Ingresar
Registrarse
Español
English
Deutsch
Português
Sitio declarado de
Interés Nacional
Toggle navigation
Las Obras
Los Creadores
Carlos Gardel
El Baile
Las Crónicas
La Comunidad
La Filmoteca
Cátulo Castillo
Nombre real: González Castillo, Ovidio Cátulo
Poeta, letrista, compositor y director
(6 agosto 1906 - 19 octubre 1975)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
TEMAS AQUÍ MENCIONADOS
Anoche
Tango
Burbujas
Tango
Caminito del taller
Tango
Caserón de tejas
Vals
Che bandoneón
Tango
Color de barro
Tango
Corazón de papel
Tango
Desencuentro
Tango
Dinero, dinero
Tango
Domani
Tango
El aguacero (Canción de la Pampa)
Tango
El circo se va
Tango
El patio de la Morocha
Tango
El último café
Tango
El último farol
Tango
La cantina
Tango
La madrugada
Tango
La última curda
Tango
La violeta
Tango
Maleza
Tango
Malva
Tango
María
Tango
Organito de la tarde
Tango
Papel picado
Tango
Para qué te quiero tanto
Tango
Patio mío
Tango
Perdóname
Tango
Pobre Fanfán
Tango
Rincones de París
Tango
Se muere de amor
Tango
Silbando
Tango
Sin ella
Tango
Tango sin letra
Tango
Te llama mi violín
Tango
Tinta roja
Tango
Una canción
Tango
Una vez
Tango
Ventanal
Tango
Viejo ciego
Tango
Volvió a llover
Tango
CREADORES AQUÍ MENCIONADOS
Alberto Marino
Ángel Maffia
Aníbal Troilo
Anselmo Aieta
Armando Pontier
Astor Piazzolla
Atilio Stampone
Carlos Figari
Carlos Gardel
Carlos Viván
Cátulo Castillo
Charlo
Edmundo Rivero
Elvino Vardaro
Emilio Barbato
Enrique Cadícamo
Enrique Delfino
Enrique Munné
Enrique Santos Discépolo
Héctor Stamponi
Homero Expósito
Homero Manzi
Horacio Deval
Horacio Salgán
Jorge Casal
José González Castillo
José María Contursi
Juan Larenza
Oscar Alonso
Osmar Maderna
Osvaldo Pugliese
Pablo Moreno
Pedro Maffia
Roberto Goyeneche
Sebastián Piana
Venancio Clauso
Por
Julio Nudler
ecorrió con sus letras los temas que siempre obsesionaron al tango: la dolorosa nostalgia por lo perdido, los sufrimientos del amor y la degradación de la vida. No tuvo en cambio espacio para el humor ni para el trazo despreocupado, y tampoco para el énfasis rítmico de la milonga. La palabra último figura en varios de sus títulos, como dando testimonio de ese desfile de adioses que atraviesan sus letras, donde hay siempre compasión por quienes padecen y un frecuente recurso al alcohol como fuga. Cátulo no se dio, como letrista, un perfil definido, en lo cual se parece más a
Enrique Cadícamo
que a
Homero Manzi
. No alcanza a menudo la calidad poética de éste ni el lacerante poder de observación de
Enrique Santos Discépolo
, pero enalteció al género con una obra vasta e influyente, siendo también notable su aporte como compositor.
Aunque su obra de músico no sea la que nos ocupa en esta semblanza, es justo recordar que, en su juventud, Cátulo concibió páginas de gran hermosura, varias de las cuales llevaron letra de su padre,
José González Castillo
, talentoso comediógrafo y dramaturgo de ideas anarquistas, que hasta debió exiliarse por unos años en Chile, llevando a su pequeño hijo, para escapar de la represión. Tangos como el imperecedero “
Organito de la tarde
” (que concibió cuando contaba 17 años), “
El aguacero (Canción de la Pampa)
”, “
Papel picado
”, “
El circo se va
” y “
Silbando
” (en colaboración con
Sebastián Piana
) dan cuenta del único caso de semejante comunión creadora entre padre e hijo en la historia del género. También con otros letristas escribió páginas trascendentes, como “
La violeta
”, con el poeta Nicolás Olivari; “
Corazón de papel
”, con Alberto José Vicente Franco, o “
Viejo ciego
”, con Manzi (y en colaboración con Piana), entre otras. Un dato asombroso es que Cátulo haya podido ser, al mismo tiempo que inspirado músico y poeta, un boxeador de renombre, que llegó a conquistar el título de campeón argentino de peso pluma.
El compromiso político con los explotados inspiró una de sus obras tempranas, “
Caminito del taller
”. Ese tango, que
Carlos Gardel
grabó en 1925, le pertenece a Cátulo en letra y música. Describe en él, con enorme sensibilidad, el triste destino de una costurerita enferma, a la que observa pasar rumbo al trabajo en las mañanas invernales con su fardo de ropas. Así como creó con ésta una composición clave dentro del tango de protesta social, Cátulo también aportaría obras emblemáticas para otras tesituras.
