Juan de Dios Filiberto

Nombre real: Filiberti, Oscar Juan de Dios
Seudónimo/s: Oscar de Ramenti
Guitarrista, armonista, pianista, compositor y director
(8 marzo 1885 - 11 noviembre 1964)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Néstor Pinsón

n la historia de la música abundan personajes que careciendo de educación, casi iletrados, y sin nada que lo presagie, construyen una obra profunda e insoslayable, que se convierte en un clásico de la música.

En el tango hay varios ejemplos, pero el caso de Filiberto se destaca por diversas razones. Sus modos eran toscos, elemental su comportamiento y fue un rebelde a ultranza, que hasta los 24 años de edad careció de conocimientos musicales.

El mismo se define diciendo: «El único gran factor para la música es tener sentimentalismo innato».

Fue un creador de música criolla y dentro de ese género incluyó al tango. Muchos de sus temas, pese a tener en el pentagrama la notación tanguera, resultaban al escucharlos una estilizada fusión con aires folklóricos.

El decía al respecto: «Mi música es muchas cosas juntas, pero sobre todo sentimiento. Claro que en arte no basta sentir, hay que saber expresar. El arte cerebral elaborado en frío, en base de técnicas rígidas y fórmulas hechas, no es de mi cuerda. Para mí la técnica es un medio y no un fin en sí misma. Las técnicas se aprenden pero el fuego sagrado nos tiene que salir de adentro».

Continúa diciendo: «...Cada obra hay que juzgarla dentro del plano en la que la realizó el autor y no sacarla de allí para llevarla a planos que no le corresponden. Los que no proceden así, hacen una crítica de mala fe. Pero a mi no me interesan las críticas de los amargados y los descreídos».

Respuesta contundente para quienes lo criticaron, que sin duda habrán sido muchos. Uno debe ubicarse en su época y entender la sorpresa, y en algunos casos el rechazo, que habrá provocado entre los tangueros tradicionalistas. Algo similar le ocurrió a Julio De Caro, pero hoy nadie lo discute y fue aceptado. También podríamos poner el ejemplo de Piazzolla, con quien los tradicionalistas se ensañaron y no dudan en calificarlo como un detractor del tango.

Creador de tangos exitosos internacionalmente, su música se la llamó canción porteña y esta devino del barrio en el que nació y se crió y vivió toda su vida.

El barrio de La Boca (situado en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires), aún hoy es un barrio típico y particular, de los que suelen estar recorridos por grupos de turistas. Pero a fines del siglo pasado, arrinconado contra el río, era un arrabal poblado de italianos, en especial genoveses y criollos, gauchos y gente de campo. El arrabal era una línea que separaba la ciudad del campo y ambos se confundían en sus gustos y costumbres. La misma música se destacaba a uno y otro lado y los ritmos tradicionales, llámense tonadas, estilos, huellas, triunfos, vidalas confluyeron en el espíritu creativo de Filiberto fusionándose con el tango, que éste escuchó y mamó desde su propia creación.

Alguien dijo que fue el creador de la canción porteña, lograda de acuerdo con las reglas del arte y sin el ensañamiento arrabalero que suele encontrarse en los tangos de otros autores. Su música fue un género nuevo, netamente porteño, que sumó al suburbio con el campo.

Fue al colegio hasta los nueve años, su mala conducta le impidió continuar y tuvo que comenzar a trabajar. Fue aprendiz de varios oficios y cadete de comercio. Por sus trece o catorce años era temido y respetado entre los muchachos de su edad, era el pesado (guapo, peleador), luego trabajó como estibador en el puerto y se hace anarquista.

