Por
Néstor Pinsón

ocalista de la hornada del cuarenta, que reúne todas las características del típico cantor de orquesta, integrándose a la misma como un instrumento más. Su estilo romántico, su voz dulce y su afinación lograron que el éxito le llegara siendo muy joven. Pero también fue un estudioso que nunca abandonó el cuidado de su voz y que, además, se formó musicalmente, a tal punto que fundó su propio conservatorio, por donde pasaron importantes figuras de la canción nacional.

Nació en la ciudad de Buenos Aires, su madre era una tucumana llamada Rosa y su padre Manuel, español, trabajador ferroviario, quien, a raíz de su empleo, es trasladado a Tucumán donde conoce a la que sería su esposa. Muchos años después, ya jubilado, trabaja de casero en la escuela-museo Pedro de Mendoza, que fuera hogar del pintor Quinquela Martín, frente al Riachuelo, en el barrio de la Boca.

Por un consejo de la cancionista santiagueña Martha de los Ríos, estudia canto con el profesor Ricardo Domínguez, con quien estuvo desde los diez a los veintitrés años.

Tenía quince años cuando se inscribió en un concurso multitudinario, con 12 mil participantes, en Radio Belgrano y auspiciado por la revista Radiolandia y gana en el rubro «cantantes varones». El premio consistió en seis meses de actuación en esa radio.

Alberto Cosentino y Oscar Rubens lo vinculan al pianista y director Osmar Maderna, con quien llega al disco el 21 de julio de 1949, con el vals “Pequeña”. La placa tuvo un éxito extraordinario, a tal punto que, en los primeros meses, se registran en el mundo ciento veinte versiones de ese tema.

Ya en ese momento Héctor cambia su nombre verdadero por su actual nombre artístico. Sobre esto hay una anécdota: el cantor y su familia vivían en un inquilinato y ocupaban la sala que daba a la calle. Un vecino italiano, que se ganaba la vida vendiendo pescado en la calle, lo escuchaba siempre cantar. Y un día le comenta a su esposa: «¡Qué bien canta el hijo de la Rosa!» Al enterarse el cantor, le propone a Maderna el seudónimo Héctor de la Rosa, que al director le parece pomposo y lo cambia por el definitivo, Héctor De Rosas.

El 14 de diciembre de 1949, registra “Divina” y comienza a ganar mucho dinero y puede comprar una casa para sus padres.

Abandona la orquesta tentado por el director Pedro Laurenz, quien le ofrece el doble de lo que ganaba hasta entonces. Esta relación duró poco y, a principios de 1951, se incorpora a la orquesta de Florindo Sassone, en ella actúa unos meses, para luego pasar a la orquesta de Eduardo Del Piano. Con ella graba nuevamente en diez oportunidades, la primera el tango “No me pregunten por qué”, el 17 de septiembre de 1951, y la última “Remembranza”, el 26 de mayo de 1955, haciendo, en tres oportunidades, dúo con Mario Bustos.

En 1958 ingresa en la orquesta de Osvaldo Fresedo y canta en los bailes de Carnaval y en un espacio radial, Los Lunes de Cleveland.

El director Roberto Caló, como si se tratara de un jugador de fútbol, no sólo le ofrece un sueldo mejor sino que le paga una prima por la transferencia y Héctor De Rosas decide aceptar. Con Roberto Caló graba en nueve oportunidades, haciendo dúo en cuatro temas con el mendocino Rodolfo Galé.

En esta etapa tiene otro éxito perdurable, que, por pedido del público, debe cantar permanentemente hasta sus últimos días el tango “Rosa de fuego”. Lo curioso es que el tema fue propuesto por Caló y al cantor no le gustaba nada, porque no correspondía a la línea romántica a la cual estaba acostumbrado.

Este tango lo grabó en tres oportunidades: el 19 de junio de 1957, con Caló, lo vuelve a grabar en 1964, con José Basso y como solista, en 1978, acompañado por guitarras y bandoneón.

Más tarde graba con José Basso (1964, 11 grabaciones), con la Orquesta Símbolo Osmar Maderna, dirigida por Aquiles Roggero (1968, 2 grabaciones), y, como solista, con las guitarras de Carlos Peralta, Juan Carlos Gorrías, Ferreyra y el bandoneón de Juan Carlos Bera (1978, 12 grabaciones), con la orquesta típica de Raúl Luzzi (1978, 2 temas) y, finalmente, con el conjunto del violinista Roberto Gallardo (1986, dos grabaciones).

En 1959 formó una orquesta propia compartiendo el rubro con el bandoneonista Celso Amato con la que actúa en Radio Splendid. En la misma cantaron: Fontán Luna, Jorge Sobral, Carlos Yanel, Tito Reyes y su ex compañero Rodolfo Galé.

Dejamos para lo último su relación con Astor Piazzolla, por la importancia que tuvo en esta etapa de su carrera. El propio Astor dijo que, cuando formó el quinteto, buscó los mejores músicos, pero le faltaba el cantor. Según Astor, «fue De Rosas un cantante pulcro y cuidadoso. No era una voz calenturienta, nunca le molestó la música que yo escribía. Estuvo por encima de Lavié y Trelles, porque De Rosas era otra cosa, un instrumento más, una flauta, ponía la voz justo donde debía ir».

Julio Nudler, investigador minucioso de la obra de Piazzolla, declaró: «En el tango de vanguardia, la suprema conjunción han sido Piazzolla-De Rosas».

En 1960 graba para el sello Telefunken, con el Quinteto de Astor, “Nostalgias” y “Por la vuelta”, y después, hasta 1963, nueve temas más. También participó en la operita “María de Buenos Aires”, actuando en el desaparecido Teatro Planeta. Pero en Buenos Aires no tuvo la trascendencia que tuvo en otros países.

Héctor De Rosas fue toda su vida un hombre que comprendió que la voz debía trabajarse y educarla permanentemente. Estudió guitarra y música. Fue profesor de canto, una de sus primeras alumnas se convirtió en su esposa y madre de sus hijas. Fue profesor de Marty Cosens, Rubén Juárez y María Garay, entre otros.

Compuso el vals peruano “Un amor que no siento”, el vals “Iremos al lago” y el tango “Salgo a buscar la calle”.