Tal el caso de “
Tinta roja
”, de 1941, con música de Piana, donde se funden en la añoranza el barrio y la propia infancia. «¿Dónde estará mi arrabal? ¿Quién se llevó mi niñez?», pregunta su protagonista. De ese mismo año, y de la misma pareja autoral, es “
Caserón de tejas
”, un hermoso vals que llora las mismas pérdidas y, dentro del repertorio de compás ternario, es también una obra sobresaliente.
De otro carácter es “
María
”, con música de
Aníbal Troilo
, creado en 1945. Poema intensamente romántico, que evoca un amor encerrado entre dos otoños, puede ser elegido para representar toda aquella corriente sentimental que bañó al tango durante la década de los 40, con influencia del bolero y con el papel protagónico del cantor de orquesta, que seducía al público femenino con su voz, sus temas y su estampa. Aunque el amor sigue siendo fuente de penas y sinsabores, ya no hay en estas historias perversidad ni traiciones. Su lugar suele tomarlo el misterio: «Un otoño te fuiste, tu nombre era María, y nunca supe nada de tu rumbo infeliz...», versea Cátulo.
Aunque haya sido un letrista decisivo en aquellos años, el liderazgo poético del género lo alcanzaría recién en la década del 50. Es preciso recordar que en 1951 murieron Discépolo y Manzi, que Cadícamo había reducido mucho su producción, como también ocurrió con
José María Contursi
, y que sólo
Homero Expósito
, entre los máximos nombres de las letras tangueras, intentaba renovarse a sí mismo, aunque su mejor inspiración ya había pasado. Claramente, fue Castillo quien dominó el panorama y tuvo el mérito de abrir nuevos caminos, que sin embargo se irían borroneando con la declinación que sufrió el tango desde finales de aquella década. Por otro lado, los vanguardistas, con la magna excepción de
Astor Piazzolla
, concentraban su interés en el tango instrumental.
Aunque Cátulo siguió escribiendo en la línea evocativa, con tangos como “
Patio mío
”, “
El patio de la Morocha
” o “
El último farol
”, lo mejor de su nueva producción no estuvo allí. Cerca ya de sus cincuenta años, sus letras comienzan a expresar una actitud desesperada ante la vida. Es con esos tangos de la desesperación, impregnados de sensualidad y de filosofía, que construye el último apogeo poético del género, irguiéndose por encima de sus contemporáneos. “
La última curda
”, de 1956, con música de
Aníbal Troilo
, es probablemente el tango cantado más trascendente de esa década. Como había hecho Manzi en 1950 en “
Che bandoneón
” y otros letristas en tantas otras piezas anteriores, Castillo dialoga con ese fuelle de «eco funeral» donde residen los secretos del tango y de la existencia. Olvido, condena, fracaso, alcohol, aturdimiento son los elementos de esa conversación sombría, que define a la vida como «una herida absurda». Las versiones iniciales que grabó el cantor
Edmundo Rivero
, en 1956 con Troilo y en 1957 con
Horacio Salgán
, son de una rara perfección. Una lectura diferente pero asimismo memorable es la registrada en 1963 por
Roberto Goyeneche
, también con Troilo.
Otros tangos fundamentales de aquella etapa fueron “
Una canción
” (1953), con música de Troilo; “
Anoche
” (1954), con
Armando Pontier
, y “
Perdóname
” (1954), con
Héctor Stamponi
, tres obras mayúsculas que motivaron excelentes versiones (por voces tan destacadas como las de
Alberto Marino
,
Horacio Deval
,
Charlo
,
Jorge Casal
,
Pablo Moreno
u
Oscar Alonso
, entre otras). El drama de los inmigrantes italianos le inspiró piezas de gran relieve, como “
Domani
” (1951), con
Carlos Viván
, y “
La cantina
” (1954), con Troilo. Ya en los años 60 forjó importantes éxitos con el áspero “
Desencuentro
” (1962), con Troilo, y el más convencional “
El último café
”, con Stamponi.
Con estas menciones no se agota la extensa obra creativa de
Cátulo Castillo
. Para evitar que queden innombrados en esta semblanza, citamos otro número de excelentes tangos con los que enriqueció los mejores repertorios: “
Se muere de amor
” (con
Pedro Maffia
), “
Color de barro
” (
Anselmo Aieta
), “
Dinero, dinero
” y “
Malva
” (
Enrique Delfino
), “
La madrugada
” (
Ángel Maffia
), “
Te llama mi violín
” (
Elvino Vardaro
), “
Una vez
” (
Osvaldo Pugliese
), “Naná” (
Emilio Barbato
), “
Para qué te quiero tanto
” (
Juan Larenza
), “
Rincones de París
” y “
Volvió a llover
” (
Osmar Maderna
), “
Burbujas
” (
Carlos Figari
), “
Maleza
” (
Enrique Munné
), “
Pobre Fanfán
” (Delfino/Barbato), “
Ventanal
” (
Atilio Stampone
), “
Tango sin letra
” (
Venancio Clauso
) y “
Sin ella
” (
Charlo
). La amplia y sobresaliente nómina de compositores con los que colaboró confirma el compromiso de Cátulo con el mejor tango.
Mapa del sitio
Las Obras
Letras de tango
Tango música
Partituras de tango
Los Creadores
Músicos de tango
Letristas de tango
Cantores de tango
Cancionistas de tango
Compositores de tango
Quienes somos
Colaboradores
Contacto