Eduardo Rovira

Nombre real: Rovira, Eduardo Oscar
Bandoneonista, compositor, director y arreglador
(30 abril 1925 - 29 julio 1980)
Lugar de nacimiento:
Lanús (Buenos Aires) Argentina
Por
Ricardo García Blaya

ncarar la semblanza de Eduardo Rovira es todo un desafío. Estamos en presencia de un músico inconformista que se despega del modelo tradicional buscando nuevas sonoridades y otros diseños estéticos para el tango. No es un obsesivo encaprichado simplemente en concretar una transgresión, es un músico que busca contribuir a la evolución musical para transmitir los sonidos de la ciudad que alberga al hombre de nuestros días, al ser contemporáneo.

Para Nélida Rouchetto, utiliza la estructura de la música de cámara y agrega: «Aplicó una constante en sus tratamientos que eran complejos, con superposiciones rítmicas tonales y atonales. Introdujo por primera vez en el género la combinación estructurada de las seriadas dodecafónicas... En sus tratamientos el contratiempo no existe, algo que fuera tan bien utilizado por Astor Piazzolla... En Rovira tiene principal significación los efectos del contrapunto...»

Pero más allá de lo técnico, Rovira es un músico distinto como lo es también Piazzolla. Entre ellos no hay elementos en común, ni influencias del uno con el otro. Son dos búsquedas que se desvinculan de casi todo lo anterior, pero que transitan caminos diferentes.

Fue admirador de la vanguardia decariana, de Orlando Goñi y de sus contraritmos, pero fundamentalmente de Alfredo Gobbi, en cuyo homenaje compuso dos temas: “El engobbiao” y “A Don Alfredo Gobbi”.

En su juventud fue bandoneonista y, en algunos casos arreglador, de las orquestas en que participó. Comienza en los albores del 40 con la de Francisco Alessio, continuó con la de Vicente Fiorentino y luego con la de Antonio Rodio. Es parte de la mítica y efímera orquesta de Orlando Goñi. Y en la segunda mitad de la década integró las formaciones de Miguel Caló primero y de Osmar Maderna después.

En 1949, dirigió la orquesta del cantor Alberto Castillo y conforme nos recuerda Oscar Del Priore, hizo el original arreglo de “Pobre mi madre querida”.

Luego de pasar por la agrupación de Roberto Caló, forma una orquesta para actuar en Radio Splendid, entre 1951 y 1952. También actúa con José Basso y en 1956 con Alfredo Gobbi.

En 1957, forma rubro con el cantor Alfredo Del Río y arman su propia orquesta con un estilo respetuoso del tango convencional y bailable. Al tiempo se separan y Rovira continúa con su formación, ahora con las voces de José Berón —hermano de Raúl— y Jorge Hidalgo. En 1958 alterna su trabajo actuando también como primer bandoneón y arreglador de la orquesta del gran pianista Osvaldo Manzi, con quien después arma un trío junto al contrabajista Kicho Díaz y la voz de Silvia Del Río.

Dos años más tarde, irrumpe con su Agrupación de Tango Moderno que define como diseñada para «el tango de la cintura para arriba», es decir, para escuchar sin bailar.

Estaba conformada por un solo bandoneón que ejecutaba Rovira, Osvaldo Manzi al piano, el primer violín a cargo de Reynaldo Nichele, acompañado en la fila por Ernesto Citón y Héctor Ojeda, Mario Lalli en viola, Enrique Lannoo en violoncello y en el contrabajo Fernando Romano.

Con Atilio Stampone y Nichele forman un trío que debuta en noviembre de 1965 en el escenario del local Gotán, donde actúan hasta 1970.

Finalmente, recala en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, donde fija su residencia. Allí participa en la orquestación de la Banda de la Policía provincial.

Rovira es un creador prolífico, compuso alrededor de 200 tangos y casi un centenar de piezas de música de cámara. De su obra podemos destacar: “A don Alfredo Gobbi”, “A don Pedro Santillán”, “A Evaristo Carriego” éxito de don Osvaldo Pugliese, “Azul y yo”, “Bandomanía”, “Contrapunteando”, “El engobbiao” ejecutado magistralmente por el propio Gobbi, “El violín de mi ciudad”, “Febril” para mí su tema más representativo, “Majomaju”, “Milonga para Mabel y Peluca”, “Opus 16”, “Pájaro del alma”, “Preludio de la guitarra abandonada”, “Que lo paren”, “Sanateando”, “Sónico” su otra pieza emblemática, “Tango en tres”, “Tango para Charrúa”, “Tango para Ernesto” y “Taplala”.

En un reportaje para el diario La Prensa en julio de 1969 se le pregunta que es el tango: «El tango es una vivencia, es algo que representa la manera de vivir y sentir de cada uno». Más adelante se le inquiere sobre las nuevas tendencias: «El común de la gente piensa que el tango no es más que una danza, algo necesariamente bailable, cuando en realidad, ése es el aspecto más pobre del tango en el terreno musical. A mi me interesa llegar a la esencia del tango, a los enlaces armónicos, a la variación de sus rítmos, al desarrollo de las frases.»

A Piazzolla lo reconoce expresamente y lo ubica como el mejor músico del país, pero aclara: «Somos distintos, pero necesarios recíprocamente, aunque sea en el terreno del estímulo. Yo quiero mejorar lo que él hace, como quizá él quiera mejorar lo que hago yo. Ojalá hubiera más Piazzollas, pues la competencia nos haría rendir mucho más a los dos».

Estos conceptos definen la personalidad de un músico que arriesgó popularidad en función de una búsqueda evolutiva del género. Que se jugó con sus ideas musicales, sin fijarse a los costados, pero admitiendo sus raíces decarianas y aportando al tango su talento y su audacia creativa.

Murió joven, en la calle, a los cincuenta y cinco años de edad ,de un paro cardíaco frente a la puerta de su casa en La Plata.