Con un grupo de camaradas crean un conjunto musical llamado Orfeón Los del Futuro. Por entonces un amigo le regala una entrada para presenciar la representación de la ópera La Gioconda, de Ponchinelli, en el Teatro Coliseo. Al día siguiente, opinó que el tenor y la música marchaban por caminos diferentes, no existía armonía entre ellos. A raíz de este comentario un amigo le espetó que el no entendía nada de música. Y era cierto. Esas palabras lastimaron su amor propio, porque si bien no sabía de música, la llevaba en el alma, por naturaleza y por oído musical. «En ese momento decidí mi futuro», dijo.

Consigue trabajo como ayudante de maquinista en el Teatro Colón y allí escucha y conoce a Beethoven a través de la novena sinfonía. «Fue mi Dios musical».

A partir de este momento, y con veinticuatro años, se inscribe en el conservatorio para estudiar violín, teoría y solfeo. Después estudió armonía y consiguió una beca para ingresar en el conservatorio dirigido por el maestro Alberto Williams, donde recibe clases de contrapunto, piano y guitarra.

Por razones de salud y aconsejado por José Ingenieros, su médico y amigo, viaja a la ciudad de Guaymallén en la provincia de Mendoza (ubicada a mil kilómetros de Buenos Aires al oeste de la República Argentina, al pie de la cordillera de los Andes y famosa por sus vinos).

El nombre de aquella ciudad le da título su primera composición, “Guaymallén”, realizada en homenaje a un grupo de amigos. Es un tango, pero él mismo hace una aclaración: «El indio nada tiene que ver con el tango, pero yo quería que mi primera pieza musical llevara un nombre autóctono. Con eso quise significar el carácter nativista del nuevo músico argentino que acababa de surgir».

Recién tuvo orquesta propia en 1932 y la llamó Orquesta Porteña, agregando a los habituales instrumentos tangueros, el clarinete, la flauta y el armonio. Esta orquesta es parte del elenco de nuestra primera película comercial sonora, ¡Tango! (1933), donde aparece Filiberto dirigiéndola con sus poses y movimientos tan particulares.

Grabó para el sello Odeon veinticinco temas, entre 1932 y 1936. Y entre 1941 y 1959, veinte temas más para el sello Victor, casi todos ellos instrumentales.

Fueron sus vocalistas Patrocinio Díaz y más tarde se suma Jorge Alonso.

En octubre del año 1938, la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires crea la Orquesta Popular Municipal de Arte Folklórico, y le ofrecen a Filiberto su dirección. Esta formación tenía más de veinte músicos y dura hasta 1948. En ese año un decreto presidencial la sustituye por la Orquesta de Música Popular, con cuarenta músicos, continuando Filiberto con la responsabilidad de dirigirla. A partir de la dictadura militar que derrocó al gobierno del presidente Perón, en 1956, nuevamente le cambian el nombre por el de Orquesta de Música Argentina y de Cámara.

Diez años después de su muerte, y en su honor, nace la Orquesta Nacional de Música Argentina «Juan de Dios Filiberto» que fue dirigida, entre otros, por los maestros José Rosa, Osvaldo Requena, Osvaldo Piro y Atilio Stampone.

Otro rasgo interesante de su vida fue su permanente lucha en defensa de los derechos intelectuales, impulsando y defendiendo la Ley de Derecho Autoral y más tarde contribuyendo a la creación de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC), de la cual fue socio fundador.

Fue un compositor genial, sus temas se popularizaron en todo el mundo y son paradigma de la música argentina. Después de “La cumparsita” y algunos temas de Gardel sus tangos son los más famosos. Valgan como ejemplo “Caminito” (1926), “Quejas de bandoneón”, “El pañuelito” (1920) y “Malevaje” (1928).

Carlos Gardel grabó dieciséis temas suyos: “Amigazo”, “Amor [d]” (shimmy), “Caminito”, “Clavel del aire”, “Compañero”, “Cuando llora la milonga”, “El besito”, “El pañuelito”, “El ramito”, “La cartita”, “Langosta”, “La tacuarita” (zamba), “La Vuelta de Rocha”, “Malevaje”, “Mentías” y “Yo te bendigo”.