco Canaro estrenaba un éxito de la autoría de Riccardi: “Piccolo navio”, un tango humorístico que se popularizó rápidamente y fue llevado al disco cantado por Carlos Gardel. Ese mismo año la orquesta Canaro inauguraba la temporada del Tabarís, formada por Francisco Canaro, Rafael Tuegols y Antonio Buglione (violines), Minotto Di Cicco, Juan Canaro y Ernesto Bianchi (bandoneones) y Riccardi (piano).

Al año siguiente viaja Francisco Canaro a Europa y deja en Buenos Aires una Orquesta Canaro encabezada por Luis Riccardi que continuaba presentándose en el Tabarís, con Di Cicco, Bianchi y Mario Canaro (bandoneones), Mario Brugni, Rafael Tuegols y Ernesto Ponzio (violines) y el contrabajista Vicente Sciarretta.

En 1926, obtiene el primer premio en el concurso de tangos auspiciado por Max Glücksmann en el Grand Splendid Theatre, con una verdadera joya melódica que tituló “Páginas de amor” y tuvo versos de José González Castillo. Lo impuso desde el escenario la excelente orquesta de Osvaldo Fresedo.

A esa altura, por su seriedad y su rectitud era hombre confianza de Pirincho, desempeñando una secretaría hasta que se retiró de la actividad. Fue arreglador y orientador del conjunto. Trabajó intensamente y no abandonó Buenos Aires cuando el maestro director volvió a viajar a Europa.

Señalaba Jorge Favetto, en 1964, los nombres de los seis músicos que acompañaron a Gardel en las grabaciones de 1930/31. Luis Riccardi, Ángel Ramos, Federico Scorticati, Cayetano Puglisi, Octavio Scaglione y Olindo Sinibaldi.

Fue figura brillante en las comedias musicales de Canaro, a partir de La muchachada del centro y ha quedado en los discos un testimonio de gran calidad el llamado “Intermedio de La Patria del Tango” donde Riccardi realiza un memorable dúo de piano con otro músico insuperable: Lucio Demare, que por otra parte era su primo y fue él que lo ligó a Canaro.

Los referidos éxitos, impulsaron a Canaro a contratar, en 1939, a Mariano Mores para hacer en las actuaciones de la orquesta y en las grabaciones, dúo de pianos. Habían transcurrido más de veinte años de trabajos agobiantes y continuos y después de una gira a Brasil, en 1940, atendiendo las prescripciones de su médico, Riccardi abandonó su actividad artística. Convenció a Canaro que Mores tenía el suficiente fogueo para seguir solo, y así fue.

No tenemos duda que las inquietudes artísticas que tenía Riccardi no pudieron plasmarse en plenitud en su larga trayectoria en la orquesta de Canaro. Los pasajes de solistas y frecuencia de contrapuntística no entraban en los planes del maestro director. Se destacó, eso sí, la personalidad indiscutible de un gran intérprete, con una mano izquierda milonguera y bordonera.

Escribió una treintena de obras de las que destacamos, además de los ya aludidos, “Pájaros de fuego” y “Sortilegio”.

Sin duda alguna, encabeza su nombre una de las más hermosas páginas de la historia del tango.