ompositor y pianista argentino, encontró su rumbo como músico y líder de proyectos cuando, ante la sugerencia de uno de sus profesores, comenzó a incorporar el sonido de su ciudad natal, Buenos Aires. Estudiante de música clásica, con la habilidad de ejecutar una variedad de instrumentos musicales desde temprana edad, tomó clases de canto y piano desde los 5 años.
«El sonido de Buenos Aires, la improvisación y la orquestación junto al marco formal que caracteriza a la música clásica y contemporánea son los elementos con los que Fernando Otero consiguió crear una marca, un estilo propio que lo hace inequívoco.» (The Guardian, Londres, Feb. 2008)
«Artículos en el New York Times y revistas especializadas como Jazziz o Downbeat elogian abiertamente el nivel pianístico y compositivo de Fernando Otero, situándolo como una figura de innovación en la escena mundial de actualidad.» (Lucid Culture, 2008)
La experimentación es sin duda un camino que Fernando Otero ha transitado, sustentado en una sólida formación musical. Sus primeras experimentaciones fueron grabaciones caseras rudimentarias durante su infancia, en el departamento en que creció, en el centro de Buenos Aires. El mármol del baño prestaba buena acústica, y un grabador multipista de cuatro canales registraba todo lo posible de lograr con instrumentos transportables al recinto. Con el paso del tiempo, fue perfeccionándose en el arte de navegar un verdadero estudio y obtener amplios resultados sonoros.
Si bien la orientación que recibía era mayormente clásica, su interés por la música popular era creciente, a menudo prestando más atención a los discos de rock y jazz de su hermana que a sus lecciones formales. «Mi maestro de música, Marcelo Braga Saralegui, me mostró la posibilidad de expresarme a partir del sonido del tango, recurriendo a las raíces del género nativo de mi ciudad. No necesariamente tango propiamente dicho, pero el sonido de las calles, la atmósfera circundante. Empecé a incluir el bandoneón, que siempre fue uno de mis instrumentos preferidos, y encaré mi primer proyecto, X-Tango.»
Veinte años pasaron desde que Otero se dejara llevar por esta incitación pero siempre ha mantenido su visión de X-Tango. En Página de Buenos Aires, su álbum debut con Nonesuch-Warner Music, evoca una de Buenos Aires que se siente aunque uno nunca haya estado allí, sobre todo por la especial inclusión del bandoneón, corazón del tango.
«Pero el mundo que estructura Otero es completamente su invento propio. El tango es un punto de partida para un sonido instrumental que incluye el aspecto de improvisación característico del jazz dentro de una estructura formal de música clásica contemporánea. En su último CD sus composiciones son a veces cortas, a veces largas, muy intensas, y contienen gran cantidad de dinámicas que sorprenden, impredecibles, a quien escucha por primera vez.» (BBC Londres)
Como compositor, es a la vez rigoroso y lúdico. No sorprende así que el temerario cuarteto de cuerdas Kronos Quartet le haya encargado composiciones. Una de ellas, “El Cerezo”, fue presentada en Carnegie Hall en febrero de 2008. En Página de Buenos Aires, Fernando Otero presenta sus composiciones originales dentro de varios diferentes formatos. En solo de piano. En dúo, junto al violinista Nick Danielson. En trío, con bandoneón, contrabajo y piano. En quinteto, con bandoneón, violín, cello, contrabajo y piano. Dos piezas para bandoneón y orquesta —conducida por Otero—, destacando a Héctor Del Curto como solista. La mayor parte de este trabajo es de nueva factura, aunque versiones de estas piezas se encuentran en álbumes anteriores. Este trabajo ilustra claramente la amplitud, consistencia y madurez de la visión de Otero.
«Su música es muy expresiva», dice Nick Danielson, un distinguido artista que ha colaborado con Wynton Marsalis, Wayne Shorter, Orpheus Chamber Orchestra, y muchos otros. «No es fácil de tocar por la simple razón de que es imprescindible estar muy envuelto emocionalmente.» Otero muestra haberse dedicado de lleno a su trabajo musical, mucho más que a la maquinaria social de su carrera, la cual ha dejado decantar por su propio peso. Vive en Nueva York desde hace ya más de una década. No vino en busca de oportunidades o proyección, sino por cuestiones del corazón. Antes de ser conocido por el gran público, su música atrajo la atención de Quincy Jones, Dave Grusin, Eddie Gomez, Kronos Quartet, Assad Bros, Lenny White, Dave Valentín y Paquito D'Rivera, entre otros.
