Por
Roberto Améndola

s muy rica la historia de los músicos del tango que en el transcurso de su carrera profesional se acercaron a dos instrumentos en forma sucesiva o en un mismo tiempo. El violinista Julio De Caro comenzó estudiando el piano, estimulado por un padre severo y su hermano Francisco —pianista—, comenzó estudiando el violín por igual razón. Cuando estuvieron en condiciones de decidir por ellos mismos, aún en la niñez, trocaron sus instrumentos y se inclinaron por los que los llevaron a la consagración.

En sus primeros años Pedro Maffia se dedicó al piano y Pedro Laurenz al violín antes de ser los grandes bandoneonistas que desentrañaron para todos los tiempos el misterio íntimo del bandoneón.

Emilio Balcarce ejecutaba con virtuosismo el violín y el bandoneón en forma profesional, como Astor Piazzolla y Julián Plaza lo hacían con el bandoneón y el piano.

Podríamos sumar otros nombres como: Eduardo Arolas, Graciano De Leone, Roberto Di Filippo, Leopoldo Thompson y muchos otros.

Agreguemos a estas historias la de Fernando Cabarcos, ejecutante del bandoneón que ya ingresado al mundo de la orquesta típica como tal, comenzó a estudiar el contrabajo a instancias de su primo, el gran contrabajista Kicho Díaz, que también fue su maestro. A partir de entonces el contrabajo fue su único instrumento y quien lo acompañó durante toda su carrera.

Nació en Gerli, ciudad del Gran Buenos Aires cercana a la capital, en el seno de una familia en la que la música moraba permanentemente. Tenía 12 años cuando comenzó a estudiar el bandoneón, al que dedicó con tesón sus horas de adolescente. Contaba solamente 15 años cuando viajó a la ciudad de Tres Arroyos, donde integró por primera vez un conjunto musical. Se trataba de la Orquesta Los Díaz, formada por sus primos músicos.

Luego se incorporó a diversas orquestas típicas: la de José Fernández, la Orquesta Típica Nucifor, la Orquesta Típica Aloy y la de Roberto Pranteda. Además de las actuaciones locales, emprendió giras por el norte del país.

Luego de pasarse al contrabajo vuelve a actuar en estas mismas agrupaciones, pero ya en su carácter de contrabajista. Con la orquesta del guitarrista Diego Centeno debuta en radio y en el mismo medio actúa con el conjunto del bandoneonista Juan Carlos Caviello.

Así arribamos al año 1942, cúspide de la década del cuarenta, cuando cada día ve la luz un tango que el tiempo hará famoso. También ese año es crucial para Fernando, porque se incorpora a la orquesta de Alfredo Gobbi, ocupando el puesto que deja su primo Pepe Díaz. Ya es su consagración definitiva y el comienzo de su triunfal carrera.

Sucesivamente, actúa en las orquestas de Juan Carlos Cobián, Orlando Goñi y Alberto Mancione. También participa en los conjuntos de José Basso y de Francisco Canaro.

En 1945 integra la orquesta de Francini-Pontier, con quienes mantendrá una prolongada relación y actúa hasta la disolución del conjunto.

Se vincula en esta agrupación con el pianista Juan José Paz, con quien crea una base rítmica que es considerada de las más importantes de esa época. Graban toda la serie de RCA-Victor (1945-1955). Lucieron y aún perduran las versiones de “Arrabal”, “A los amigos”, “Boedo”, “Chiqué”, “La beba”, etcétera.

Prosigue su labor con Armando Pontier en su nueva orquesta. A partir de 1956, con Julio Sosa, Roberto Florio y más tarde con Oscar Ferrari. Esta unión persiste hasta 1965.

Con Enrique Alessio forman un dúo de bandoneón y contrabajo y tiempo después actúa con Ernesto Baffa y Osvaldo Berlingieri. Deja para la posteridad un puñado de versiones magistralmente ejecutadas. Su condición de solista se aprecia en tangos como “Inspiración”, “Orgullo criollo”, “N.N.” y “Adiós Nonino”.

La orquesta Baffa-Berlingieri requirió su colaboración al igual que la Orquesta Típica Porteña dirigida por Raúl Garello, que llevó al disco varios temas acompañando a Roberto Goyeneche.

A esta altura, Fernando Cabarcos es en Buenos Aires una de las personalidades más reconocidas y valoradas en el contrabajo. Es solicitado por las grandes agrupaciones y en la década del setenta forma parte del trío Federico-Berlingieri-Cabarcos. Leopoldo Federico, además, lo requiere para su orquesta a la que se incorpora y con ella viaja a Japón en 1976.

Los tríos de Leopoldo Federico con los pianistas Oscar Britos y luego Orlando Trípodi cuenta con su participación.

Al margen de su actividad puramente tanguera Fernando Cabarcos fue primer contrabajo de la Banda Sinfónica de la Fuerza Aérea desde 1961.

La docencia no fue ajena a su múltiple quehacer en la música. También en ella confluyeron el bandoneón y el contrabajo.

Fue además un compositor destacado. De sus composiciones han trascendido los tangos “Tan solo por verte”, grabado por Francini-Pontier en inolvidable versión de 1950, con la voz de Julio Sosa. En 1994, lo llevó al disco Luis Cardei.

También compuso el tango “Aerotango” que grabaron Armando Pontier (1963), Baffa-Berlingieri (1969) y la Orquesta Típica El Arranque. Además compuso un vals con Julio Sosa: “Y no habrá un adiós”.

Hasta aquí la resumida historia de uno de los grandes contrabajistas que enriquecieron al tango. Falleció en 1978, pocos días después de grabar con el trío de Leopoldo Federico un disco para el sello Music Hall, que Leopoldo en su honor tituló «Homenaje al amigo».

Se fue dejándonos su obra y la semilla de su talento, en la fértil tierra del virtuosismo de su hijo, el también contrabajista Horacio Cabarcos.