Por
Oscar Zucchi

l destacado y respetado músico uruguayo Héctor Artola, con un agudo sentido critico, supo decir: «La ciudad de Buenos Aires, es la única ciudad en el mundo donde se toca bien el tango, incluida Montevideo».

Individualmente fueron numerosos los artistas uruguayos dedicados al tango en nuestro país que se destacaron. No ocurrió lo mismo con las formaciones musicales. Sólo hubo excepciones: el caso del cuarteto Alonso-Minotto, con la salvedad que su labor fue exclusivamente discográfica y el binomio de los violinistas Edgardo Donato y Roberto Zerrillo, con la aclaración de que el primero era argentino, con residencia en la ciudad de Montevideo.

La historia de muchos músicos del tango suele repetirse. Donato fue hijo, como tantos otros sobresalientes artistas, de un matrimonio italiano. Ernesto Donato, su padre, había nacido en 1871 y tocaba el mandolín. Más tarde adoptó el violoncello y hasta el final de su vida tuvo la música como pasión. Terminó dirigiendo una orquesta de cámara en Montevideo.

La madre fue, Egilda Cafagna, tuvo nueve hijos, de los cuales tres fueron músicos. Ascanio cellista y compositor, Osvaldo, pianista y compositor y Edgardo Felipe Valerio, violinista.

Nació en el porteño barrio de San Cristóbal, ubicado al sur del centro de la ciudad de Buenos Aires, en lo que es hoy la avenida Belgrano 1657 y, siendo un niño, se traslada con su familia a vivir a la ciudad de Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.

A los diez años comienza a estudiar música con su padre y luego en un conservatorio llamado Franz Liszt. A los 21 años ya está para largarse al profesionalismo. Comienza con su padre en la lírica, usando cuello duro y mucha seriedad, él que era y fue toda su vida un humorista impenitente, inclusive cuando tocaba el violín.

Pero, al poco tiempo, se pudo liberar de ese yugo e ingresó —siempre en Montevideo— en la orquesta del Negro Quevedo, un bandoneonista argentino, con la curiosidad de que el piano estaba a cargo de Enrique Delfino.

En 1919, integra la orquesta de Carlos Warren, la primera de ese país dedicada al jazz. En algunas actuaciones alternaban con la orquesta de Eduardo Arolas y, en esas circunstancias, conoce al violinista Roberto Zerrillo.

En 1922, compone su primer éxito el tango “Julián”, con letra de José Panizza, dedicado al director uruguayo Julián González.

En charla personal con el violinista Reynaldo Nichele, me manifestaba a las risotadas, lo negro y feo que era Julián, en realidad un baterista, compañero suyo en cabarets de mala muerte.

Donato trató de vender su tango en veinte pesos, luego lo fue rebajando y tampoco pudo. Finalmente lo editó por su cuenta. Pero, dos años más tarde llegó el éxito, a partir de la interpretación en el teatro de la actriz Iris Marga y la grabación de la popular cancionista Rosita Quiroga, todo esto en Buenos Aires.

En 1923, aparecen sus temas “Corazoncito de oro”, “Beba” y “Muchacho”, todos con letras de Celedonio Flores.

Poco tiempo después, compone el que sería uno de los tangos más grabados mundialmente en la historia del género: “A media luz”, el que junto a “La cumparsita”, “El choclo” y “Caminito” se convertiría en paradigma de la música rioplatense.

«“A media luz” lo compuse durante un viaje en tranvía», dijo su autor, y fue estrenado, en Montevideo, en una revista musical titulada Su majestad la revista, con la voz de la vedette chilena Lucy Clory. Pronto lo grabaron Firpo, Canaro y Gardel.

Después compone “Oiga” y “T.B.C.”, título inspirado en un club muy especial de Montevideo. (Nota del director: según el investigador Christoph Lanner, esta obra es de su hermano Ascanio, ya que fue ingresada al Depósito Legal el 22/01/1929 (Nº 40855) a favor de A. E. Donato)

En 1927, forma una orquesta con el rubro Donato-Zerrillo, formada por Héctor María Artola, Juan Turturiello y Héctor Gentile, en bandoneones, en violines los dos directores y Armando Julio Piovani (que también cantaba), en el piano Osvaldo Donato, su otro hermano Ascanio en el cello y A. Bancalá en contrabajo.

Debutaron en Montevideo el 14 de julio de 1927, donde fueron escuchados por el empresario del cine Select Lavalle de Buenos Aires —escenario de los mejores conjuntos— quien los contrató para actuar una temporada.

Allí estuvieron hasta el año 1930, con el nombre de Orquesta Típica criolla Donato-Zerrillo y la publicidad los anunciaba como «Los 9 Ases del Tango, la más formidable orquesta típica criolla que jamás se ha escuchado».

El cantor Luis Díaz se incorpora como estribillista de la orquesta, y llegan al disco a través del sello Brünswick. Este vocalista interviene en veinte de las cincuenta placas realizadas.

