Por
Abel Palermo

ació en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, en un hogar donde se valoraba la música y en especial el tango.

Su padre fue quien le enseñó los secretos de la teoría y del solfeo y sus hermanos —uno de ellos violinista, el otro bandoneonista—, el misterio de los instrumentos.

Ya entrado en la adolescencia, se vuelca totalmente al violín, perfeccionándose con su hermano Fernando y más tarde, con el eximio violinista rosarino Emilio Cantore.

A los dieciséis años, debuta en la orquesta de los hermanos Herrero; al poco tiempo, forma el Quinteto Catano-Herrero, luego se une al pianista Armando Cupo, hasta que en 1940, es convocado por Pedro Maffia.

Al año siguiente, integra la agrupación de Romeo Gentile, actuando en LR2 Radio Argentina. En 1942, participa en la fila de violines de la orquesta de Emilio Orlando, actuando en el exitoso programa Ronda de Ases de LR1 Radio El Mundo.

A fines de 1943, se produce una situación difícil para Cacho, es requerido por el inolvidable Alfredo Gobbi para integrar su formación. Pero en el momento de aceptar la propuesta, lo convoca el primer violín de la orquesta de Osvaldo Pugliese, Enrique Camerano, para que ocupara el segundo atril de la misma. Sus compañeros de fila serían: Julio Carrasco y Jaime Tursky.

La actitud de Herrero de sumarse a Pugliese produciría un gran enojo en Gobbi, con quien demoraría muchos años en reconciliarse. Pero el tiempo le daría la razón, permaneció veinticinco años en la orquesta; los primeros quince junto a Camerano, Emilio Balcarce (que reemplazó a Tursky) y Julio Carrasco, Francisco Sammartino (viola) y Aniceto Rossi (contrabajo).

En 1958, al retirarse Camerano —a mi entender uno de los instrumentistas más brillantes de la historia del tango—, Herrero pasa a ocupar el primer violín hasta 1968, cuando junto a Osvaldo Ruggiero, Víctor Lavallén, Julián Plaza, Emilio Balcarce y Alcides Rossi, deciden separarse de la orquesta y crear el Sexteto Tango, con el cantor Jorge Maciel. En esos días, Julián Plaza deja el bandoneón y se hace cargo del piano.

Debutan en el desaparecido Caño 14 y registran para el sello RCA-Victor su primer disco de larga duración, con los instrumentales: “La bordona”, “Adiós Bardi”, “Milonga del novecientos”, “Danzarín”, “Quinto año nacional” y “Amurado”; y con la voz de Jorge Maciel: “Sentimiento gaucho”, “Frente a una copa”, “Eso es el amor” y “Una canción”. Integró el sexteto hasta 1991, para luego alejarse de la actividad musical.

Junto a Pugliese y el Sexteto Tango participó en recitales efectuados en Japón, China, Unión Soviética, Francia y en muchos países americanos.

Es importante destacar su capacidad creadora, basta con nombrar dos títulos, los instrumentales “Nochero soy” (1956) y “Quejumbroso” (1959), considerados por los músicos, obras singularmente representativas de la composición moderna del tango.

También, son importantes, las páginas compuestas junto al poeta Elizardo Martínez Vilas “Marvil”: “Descorazonado”, “El mate amargo”, “Porque no te tengo más”, temas que fueron grabados por Pugliese con la voz de Alberto Morán.

Asimismo, con dicha orquesta llegó al cine en el film: “Mis cinco hijos”, codirigida por Orestes Caviglia y Bernando Spoliansky (1948); lo mismo que con el Sexteto Tango en: “Solamente ella”, dirigida por Lucas Demare y donde intervinieron: Susana Rinaldi, Raúl Lavié, María Nieves y Juan Carlos Copes, entre otros (1975).

Con el Sexteto actuó en 1974 en un inolvidable espectáculo en el Teatro Colón de Buenos Aires.

No puedo finalizar esta semblanza sin dejar de recordar los momentos felices de mi juventud, entre 1953 y 1960, en gran parte, gracias a Cacho Herrero.

Casi sin darme cuenta, viví una de las etapas más brillantes de Pugliese y sus muchachos —como llamaba el maestro a sus músicos—, y qué decir de sus cantores: Alberto Morán, Juan Carlos Cobos, Miguel Montero y Jorge Maciel, todos ellos estrellas.

Por ser vecino del barrio y gracias a mi atrevimiento, tuve la fortuna de lograr una buena relación con ese músico famoso. Quien, cuando las circunstancias lo permitían, me invitaba a participar gratuitamente, en los bailes en los que actuaba la orquesta. Y como si fuera poco, muchas madrugadas me arrimaba con su coche a la esquina de Nazca y Álvarez Jonte, cercana a mi casa en Villa del Parque. Para cualquier jovencito de esa época, tener un amigo como él, era todo un orgullo.