enía un destino tan porteño, que nació el año que inauguraron el Obelisco.
De muy pibe bailaba con su madre y sus tías, «era el preferido de la familia», hasta que a punto de calzarse los largos entró al Jockey Club, de Olivos. «Bailé foxtrot, boogie, luego tango, y no paré nunca más».
Luego, a los 14 años, llegaría al centro y conocería a Alfredo Gobbi, que sería su padrino de baile, haciéndole entrar al salón Sans Souci de la calle Corrientes. Así, frecuentó otras milongas. Entre ellas las de Galería Pronor de avenida Maipú y Club 12 de Octubre, ambos en Olivos; Club Huracán, de Villa Martelli y Club Defensores, de Florida, entre otras, «donde se bailaba muy apugliesado» y desarrolló un estilo que lo convirtió en experto del tango pausado.
Así también admiró el modo de baile de Villa Urquiza, ganó un campeonato de boogie con La Perica y estableció una sostenida amistad con el hermano de ésta, El Chino Perico.
Con el tiempo desembarcó definitivamente en el centro. Milongueó, realizó exhibiciones, participó de espectáculos, recorrió varios países y se volvió autoridad en la forma de bailar Pugliese.
Alberto Dassieu era un sinónimo de la ternura, un verdadero milonguero, cuya vocación definió alguna vez con profundidad y sencillez: «A mí me gustó bailar siempre, siempre, siempre»…
El autor es profesor, bailarín e investigador del tango danza. Es autor de Nuevo glosario de tango danza, La pista del abrazo y Tango FAQs. www.tangosalon.com.ar / info@tangosalon.com.ar