Por
Néstor Pinsón

ecorriendo revistas especializadas de los años cincuenta y sesenta se encuentran los siguientes adjetivos que calificaban a Elsita Rivas: «La temperamental cancionista», «La recia figura de...», «La dramática intérprete de nuestro tango», y otros tantos. Y no se han equivocado, ese fue su estilo y lo fue hasta sus últimas presentaciones.

Puntualmente la evoco entre los años 1954 y 1957. Primero cuando debuta en Radio El Mundo acompañada por la orquesta estable de la emisora. Y luego un hecho poco usual en la orquestas de tango, ser «una» de los cantores habituales de una de las más importantes de la década anterior, la de Ricardo Tanturi.

Edgardo Donato fue el primero que confió en una cantante estable cuando contrató a Lita Morales junto a los muchachos Horacio Lagos, pareja de Lita y el uruguayo Romeo Gavioli. Al poco tiempo se originó un triángulo amoroso que buenos problemas le trajo al creador de “A media luz”.

En 1956 Ricardo Tanturi, luego de varios años de inactividad retornó al ruedo artístico, integrando a Elsa en su elenco de voces. Sus compañeros fueron Juan Carlos Godoy al que enseguida se agregaría Horacio Roca. Los músicos de la nueva formación fueron Ermando Posadas (piano), Héctor Gondre, Raúl Iglesias, Juan Acetone, Horacio Perri y Ezequiel Esteban (bandoneones); Vicente Salerno, Alberto Taido, Milo Dojman y Eduardo Salgado (violines); Natalio Berardi (contrabajo). Solamente registró seis temas entre octubre de 1956 y septiembre del año siguiente, que fueron: “Besos brujos”, “Muriéndome de amor”, “Provinciana linda”, en trío de voces con sus compañeros y nuevamente solista en “Pa’ que sientas lo que siento”, “Que Dios me castigue” y “Todo por un amor”.

Sus comienzos fueron como el de tantas chicas, fue una niña precoz en el canto, de allí que por muchos años la mencionaran como Elsita. Recién ingresada al colegio primario ya era requerida para los festivales escolares. Pocos años después, pero aún en edad escolar, se presenta en radio y a los quince años ya actúa profesionalmente en diversos locales céntricos como el recordado La Querencia, acompañada por un pequeño conjunto dirigido por Alejandro Scarpino. Transita el circuito habitual actuando en numerosos locales y clubes de Buenos Aires y en ciudades del conurbano, hasta llegar a Radio El Mundo e integrar la orquesta de Tanturi.

El tango vive sus últimos años de gloria a fines de la década del cincuenta, cuando para los carnavales, los grandes clubes eran desbordados de público: River, San Lorenzo, Comunicaciones y muchos otros. Es la época del apogeo de Héctor Varela con Argentino Ledesma y Rodolfo Lesica, con “Fumando espero” e “Historia de un amor” difundidos hasta el hartazgo. Es la época que aún se forman nuevos conjuntos tal el caso de Fulvio Salamanca que llega al disco en 1957 y hasta se atreve a tener éxito con la «innovación» si se quiere, de presentar según los temas, los violines tocando al unísono. Es el fin de una época.

Un productor le propone mejor cachet y mayor difusión. Forma rubro con Roberto Rufino que viene reapareciendo otra vez y la orquesta de Leopoldo Federico. La duración de la nueva propuesta duró muy poco pero con Leopoldo vuelve al disco en 1959. Graban seis temas: “Dame mi libertad”, “Y lo mismo te perdí”, “A tu memoria madrecita” (vals), “Más fuerte que yo”, “Como nadie te ha querido” y nuevamente “Besos brujos”.

También actúa y graba con una orquesta formada al efecto por Juan José Paz. Hizo cinco registros: “Hasta siempre amor”, “En esta tarde gris”, “Juana Tango”, “Ventanita florida” y un gran éxito “Quién tiene tu amor”. El autor Leopoldo Díaz Vélez me relató lo siguiente. Primero nació la letra, tiempo después de un amor perdido. Más tarde, ya compuesta la música, se lo ofrecí en el Richmond de Suipacha a Elsa Rivas que actuaba allí. Lo estrenó enseguida, rápidamente fue incorporado al repertorio de otras orquestas luego grabado en otros ritmos y con notable repercusión en países de América.

Una anécdota: un día se le presentan dos personas enviadas por un sello grabador boliviano. Pedían autorización para llevarse la versión de Argentino Ledesma de “Quién tiene tu amor” pero éste no lo había grabado. Lo querían para acoplarlo con ese extraño pero atractivo tango titulado “Illimani”, inspirado en la montaña boliviana, obra del autor Néstor Porto Carrero. Hubo idas y vueltas, se ofrecieron otros tangos, los representantes hablaron a su país por alguna solución, pero no la había. El tango debía ser “Quién tiene tu amor” o nada. Como pretendían 10.000 placas no quisieron perderse el negocio y de apuro el Negro Ledesma lo grabó con la orquesta de Jorge Dragone y todos contentos.

El camino de Elsita continuó por las vías normales: presentaciones en público, radios, programas de televisión y giras por Uruguay, Chile y en 1973 Colombia, formando parte de una embajada artística en la que estaban Armando Pontier, Hugo Del Carril, el casi local Armando Moreno —El Niño— y otros. Pero la más importante posiblemente haya sido la que en 1967 la llevó a Japón con Los Señores del Tango, con quienes luego registra para un sello de aquel país: “Adiós pampa mía”, “Caminito”, una selección de tangos de Discépolo y una canción japonesa en ritmo de tango y cantada en japonés.

Brevemente estuvo vinculada al cuarteto Troilo-Grela y siempre como solista grabó acompañada por conjuntos dirigidos por Daniel Lomuto, Jorge Dragone, el Trío Yumba, Alberto Di Paulo y Víctor D'Amario. Sumó más de 60 grabaciones.