Su disco Plan, grabado en 2002, consiguió movilizar a una interesante audiencia, conformada generalmente por otros artistas, que comenzaron a incluir a Otero en sus proyectos, como compositor y pianista. Fue así como Salma Hayek reunió a Fernando con Quincy Jones en una fiesta en su casa, en Beverly Hills, California.
Luego en Los Ángeles, tras un concierto de solo piano que duró dos horas, Quincy Jones se acercó a Otero con la simple pregunta: «¿Qué es lo que te gustaría hacer?» Otero recuerda el momento: «Fue como si esa noche me visitara Santa Claus.»
La composición y el piano de Fernando continuaron apareciendo en programas de jazz y música clásica contemporánea en forma simultánea. Una temporada completa en Birdland con Paquito D'Rivera, y al mismo tiempo presentándose en Lincoln Center con la Jazz Orchestra de Chico O'Farril, en Carnegie Hall con el Kronos Quartet, en Iridium con Eddie Gomez, o en dúo con Nick Danielson también en Lincoln Center.
«Tiempo atrás —dice Paquito D'Rivera—, mi trompetista Diego Urcola me hablo de Fernando Otero —por quien siente un enorme respeto— y me hizo escuchar el disco Plan. Quise ir a verlo tocar de inmediato, y fui a su siguiente show en Manhattan, y tocaba esa noche con el violinista Nick Danielson. Me quedé tan impresionado con lo que escuché que invité a Fernando a tocar piano conmigo y grabar su “Milonga 10” para mi próximo CD. También propuse a Nick su participación en mi serie de conciertos en Lincoln Center. Desde entonces, Otero es uno de mis compositores favoritos.»
Fernando Otero creció en un medio ambiente empapado de música y artes en general. Su padre, un actor, tuvo un accidente automovilístico cuando Otero tenía un año de edad, y falleció tiempo después como consecuencia. Su madre, Elsa Marval, cantante de ópera de fama internacional, fue quien acompañó paso a paso el creciente interés de su hijo por la expresión artística. Sus padres son argentinos de primera generación, y sus abuelos llegaron de España y Francia. «La música era un hecho natural en casa. Teníamos piano, guitarras, flautas, micrófonos y grabadores. Todos mis juguetes predilectos. Mi hermana también cantaba y tocaba piano. Y nunca pensé en ser músico o no serlo. Simplemente lo era. Desde siempre. No recuerdo haber siquiera pensado en hacer alguna otra cosa de mi vida, ni dudar. Jamás.»
Y su madre siempre apoyó a Fernando. Ya fuera comprar nuevos instrumentos o discos, tomar lecciones, asistir a recitales de todo tipo. A los cinco años comenzó con piano y lecciones de canto. La guitarra a los diez. Luego se interesó por la batería, que produjo las primeras trifulcas vecinales. A los trece años participaba en un trío de rock, «Cualquier cosa que pidiera a mi madre, si estaba relacionada con un aspecto musical, tenía un sí como respuesta. Mi madre me llevó al Teatro Colón de Buenos Aires, a escuchar a la Orquesta Sinfónica Nacional Argentina, conducida por Domingo Marafiotti, quien luego sería mi maestro. Me quedé tan fascinado con ese sonido, que pensé, y casi decidí, que eso era lo mío. Ese era mi vehículo de expresión. Las clases de Composición, Orquestación y Dirección Orquestal con Marafiotti reafirmaron mi inclinación, casi definitiva, por la música instrumental. Comencé a admirar a Alberto Ginastera, Bela Bartok, Igor Stravinsky, todos compositores que acudían a las influencias de la música autóctona de sus países. Dentro de la música de Sudamérica, algunas influencias importantes para mí fueron Osvaldo Pugliese, Egberto Gismonti y Hugo Fattorusso.»
En sus primeros proyectos su voz era el elemento principal, pero a medida que fue incorporando el manejo técnico de la composición para cuarteto de cuerdas, orquesta sinfónica y la improvisación, su expresión se fue orientando hacia el producto final que hoy nos ofrece: música instrumental, sin palabras. Otero ha escrito cuartetos de cuerdas, como “El Cerezo” recientemente estrenado por el renombrado Kronos Quartet en Carnegie Hall, tres sinfonías, piezas para orquesta, conciertos, piano tríos y obras para variados conjuntos de cámara. Toda esta música ha sido publicada por Warner Music.