En 1930, después de una breve gira junto a la cancionista Azucena Maizani, se disuelve el rubro

Si tuviéramos que comparar la orquesta Donato-Zerrillo con la posterior de Edgardo Donato, observaríamos que la primera era un conjunto musicalmente más contenido, con una marcación pausada y con pasajes escasos para el lucimiento de los instrumentos solistas. En cambio, la orquesta de Edgardo Donato tenía un fraseo envuelto en un mayor dinamismo, donde se notaba el predominio de los bandoneones, y las frecuentes intervenciones de Donato como ejecutante solista. El director fue un cabal exponente del estilo instaurado por El Pibe Ernesto, es decir por Ernesto Ponzio. Completa esta descripción, las acrobacias musicales que Donato realizaba, junto con sus famosos pizzicatos.

La nueva orquesta, ya con su único director, comienza a grabar en el sello Brünswick y actúa en diversos cines y teatros, también, en LS9 Radio La Voz del Aire, donde eran anunciados como «Los ocho ases del tango porteño, Edgardo Donato y su formidable típica criolla».

Los integrantes eran: Juan Turturiello, Vicente Vilardi y Miguel Bonano, en bandoneones; Edgardo Donato, Armando Julio Piovani y Pascual Humberto Martínez, en violines; Osvaldo Donato en piano, Ascanio Donato en el cello y José Campesi en contrabajo.

Fueron sus cantores, los estribillistas, Luis Díaz, Antonio Rodríguez Lesende, Carlos Viván y Teófilo Ibáñez, y en una ocasión acompaña a Agustín Magaldi en el tango “Vagabundo”. Para el sello Brünswick graba más de 130 temas, el 9 de diciembre de 1932 pasa a la Victor y graba “El huracán”, con su nuevo vocalista Félix Gutiérrez. En esta discográfica permanece hasta el final, más allá de un breve paso por el sello Pampa, dejando un número superior a los cuatrocientos registros.

La orquesta de Edgardo Donato fue una de las que intervino en la película ¡Tango!, de 1933, la primera totalmente sonora en la historia del cine argentino. El mismo año, aparece también, en el film Los tres berretines, donde actúan Luis Sandrini, Luis Arata y Luisa Vehil. Compone temas para el cine, destacándose la música de las películas Riachuelo, Picaflor y Así es el tango.

Sus actuaciones en radio son permanentes, lo mismo en cabarets y clubes. Su orquesta y su nombre ya son desde hace rato puntales del tango.

En 1944, aparte de las presentaciones con su orquesta forma un cuarteto —Los Caballeros del Recuerdo—, con repertorio de la Guardia Vieja, el que estaba compuesto por Francisco Pracánico, en el piano, Anselmo Aieta, en el bandoneón y los violines de Donato y Domingo Donnaruma.

En 1945, su hermano Osvaldo forma orquesta propia llevándose a la mayoría de sus músicos. Por este motivo debe reorganizar la orquesta, contratando como primer bandoneón y arreglador a Ernesto Rossi (Tití) y a Julián Plaza, también en bandoneón. El primer violín es Rolando Curzel, y el pianista Bernardo Blas.

Vuelve al cine en una película que marcó toda una época, Pelota de trapo. En esta actuación acompaña al vocalista Oscar Fuentes.

La suya fue una orquesta bailable, sin mayores pretensiones estilísticas, de acuerdo a su temperamento alegre y distraído. Se decía que «vivía en la luna». Sus distracciones fueron famosas, algunas reales y otras inventadas por su fama. Una muy graciosa contada por su hija es la siguiente: Donato viajaba en tranvía y se encuentra con un amigo, se ponen a charlar y al rato bajan del transporte. Caminan, y luego de un tiempo recuerda que se olvido que su esposa lo estaba acompañando y que evidentemente quedó arriba del tranvía.

Otra anécdota curiosa ocurrió cuando comentó como le gustaría contar con el cantor Adolfo Rivas, al que estaba escuchando en ese instante, en una sala de grabación. Se había olvidado que el vocalista ya estaba en la orquesta, esperando a Donato para grabar.

Compositor de más de doscientos temas, algunos de ellos verdaderos clásicos del acervo tanguero: “A media luz”, “Julián”, “Muchacho”, “El huracán” y otros, también importantes, como “Se va la vida”, “Por mi viejita”, “El acomodo”, “Mi serenata”, “Beba”, “Volvé”, “Cartón ligador”, “Riachuelo”, “Pobre soñador”, “El lengue”, “Bigotito”, “Se va la lancha”, “Pensalo bien”.

Aparte de los vocalistas ya nombrados, también colaboraron en su orquesta Antonio Maida, Hugo Del Carril (quien debuta en el disco), Juan Alessio, Horacio Lagos, Lita Morales y el destacado músico y cantor uruguayo Romeo Gavio (Romeo Gavioli).