lgunos lo creen originario de Villa Santa Rita, que al oeste limita con el barrio de Monte Castro; también se dice que trabajaba para el Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, empresa de origen británico.

Pero lo cierto es que el Negro Navarro era bailarín de tango, nacido para su fortuna al borde de un moderno siglo XX, cuando la forma de ejecutarse el tango y el modo de bailar andaban transformándose lo mismo que el diseño de la ciudad de Buenos Aires.

Tanto destacó en el arte del baile, que en la primera década se fue a París, a probar suerte, y a formar parte de esa camada de jóvenes aventureros que gambetearían la nostalgia con tal de difundir el tango: El Cachafaz, el Vasco Casimiro Aín y Bernabé Simarra, entre otros.

Cuando la guerra arrasó con gran parte de Europa, regresó y se dedicó a transmitir el arte. Fue de esos maestros que prefirió ayudar a la nueva generación en vez de criticarla. Tuvo algunos alumnos; pero entre ellos perfeccionó a un muchachito de diecisiete años, desde 1928 a 1930. Era de Monte Castro, se llamaba Carlos Estévez y le decían Petróleo. Un barrio y un hombre a los que veinte años después se les adjudicaría la mayor renovación que se recuerde en la historia del tango danza.

El autor es profesor, bailarín e investigador del tango danza. Es autor de Nuevo glosario de tango danza, La pista del abrazo y Tango FAQs. www.tangosalon.com.ar / info@tangosalon.com.ar