Por
Laureano Fernández

ació en Rojas, provincia de Buenos Aires, donde pasó su infancia y los primeros años juveniles. Fue su padre Francisco Garralda, un vasco de Pamplona y su madre Clara Debote, una argentina de padres italianos.

Comenzó a estudiar el bandoneón a los 11 años con Alberto Martínez con quien aprendió también teoría y solfeo. Todavía en Rojas hizo algunos estudios básicos de piano. Siendo adolescente integra la orquesta local de Juan M. Casco.

En 1943, viaja a Buenos Aires y, en 1944, integra la orquesta de Juan Carlos Caviello con la que actúa en Radio Argentina y en distintos bares. En esa agrupación conoce a Carlos Pellegrini, cantor del conjunto, que posteriormente será conocido como Jorge Maciel. En 1945, se une a las filas de la agrupación de Juan Canaro que cuenta en ese entonces con el pianista José Márquez. A instancias de éste, Garralda se incorpora a la Orquesta Argentina, formada con ex integrantes de Fresedo. Algunos de ellos eran Armando Lacava (piano), Nadalini (violín) y Juan Carlos Miranda (vocalista).

Posteriormente, es llamado a cumplir con el servicio militar. En 1947, comienza a desempeñarse como primer bandoneón de la agrupación del violinista Alfredo Gobbi. La línea de bandoneones se completaba con Mario Demarco, Roca, y Mauricio Schulman (El Buda). Esta antológica orquesta nos ha dejado ejemplares versiones tangueras en arreglos, en su mayoría, del propio director y de Mario Demarco. Permanece en ella hasta fines de 1950 cuando Mario Demarco decide independizarse de Gobbi y formar una cooperativa. Los integrantes de esta nueva formación liderada por Demarco eran: Ernesto Romero (piano), José Carli, Luis Piersantelli, Cabrera y Antonio Blanco (violines), Demarco, Garralda, Tito Rodríguez y Ricardo Varela (bandoneones), Luis Adesso (contrabajo) y los vocalistas Raúl Quirós (Donato Tramontano) y Jorge Sobral.

En 1951, se integra a la orquesta de Julio De Caro. Por ese entonces la sección de bandoneones estuvo formada por Carlos Marcucci, Cristóbal Ramos, Arturo Penón, Alfredo Marcucci y Alberto Garralda. En 1953, a requerimiento de Jorge Maciel, vuelve a ser miembro de la orquesta de Gobbi. En 1954, se desvincula Maciel y se incorporan Alfredo Del Río y Tito Landó. Por esa época, el bandoneonista, compositor y arreglador Eduardo Rovira ingresa a la formación. Más tarde, en 1959, Osvaldo Tarantino y Dino Saluzzi se agregan al conjunto. El genial Taranta, por su temperamento, no tenía costumbre de atarse por mucho tiempo a un conjunto y al tiempo lo sucede el pianista Alberto Giaimo.

Me parece interesante incluir dos anécdotas que Garralda me contó en relación al Violín Romántico del Tango y que denotan la confianza que el director le tenía. Una es que Gobbi envió a Garralda a escuchar a Osvaldo Piro para que él diera su opinión sobre las condiciones de ejecutante del joven bandoneonista con el objeto de su futura incorporación, en vez de ir él personalmente. Su opinión fue favorable pero el director se tomó un tiempo antes de incluirlo en la orquesta. La otra fue durante una gira: Gobbi se sentó al lado de Garralda y le dijo: «Mire, pibe, voy a cambiar a unos cuantos de la orquesta porque la cosa no va».

En 1959, Garralda es convocado por Miguel Caló y con esa orquesta hace una gira por Brasil. Sus compañeros de gira fueron, entre otros, Tarantino en piano y Luis Maggiolo, Gómez y Jorge Ceriotti en los bandoneones.

En la década del 60, cuando Ángel Condercuri se desvincula de la orquesta que acompañaba a Alberto Castillo, el pianista Jorge Dragone lo llama para una gira por Venezuela.

Aproximadamente en 1967, regresa a Venezuela por consejo de Miguel Montero que le informa sobre una peña de tango que el bandoneonista Musaccio (conocido como Di Maggio) y un cantor apellidado Alonso regenteaban. Con ellos firma un contrato por seis meses. Se relaciona con Alfredo Attadía, radicado allí ya por varios años, para actuaciones y grabaciones. También actúa acompañando a Agustín Irusta.

En 1968, viaja a Colombia y junto a José Márquez, que vivía allí, realiza grabaciones con músicos locales. Acompañan a un cantor de Córdoba llamado Maldonado y al vocalista Alberto Garda en apariciones en TV y en números vivos en locales cinematográficos. Junto a Márquez, de regreso a Buenos Aires, hacen una breve temporada en Ecuador. En 1970 regresa a la Argentina.

Aquí acompañó esporádicamente a cantores como Alberto Marino, Roberto Rufino, Alberto Podestá y Alberto Morán. A este último desde 1975 hasta 1986. Por esa época toca en el local Vos Tango ubicado en las proximidades de la Autopista Dellepiane y Murguiondo.

En la década del 70, tuve la oportunidad de conocer a Alberto. Fue para ir a tocar a Rojas, su pueblo natal. Entonces, junto a Carlos Carlsen en bajo y Jorge Rutman en piano tuve el placer de tocar, como guitarrista, con esta gloria del tango. Hicimos algunos instrumentales y unos tangos en los que acompañamos al cantor Rodolfo Almar, oriundo de Rojas y gran amigo de Garralda.

Sus grabaciones como director son: Mensaje a la ciudad LP de 1975, en el que participan notables instrumentistas como: Eduardo Walczak, Reynaldo Nichele, Fernando Suárez Paz, Mario Abramovich, Tito Besprovan, Mauricio Marcelli (violines), José Bragato (violonchelo), Osvaldo Tarantino o José Colángelo (piano), Bartolomé Palermo (guitarra), Enrique Díaz (contrabajo). En 1978,el larga duración Latido de Buenos Aires. En 1983, el disco Puntualmente y en 1998, el CD Los duendes nocturnos en el que lo acompañan, entre otros, Fernando Suárez Paz, Osvaldo Berlingieri, Héctor Console, Horacio Malvicino, Ángel Sanzó, Eduardo Walczak.

Después del 2000, ha hecho presentaciones en programas culturales de la ciudad de Buenos Aires con un quinteto formado por piano, guitarra, flauta, bajo eléctrico y bandoneón. Su trabajo como compositor es abundante y podemos mencionar: “La zapada” (grabada por Mario Demarco), “Sin vuelta de hoja” (en grabación de Alfredo Gobbi), “Latido de Buenos Aires”, “Mensaje a la ciudad”, “Mi ángel rubio”, “Sucedió un verano”, “Desnudando la ciudad”, “Reposo del porteño”, “Decantación”, “Tema sobre Si bemol”, “Concierto para bandoneón y cuerdas” (2005) y “Concierto astral” (2010).

Después de muchos años volví a encontrarme con Alberto Garralda, creí que no se acordaría de mí, pero por suerte eso no ocurrió y gracias a ello lo sigo frecuentando en el departamento de la calle Reconquista que él habita actualmente y donde pude escribir esta nota, en la que él recuerda su trayectoria con sencillez y humildad no obstante ser ya parte de la historia del tango. Me sentí honrado de escribir estas líneas y de compartir sus vivencias tan enriquecedoras.

Este auténtico hombre de tango, estuvo activo hasta sus últimos días, con proyectos, escribiendo y tocando. Creo que fue un verdadero ejemplo.