Por
Ricardo García Blaya

n la historia artística del maestro Miguel Caló distinguimos dos etapas bien diferenciadas que revelan su evolución musical y sus dotes de gran director de orquesta.

Si bien su éxito más trascendente se relaciona con el tango de la década del cuarenta, su trabajo se inicia a fines del veinte y se consolida durante los años treinta.

La primera etapa se inicia con la orquesta de 1934, en la cual podemos verificar un estilo familiarizado con el de Fresedo y un sonido que nos recuerda a Carlos Di Sarli. Si bien antes había formado otros conjuntos, estos fueron más bien casuales y de poca trascendencia.

La orquesta de 1934 contaba en el piano con Miguel Nijensohn, quien va a dejar una impronta que marcará para siempre el estilo de la misma, aún después del cuarenta. Este instrumento será el encargado de encadenar las frases musicales, con una cadencia y un ritmo ideal para los bailarines.

Durante este tiempo podemos destacar la participación vocal de Carlos Dante, con quien graba 18 temas de una relevante belleza.

Alberto Morel y su hermano Roberto Caló fueron también cantantes de esta primera parte de su historia que duró hasta el año 1939.

El cuarenta nos revela la madurez de este gran director, capaz de convocar a un conjunto de músicos jóvenes de extraordinaria capacidad y solvencia, que con el tiempo pasaron a formar, todos ellos, sus propias agrupaciones.

En esta segunda etapa Caló desarrolla y profundiza todo un estilo que une el tango tradicional con la renovación de su época, sin estridencias, con una destacada presencia de los violines, una línea de bandoneones rítmica y un piano, espectacular, ejecutado el primer año por Osmar Maderna, quien fuera reemplazado después por Miguel Nijensohn, en su regreso a la orquesta.

Entre los músicos que formaron en su orquesta se destacan: Domingo Federico, Armando Pontier, Carlos Lazzari, Eduardo Rovira, Julián Plaza, José Cambareri (bandoneones), Enrique Francini, Antonio Rodio, Nito Farace (violines), Ariel Pedernera y Juan Fassio (contrabajo).

Miguel Caló no sólo promocionó grandes músicos, sino también grandes cantantes que debutaron profesionalmente en su orquesta, sirvan de ejemplo los casos de Raúl Berón, Alberto Podestá y Raúl Iriarte.

Con respecto a Berón podemos destacar que fue descubierto por Armando Pontier, quien lo presentó al director, y sobre esto hay una interesante anécdota.

Este cantor junto con su hermano José se dedicaban esencialmente al folclore, es más Raúl Berón sólo sabía alguna estrofa de algún tango. Por ese motivo, el maestro Caló lo lleva a su cabaret Shangai para que se familiarizara con la música de su orquesta.

Después de armar un repertorio, el cantor acompañó al maestro en las actuaciones radiales. Pero ocurrió que a los directivos de la emisora no les gustó el cantor, y le sugirieron a Caló que se desvinculara de él. Con gran pesar, este le comunica que a fin de mes terminarían la relación.

En el ínterin sale a la venta el primer disco de Raúl Berón grabado con la orquesta, el tango “Al compás del corazón” de Domingo Federico y Homero Expósito, el que tiene un éxito de venta increíble.

Los mismos directivos que habían criticado negativamente al vocalista, felicitaron al maestro Caló por su elección y reconocieron su equivocación. Esto posibilitó que no se malograra una de las más importantes voces de nuestro tango y sin duda la mejor que tuvo la orquesta.

Miguel Caló fue un músico de formación teórica, que estudió violín y bandoneón.

A partir del año 1926 peregrina por diversas orquestas de gran importancia, entrando en la fila de bandoneones de la orquesta de Osvaldo Fresedo. En 1927 ingresa en la del pianista y director Francisco Pracánico.

En 1929 forma su primera orquesta, la que disuelve para unirse a la orquesta del poeta y pianista Cátulo Castillo en una gira por España. En esa gira también participaron los hermanos Malerba y el cantor Roberto Maida.

Regresa a Buenos Aires y reconstruye su orquesta con Domingo Cuestas (bandoneón), Domingo Varela Conte, Hugo Gutiérrez y Enrique Valtri en violines, Enzo Ricci en el contrabajo y el pianista Luis Brighenti.

Nuevamente es requerido para viajar al exterior y en 1931 viaja a los Estados Unidos con la orquesta de Osvaldo Fresedo.

Ya en 1932, nuevamente como director de su orquesta, graba por primera vez, para el desaparecido sello Splendid los temas: “Milonga porteña” (tango del propio Caló, Luis Brighenti y letra de Mario César Gomila) y “Amarguras” (vals de Miguel Nijensohn y Jaime de los Hoyos). El cantor era Román Prince.

Miguel Caló no fue un compositor destacado, pero algunas de sus obras, en colaboración con Osmar Maderna (también autores de la letra), son increíblemente bellas tal los casos “Jamás retornarás” y “Qué te importa que te llore”, ambos llevados al disco con la voz de Raúl Berón. El tango “Dos fracasos”, con letra de Homero Expósito y la milonga “Cobrate y dame el vuelto”, letra de Enrique Dizeo, también fueron muy populares.

En 1961, junto a los bandoneonistas Armando Pontier y Domingo Federico, los violinistas Enrique Francini y Hugo Baralis, el piano Orlando Trípodi, y los cantores Raúl Berón, Alberto Podestá, Caló reconstituyó parte de la formación del cuarenta, denominándose Miguel Caló y su Orquesta de las Estrellas. Actuaron en Radio El Mundo con tanto éxito que grabaron en el sello Odeon 12 nuevos temas (entre el 16/4/1963 y 7/6/1963).

La orquesta de Miguel Caló será recordada por la ejecución del mejor tango, el que trasciende su tiempo y que hoy es valorada por sus grandes condiciones artísticas y por una pléyade danzante que la evoca permanentemente con las notas de “Sans souci”, quizás su interpretación emblemática.