Por
Pedro Colombo

on solo 9 años de edad, Juan Carlos Costa (Costita) combinaba sonidos desde el armonio de la recién inaugurada Parroquia Rosa Mística, a pasos de su casa, en la calle 24 entre 54 y 55, de La Plata. Pero hete que aquel muchachito nacido en el año que definía toda una ingesta de evolución en el tango, no pudo sustraerse al sonido tanguero que copaba las radios y pistas bailables.

Recién finalizada la primaria, se larga a aprender teoría y solfeo en el Conservatorio de Fermín Valentín Favero, violinista, compositor y cantante, que supo tanto integrar la orquesta de Victor D’Amario, como sumar a la suya propia al mencionado bandoneonista. Y que diera las primeras lecciones a Jorge Sobral, Jorge Hidalgo, Juan Carlos Cobos y Ruth Durante, entre otras afamadas figuras.

Con sus primeros fundamentos, llegará para “Costita” la época de avanzar en el aprendizaje del bandoneón, lo que logra en la Academia Musical que el maestro Pedro Laurenz dirigía en la calle Montes de Oca: «Mi presentación ante don Pedro fue con “Palomita blanca”; después de escucharme, me alentó con un “Está bien, pero cuando usted se vaya de esta Academia, lo va a tocar de esta manera”. Creo que jamás volveré a quedarme tan impactado frente a un músico, como aquella vez en que Laurenz me ofreció su primera e improvisada cátedra», nos recordaba Costa.

Por entonces, ya venía animando reuniones en pequeños bares y locales de La Plata y Berisso. Hasta que en los carnavales de 1955 se produjo su debut en la Orquesta de Ricardo Pérsico, que tenía un ritmo a lo D’Arienzo. La proyección inicial fue significativa. Entre mediados del cincuenta y 1965, integró también Los Ases del Tango, que dirigía Carlos Aimar y en la cual cantaba Rubén Lagos; y la Orquesta Los Reales, dirigida por Osvaldo Molino, en este caso no solo bailable sino además con recomposiciones armónicas modernas, propias del director, aunque con el sesgo de la vinculación que este tuviera con Alfredo De Angelis, Armando Pontier y Héctor Varela.

Cuando sobrevino la decaída del tango, pronunciada a mediados de los sesenta, el músico sintió fuertemente el golpe. Ya radicado en Berisso, se aferró casi exclusivamente a las tareas de empleado público del Correo de esa ciudad (donde comenzó como mensajero hasta retirarse como Jefe de la Sucursal). No obstante, su casamiento con Blanca Gallardo en 1967, lo estimuló para no abandonar la música. Metafóricamente, sus palabras fueron una carta de amor al corazón de ese fueye que estaba acurrucado, como el instrumento de “Cuando tallan los recuerdos”…

Regresó al arte popular por donde se podía: en principio los cabarutes que penosamente sobrevivían en la noche suburbana (El Argentino de Ensenada o el Premier de La Plata); más tarde los boliches de moda, como Urraco de Berisso y los restaurantes familiares, como Los Pinos de La Plata. Tuvo su merecida recompensa al integrar la Orquesta Típica de Horacio Omar Valente que en 1970 conquistó el Premio Gardel de Oro en el Festival de La Falda. Con ella formará fila de bandoneones para grabar dos discos, acompañando a Jorge Hidalgo y a Horacio Barreta.

Aunque en los oídos de los tangueros platenses, siguen sonando los acordes que supieron lograr junto con el guitarrista Álvaro Tarducci, en dúo que debutó acompañando a Floreal Ruiz y posteriormente en el Trío La Plata, que se conformó con la sumatoria de Luis Lombardi (finalmente reemplazado por José Amieva), en bajo. Este trío acompañó a la mayoría de los grandes cantantes arribados desde Buenos Aires: Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Virginia Luque, María Garay, María Graña y otros.

Su carrera saltará al plano internacional en 1989, junto con su colega “Pucho” Coralli son invitados a Japón. Juan Carlos Costa tocó durante ocho temporadas consecutivas, como artista central del local La Candelaria, en Tokio. Gustó tanto su fraseo que su presencia se extendió a Okinawa, Kyoto, Osaka, Atami y otras ciudades.

Fue primer bandoneón invitado por la Orquesta de la Sociedad de Músicos de Japón y socio honorario de esta. Entre el ir a venir, acompaña en el Café Tortoni a Roberto Goyeneche, Hernán Salinas y Guillermo Fernández.

Formó parte del elenco teatral de Gotán, obra de Julio Tahier, como también del sainete Con tango y yapa, con música propia y letras del autor de esta nota. Anima anteriormente Hola Tango, conducido por Antonio Carrizo, para Canal 2 de TV.

Para dejar huella propia, con el Trío La Plata acompañó a su hijo, el entonces juvenil cantante Marcelo Costa, en el espectáculo Juventango, presentado en el mítico Teatro Coliseo Podestá, de La Plata. Además de Marcelo, ya consagrado en Buenos Aires, su nieto Julián Bellomo, de 12 años, sale “parrillero” como el abuelo. Melina, de 16 años, se destaca como soprano en grupos corales.

Costita fallece cuando estaba sembrando tangos, a los 58 años, con mucho más por concretar. Entre sus composiciones constan: “Querida mujer” (vals); “Milonga del excluido” (milonga), “Estampita inmigrante (Iguales pero distintos)” (tango), “Manolo” (tango); “Soy payador japonés”, con Taro San; y otras obras que perduran en el archivo que conserva amorosamente su esposa.