Francisco Spaventa

Nombre real: Spaventa, Francisco
Seudónimo/s: Pancho
Cantor y actor
(25 octubre 1896 - 13 julio 1951)
Lugar de nacimiento:
Las Rosas (Santa Fe) Argentina
Por
Néstor Pinsón

ació en la ciudad de Las Rosas, en la provincia de Santa Fe. Sus restos se hallan en el panteón de SADAIC, en el Cementerio de la Chacarita, de la ciudad de Buenos Aires.

Su carrera artística en Buenos Aires pasó desapercibida, sólo ocasionalmente tuvo la posibilidad de presentarse en el escenario de alguna revista musical para intervenir con alguna canción.

Muy aventurero, de carácter persistente y confiado en lo suyo, Francisco viajó a España en el año 1922, con la compañía teatral de la bella actriz Catalina Bárcena, quien merece un breve resumen de su historia. Nació en Cienfuegos (Cuba) cuando aún era colonia española y falleció en Madrid, a los noventa años. Esta dama, recorrió el mundo con sus actuaciones e hizo cine en su país y en Buenos Aires, en los comienzos de la década del cuarenta. Filmó: Los hombres las prefieren viudas y Canción de cuna, entre otras.

Con Catalina, Francisco comenzó haciendo los «fines de fiesta», al terminar cada función. Luego, rápidamente, el cantor supo ubicarse con astucia al descubrir la avidez de la gente por conocer, en vivo, el tango argentino.

Comenzó en el Teatro de la Comedia de Madrid y luego, en el Principal Teatro de Barcelona, además de los otros tantos escenarios que lo requerían en otras regiones de la península. También lo recibió el lujoso Hotel Ritz. La crítica del mundillo artístico comenzó a tenerlo muy en cuenta.

Fue de los primeros cantantes profesionales masculinos de los varietés, que cantó en castellano. La famosa Imperio Argentina recordaba sus presentaciones, cantando «siempre de impecable smoking». Su estilo era fino y ciertamente aristocrático y con ritmo cadencioso. Su voz era lánguida y mortecina.

En sus actuaciones introducía historias humorísticas, motivo por el cual, Francisco Canaro dijo que desdibujaba los rasgos de la canción porteña; pero los cuentos que contaba los hacía con gracia. Los españoles eran más afectuosos que Pirincho y, al no tener otro cantor con quien comparar, estaban muy entusiasmados con Spaventa, que se ganó al público y a la crítica que lo ponderaba efusivamente: «Él hizo despertar en nuestro corazón las desgarradoras dulzuras del tango» y, también: «Pierrot lírico y sentimental».

Enrique Cadícamo cuenta en su libro que, a raíz de un viaje a España, acompañando al pianista Luis Visca —que en ese momento sufría lo indecible por una frustración amorosa—, al momento de la partida, escuchó guitarras y voces que cantaban un tango plañidero como despedida a los familiares y amigos que quedaban en tierra, un tema como para que Visca corriera a encerrarse en su camarote. La escena estaba a cargo de músicos y cantores que formaban parte del pasaje y, entre ellos, algunos nombres que fueron contratados desde Barcelona por Spaventa, para integrar un conjunto que lo acompañaría en sus presentaciones. Allí, estaban su hermano Carlos, también cantor, Ángel Maffia, hermano de Pedro y otro bandoneonista de quien no recordaba el nombre, el cantor Luis Scalon, un guitarrista Morales y alguno más. Cuando arribaron al puerto, Carlos Spaventa les presentó a su hermano, que mantenía su cartel, pero ya no con las mismas luces.

Francisco era reconocido por su humor y autocrítica, a tal punto, que se recogió por entonces una declaración suya: «La culpa la tiene Gardel, pues yo era uno de los reyes del tango, pero él en 1925 pasó por España y les hizo escuchar a los españoles como se canta de verdad un tango, entonces todos los malos actores que éramos, tuvimos que rajar de España para no hacernos ver más». Además, como si fuera poco, había llegado a España el trío Irusta-Fugazot-Demare, con una aceptación notable, ratificando lo que Gardel había dejado.

Spaventa formó la Orquesta Buenos Aires, pero ciertas opiniones en los medios iban cambiando. Por ejemplo: «Spaventa es un actor cómico y cantor de tangos, aunque está quien dice que lo suyo eran cuplés, dado que su voz tenía escasa connotación tanguera». No obstante, la crítica no dejaba de reconocer lo que representó: «…el muchacho pálido, con su aire de éxtasis y su voz melosa, insinuadora, se convirtió en un tipo representativo, en algo así como un símbolo».

Finalmente, se presenta en Francia y en otros países europeos hasta recorrer Sudamérica, con excelente repercusión en Colombia donde su versión del tango “Expiación”, de Jorge M. Dada, hizo estragos en el gusto popular. También, en Francia fue exitoso con su hermano Carlos cantando a dúo y como solistas, junto a Luis Scalon y al ya nombrado guitarrista Morales.

Realizó numerosas grabaciones en España, entre los años 1928 y 1929, algunos títulos son: “Bandoneón arrabalero”, “Comandante Franco” (de Spaventa), “Aurora del peregrino” (de Spaventa y Quintero), “Ya era tarde” (de Ibáñez, Spaventa y Quintero), “Lamento” (de los hermanos Quintero), “Sacate la caretita”, “Mocosita”, “Te arrepentirás”, (de Nieto, Albelda y Barrull), “Silenciosamente” (vals de Vicente Sipulla y Enrique Carrera Sotelo), “Cicatrices”, “Buenos Aires”, “Celosa”, “Pingo mío”, “El prisionero” (de Enrique Delfino y Manuel Romero), “No le digas que la quiero”, “Araca corazón”, “Julián”, “Trago amargo”, “Tus besos fueron míos”, y un buen número de otros títulos.

Desconocido en su país, es otro personaje más que no pudo ser profeta en su tierra.

Fuentes: El tango en España de Juan Manuel Peña. Mis memorias de Enrique Cadícamo. Revista Caras y caretas Nro.1500, año 1925 y diversas discografías.