Por
Hernán Volpe

ás conocido entre los tangueros como Finito Dominguez, se desempeñó durante su extensa trayectoria como violinista de varias orquestas típicas. En algunas de ellas ocupó el lugar de primer atril o solista y en otras participó como elemento de fila, aportando su experiencia y gran ductilidad estilística.

Nació en Zárate, provincia de Buenos Aires, cuna de grandes talentos tangueros como los hermanos Virgilio y Homero Expósito y Armando Pontier.

Cursó estudios de violín con el gran maestro Rolando Curzel y, en la década de 1940, comenzó su carrera profesional en el Sexteto Típico de Cristóbal Herreros. El 1946 estuvo en la orquesta de Pedro Laurenz, y posteriormente pasó por las agrupaciones de Edgardo Donato, Rodolfo Biagi, Campos-Calabró, Domingo Federico, Carlos Figari y Francisco Rotundo. En esta última orquesta —su actuación más relevante sin dudas—, pudo dejar grabado un repertorio muy interesante que nos permite a las actuales generaciones descubrirlo como ejecutante.

Me permito un breve análisis técnico sobre esas audiciones, destacándose su sobrio vibrato, de marcatto fuerte sobre las cuerdas, brillante y con solido tecnicismo. Sus intervenciones solistas lo demuestran inspirado, profundo, pero nunca desmedido.

La orquesta de Francisco Rotundo, muy exitosa en los años 1950, por la calidad de sus cantores (Julio Sosa, Floreal Ruiz, Enrique Campos, Carlos Roldán, Jorge Durán y Alfredo Del Río), bajo los arreglos orquestales del bandoneonista Ernesto Rossi (Tití), logró un sello estilístico propio. Era, como siempre lo sostuvo el mismo Rotundo, una orquesta que acompañaba la labor de los cantores; pero no obstante ello, esgrimía musicalidad y las grabaciones que han dejado son impecables.

Allí encontró su lugar Finito Domínguez, ya que los arreglos pensados por Tití Rossi, y más tarde por Luis Stazo, le daban siempre un espacio de lucimiento. Repasando el repertorio grabado entre diciembre de 1948 y septiembre de 1957 —no tan extenso—, podemos apreciarlo en tangos como “Agüelita qué hora son”, “Levanta la frente”, “Sobre el pucho”, “El pollero” y especialmente en “Milonguera”, donde realiza un solo lleno de emotividad, honda cadencia con fraseo bien tanguero, concluido en doble cuerda, un efecto no habitualmente utilizado.

Entre los siete tangos instrumentales grabados, podemos escuchar a Finito Domínguez lucirse en “Entre sueños”, “Marejada”, “Mariposita”, “Mal de amores” y “Para recordarlo”.

Cuando se disuelve la orquesta de Rotundo, en 1957, por causas relacionadas a la política nacional, Domínguez pasa a integrar la orquesta del pianista Fulvio Salamanca por cuatro años, reemplazando nada menos que al maestro Elvino Vardaro.

Más tarde actuará con Miguel Caló y participa de la gira a Chile. De regreso pasa a la orquesta del rey del compás Juan D'Arienzo. Estas intervenciones son por breves periodos, hasta que en 1966 es llamado por Osvaldo Pugliese para cubrir el lugar vacante que dejaba al jubilarse el legendario violinista Julio Carrasco.

Se quedará con Pugliese 16 años, hasta 1982, año en que decide dejar la orquesta. Si bien tuvo oportunidad de ser promovido a primer atril solista, no quiso aceptar esa responsabilidad y en distintos momentos ocupo el segundo y tercer atril. Fue uno de los músicos que vivió junto a Pugliese el quiebre y posterior transición que se produce en marzo de 1968, cuando se van de la orquesta los míticos e históricos Osvaldo Ruggiero, Julián Plaza, Víctor Lavallén, Alcides Rossi, Oscar Herrero, Emilio Balcarce y Jorge Maciel.

Consolidan a partir de ese momento una fila de cuerdas más académica, con los ingresos de Mauricio Marcelli como primer violín solista, Finito Domínguez y Santiago Kutchevasky, como segundo y tercer violín, Bautista Huerta en viola, Pedro Vidaurre en cello y Fernando Romano en contrabajo. Integrando la orquesta participó de los viajes a Japón, Chicago, Nueva York y Los Ángeles en 1979; y en 1981 a Cuba, México, Perú, Colombia y Ecuador. Cumplida la temporada de verano en Mar del Plata, deja la orquesta en 1982.

Como broche final para su trayectoria, en ese mismo año es llamado a participar de la fundación de la Orquesta del Tango de Buenos Aires, que dirigían Carlos García y Raúl Garello, en la fila de primeros violines.

Concluida esa etapa, decide retirarse de la profesión, dejando sin dudas un aporte artístico de relevancia para la historia de nuestro tango.