Por
Roberto Améndola

ranscurría el año 1968, cuando Osvaldo Pugliese convocó a jóvenes músicos de excelente formación para integrar su orquesta que había sufrido el éxodo de quienes formaron el célebre Sexteto Tango.

Estos jóvenes músicos hicieron irrupción con su enorme talento, el que los tiempos futuros se encargaron de confirmar. El maestro ubicó en el puesto de solista y primer violín, reemplazando a Oscar Herrero, a Mauricio Marcelli, quien permaneció en la orquesta durante 6 años, haciendo además algunos de los arreglos.

Llegó a este sitial con el antecedente de haber integrado las orquestas de Enrique Mario Francini, Argentino Galván, Alfredo Gobbi y Aníbal Troilo y de haber sido convocado para acompañar en las grabaciones a cantantes de la talla de Alberto Podestá, Alberto Marino, Floreal Ruiz y Roberto Goyeneche, entre otros. Luego fue solista de las formaciones de Atilio Stampone, con quien recorrió diversos países de América y Europa.

Pero los frutos de su paso por la orquesta de Pugliese lo impulsaron al lugar de privilegio que alcanzó y motivaron que Horacio Ferrer en su clásico El Libro del Tango lo sitúe en un mismo plano con Fernando Suárez Paz y Antonio Agri.

Mauricio Marcelli nació en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Villa Pueyrredón, y comenzó a estudiar violín de niño, en el seno de una familia italiana adepta a la música. Su padre era violinista aficionado y debe haber influido en Mauricio, que comenzó a estudiar a los 6 años.

De formación clásica, comenzó a recorrer a un mismo tiempo un camino eminentemente popular, mientras seguía perfeccionándose en armonía, composición y contrapunto. Simultáneamente con su actividad tanguera de primera magnitud, se desempeñó en la Orquesta Sinfónica Juvenil, luego en la Sinfónica Nacional y finalmente en la Orquesta Estable del Teatro Colón donde ocupó el atril de primer violín, es decir fue uno de los concertinos durante 24 años, hasta retirarse en 2009.

Cumplió igual rol en las nuevas formaciones líricas del Teatro Avenida. También fue miembro de diversos grupos de música de cámara, como la Orquesta de Cámara de La Plata, la del Teatro Colón y el quinteto de cuerdas Ensamble del Plata.

Su paso por las grandes orquestas de música clásica no le impidieron seguir aferrado al tango, género en el que adquirió un sonido que lo distingue y sus composiciones y arreglos son tributarios de su formación clásica sin apartarse en absoluto de la esencia del tango.

Dirigió varios conjuntos propios, el octeto Octango y varias formaciones, generalmente quintetos y su dúo con Hugo Romero. Grabó y actuó asiduamente y tuvo como invitados en diversas ocasiones a Dino Saluzzi, Rodolfo Mederos, Osvaldo Requena, Antonio Agri y Cacho Tirao, entre otros. Hernán Salinas fue uno de sus cantantes predilectos. Sus CD Tangos sin Tiempo, Romance de Tango y Motivos recibieron una cálida acogida por el público y la crítica especializada.

Dirigió grandes agrupaciones musicales como la Orquesta de Tango de Buenos Aires, la Orquesta Escuela de Tango «Emilio Balcarce», la orquesta Selección Nacional del Tango y fue miembro invitado en la Orquesta Nacional de Música Argentina «Juan de Dios Filiberto». En otro género, cumplió igual función en el espectáculo Drácula, de Pepe Cibrián y Ángel Malher.

Como Francini, fue discípulo del gran maestro José Martí Llorca, de quien recibió lecciones hasta su desaparición en 1996, cuando Marcelli ya era un violinista consagrado.

Junto a Rodolfo Mederos y Raúl Garello fue jurado del concurso de arregladores «Premio Osvaldo Pugliese» y, desde 1996, es profesor de la Escuela de Música Popular de Avellaneda.

Realizó giras por toda América, inclusive acompañando a Julio Bocca en los Estados Unidos y al Ballet Argentino, en Buenos Aires y Nueva York y tocó como invitado en Bélgica, España, Italia y Francia.

Acompañó en París a El Arranque en una gira a la que fue invitado junto a Raúl Garello, Néstor Marconi y Julio Pane. También con El Arranque participó como director y solista en el Festival Génova Tango 2004, con obras propias.

Tocó en China y, en cinco oportunidades, hizo giras prolongadas por Japón como primer violín de Fulvio Salamanca, Néstor Marconi y Orlando Trípodi y, en la última, como director de su propia orquesta, ofreciendo 61 conciertos y recorriendo la mayoría de las ciudades japonesas, donde es altamente reconocido.

Inspirado compositor y fino arreglador se destacan sus composiciones en tiempo de tango como “Con cierto vuelo”, “Diciembre en Buenos Aires”, “Después de la medianoche”, “Puerto Nuevo [c]”, “Menta y miel”, “Luztango” y “Equivocados”, entre otros.