Francisco García Jiménez

Nombre real: García Jiménez, Francisco
Seudónimo/s: Joe Francis
Poeta y letrista
(22 septiembre 1899 - 5 marzo 1983)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Julio Nudler

omo ocurrió con Homero Manzi o Enrique Santos Discépolo, también Francisco García Jiménez, nacido en Buenos Aires, hizo muchas cosas en su vida: fue periodista, comediógrafo, guionista de cine e historiador, pero debe su prestigio y perduración a las letras de tango que escribió. En 1920, cuando el tango canción daba todavía sus primeros pasos, asombró con “Zorro gris”, ambicionada prenda en la que la muchacha de cabaret abriga el frío de su alma. En esos magníficos versos ya está presente el poeta culto, preciso y refinado que se prodigará en decenas de tangos inolvidables.

Siempre adelantado a sus contemporáneos, en 1925 revolucionó todo lo conocido con “Suerte loca”, de un barroquismo que mostraba a la par su magistral manejo del lenguaje y la claridad de sus ideas, pues nunca dejaba que la dificultad de versificar torciera su propósito, en este caso la confección de un manifiesto de hondo escepticismo, estructurado en base a metáforas referidas al juego de naipes. Engarzada esta letra ejemplar en la magnífica pieza musical escrita por el bandoneonista Anselmo Aieta, el resultado es un tango de irresistible seducción.

El caso de “Barrio pobre” es también singular. Escrito sobre música del cantor y guitarrista Vicente Belvedere, alcanzó sostenido éxito a partir de los años 40, en especial por la versión de Carmen Duval con el acompañamiento de Argentino Galván. La avanzada concepción de esta obra provoca incredulidad en quienes se enteran de que fue escrita en 1926. Parece también increíble que Carlos Gardel no la haya cantado.

En 1928, Aieta y García Jiménez presentaron “Alma en pena”, un tango de rara perfección. En éste el letrista compone una escena auténticamente teatral, con un abandonado amante que, al pie del balcón de su amada, recoge como una limosna las promesas de gloria que ahora ella dirige a otro. Con estos versos, poética y argumentalmente impecables, García Jiménez alcanzó la cumbre de su arte. Muchos más tangos escribiría aún, algunos de ellos excelentes, pero ya no podría superarse. Sin haber cumplido aún 30 años había dado lo mejor de sí.

Para José Gobello, García Jiménez fue un buen poeta que se malogró componiendo letras para músicas previas. Casi todas sus letras delatan —dice— una laboriosa suma de palabras exigida por la melodía. Esto es dolorosamente cierto en los versos de “La última cita”. Sin embargo, nuestra impresión es que García Jiménez logró lo que para otro hubiese sido imposible: adosar a esa hermosa pero indócil pieza de Agustín Bardi una letra que no suena forzada sino natural, y que hubiera podido existir independientemente de la melodía. Por eso mismo ha podido ser entonada con tanto acierto por varios vocalistas.

García Jiménez recurrió sólo excepcionalmente al lunfardo, siendo “Lunes”, de 1929, con su aguda pintura social, y “Farolito de papel”, de 1930, con sus soberbias metáforas, sus letras de gran éxito en las que más apeló a él.

Letrista erudito y pulido, no se distinguió en general por su hálito popular ni por su calidez. Prefirió la construcción impecable de sus versos, los sentimientos sublimados y esa distancia que suaviza los contornos. Esto favorecía la belleza de sus imágenes, como ocurre en el vals “Palomita blanca” o en el tango “Rosicler”, tan impregnados de imaginación poética. En otras ocasiones, el poeta dejaba paso al argumentista, como sucede en “Carnaval” o en “Siga el corso”. Por momentos romántico, como en “Tus besos fueron míos”; nostálgico, como en “Malvón”, o simplemente humano, como en “Mamboretá”, García Jiménez pertenece a ese grupo de inspirados creadores a los que debemos que la letra de tango no desmerezca a su música.

Su obra incluye muchos otros tangos de gran valor, entre los cuales pueden destacarse “Bajo Belgrano”, “Entre sueños”, “Mariposita”, “Ya estamos iguales”, “Tiempo” y “Anteayer”.