Por
Néstor Pinsón

os tangueros tradicionalistas, en su mayoría, son de la opinión que los años 40 constituyeron la etapa dorada del tango. Quizás por la abundancia de intérpretes, pero además, por el notable desarrollo y evolución musical del género.

¿Pero cómo soslayar los años 20? Donde hubo creadores notables que en poco tiempo, se convirtieron en clásicos y qué decir de la aparición de las grandes cancionistas, que surgieron de pronto todas juntas, para permanecer en lo más alto de la calidad interpretativa del tango.

Son muchos los nombres de excepcionales estrellas que nos han quedado en la memoria, pero muchos más son los que se fueron diluyendo con el paso del tiempo.

Un día, revisando notas, aparece el recorte de una vieja revista que sobresale de un amontonamiento de papeles, como carta queriendo escapar del mazo. La fotografía de un hombre, casi de cuerpo entero y una entrevista de aquellas tan habituales en los viejos tiempos, muchas palabras del periodista y contados datos. El personaje: Alberto Tagle.

«— A los siete años lo descubrieron cantor y tuvo que demostrarlo no sólo en su casa sino también en las fiestas escolares y pronto se presentó en el Teatro Colón, ¿cómo fue eso?

«— No fui un niño prodigio, fuimos invitados porque componíamos un grupo infantil escolar junto a otros grupos. Eso sí, como me destacaba siempre fui el solista del coro en algunos pasajes.

«— ¿Y después?

«— Lo habitual, con el paso del tiempo, ya adolescente había aprendido rivalizando con los muchachos del barrio, el tango está en todas partes, y teníamos la ambición de llegar a ser cantores de la radio y esas cosas. Debuté con Roberto Firpo en cuyo conjunto ya cantaba el infortunado Príncipe Azul e hice algunos dúos con Osvaldo Novarro, también bandoneonista.»

«— Mi primera aparición en público fue en el Teatro Apolo en la obra Hoy te llaman milonguita, con éxito pues estuvo varios meses en cartelera. A continuación integré el trío de Antonio Sureda, reemplazando a Santiago Devin que se independizaba después de numerosos éxitos, de manera determinante cuando registró el vals “A su memoria”. Y tuve la suerte de estrenar numerosos éxitos, entre ellos “Plegaria [b]”, “Yo quiero que sepas”, “Te quiero mucho más”... pasé un año y medio con el trío que luego acompañó a otros cantores como Eduardo Márquez, Juanita Larrauri, Roberto Maida y Agustín Volpe, entre otros. En 1934 canté en Radio Cultura como solista, allí se interesa por mí Pablo Osvaldo Valle y al cabo de un mes me destinó a la orquesta de Alberto Gambino, en la que permanecí también un año y medio.

«Pero Tagle no es un muchacho capaz de echar raíces así nomás. Una tarde se encontró con Juan Canaro, le expuso éste sus planes, codiciosos de éxitos y un rato después estaba hecho el trato con un apretón de manos. Su primera interpretación en esa orquesta fue el vals “Sueño fue”, un suceso de popularidad poco común. Como se verá, los valses fueron siempre instrumentos de éxito en la voz del cantor. Dos años más tarde se integró a la orquesta de Enrique Lomuto, cumpliéndose así una de las aspiraciones más hondas de Tagle, admirador y luego amigo del músico.

«— ¿Una nota sin anécdota queda trunca? ¿No le sucedió algo raro para contarnos?

«— Un recuerdo cómico. Viajaba en un tranvía leyendo cuando sentí voces femeninas que ascendían al vehículo. Las miré profundamente porque era el encanto femenino que pasa a cada instante a nuestro lado. Se sentaron detrás de mí y de pronto escuché mi nombre. Discutían si Tagle, al que parecían conocer más que yo mismo era o no rengo. Al final coincidieron en que sí, era cojo. Me sonrojé un poco y cuando llegó el momento bajé en mi destino apoyando con fuerza ambos pies en el suelo. Comprobé que las chicas estaban equivocadas.»

En el carente reportaje no se cita que participó en el viaje a París realizado por Rafael Canaro, junto al otro vocalista, Aldo Campoamor. Con esta orquesta llegó al disco en varias ocasiones, pudimos recoger los siguientes títulos: “Desengañao”, de Fioravanti Di Cicco y Mendivil; “Desaliento”; “Falsedad” (en este tema nos queda la duda si fue grabado con Rafael Canaro) y “Desencanto”. Escuchando estas grabaciones se advierte su agradable registro de tenor, una clara dicción y su adaptación tanto a un tema romántico —sin amaneramientos—, como a uno dramático como el caso de “Desencanto”, donde nos da la sensación de cantar un tono más alto, pero ese era su estilo. Él resuelve con facilidad y buen gusto las situaciones a que lo obliga la letra.

Con Juan Canaro accede en 1940, en el conjunto hay apellidos que más tarde se destacarían: Eduardo Del Piano, Alfredo Gobbi, por ejemplo. Otras voces fueron la de Fernando Díaz y las hermanas Desmond. Asimismo, marcó su presencia en las formaciones de Enrique Mora y de Ricardo Malerba, aunque por breves temporadas.

Su amistad con el cantor y compositor Hugo Gutiérrez lo llevó a una gira por ciudades de Brasil. Cuando Domingo Federico formó su orquesta para debutar, el 16 de junio de 1943, en el Café Select Buen Orden, los vocalistas fueron Alberto Tagle y Alfredo Castel. También, actuaron en el Richmond Constitución, de la calle Lima.

Hasta este punto llegan los datos recogidos de un cantor que, sin llegar a los primeros planos de popularidad, dejó su aporte a la historia infinita del tango, la música que identifica nuestra idiosincrasia porteña.