Por
Abel Palermo

ue una de las voces interesantes del tango, al que quizás llegó una década más tarde —cuando el tango ya iniciaba su etapa declinante— pero su recuerdo permanecerá siempre entre todos aquellos que lo conocimos y gozamos de su compañía. Sus grandes condiciones vocales, su especial sentido interpretativo, su disciplina y responsabilidad en el cuidado de su voz, hicieron de él un gran profesional.

Tuve la suerte de compartir con Alfredo, durante dos años, las clases de vocalización con el querido maestro Digiorgio, en Ciudadela, pero fundamentalmente su amistad.

Fueron inolvidables las noches de la Richmond en los años 1955 y 1956, donde hablábamos mucho de canto, sobre todo de Carlos Gardel, pero también donde me confesara su gran admiración por Agustín Magaldi.

Seguramente, esa era la causa de su estilo magaldiano, aunque más tanguero. Sus versiones de “Triste destino” y “Disfrazados” certifican esta opinión.

Nació en el barrio de Parque Patricios, en la ciudad de Buenos Aires. Hijo de Eduardo Alfredo Pérez y Aurora Margarita Domínguez. Su padre guitarrero y cantor, no sólo le transmitió su vocación, además lo estimuló, lo acompañó y fue el mayor admirador de Alfredito.

A los 12 años de edad debuta en el histórico café de la calle Boedo El Arco Iris, en 1945 continúa en El Parque Goal, de la avenida de Mayo. Luego es requerido por el director Miguel Ángel Giordano.

En el año 1948 actúa con la orquesta de Enrique Alessio hasta que éste, en 1950, pasa a integrar como primer bandoneonista la orquesta de Juan D'Arienzo, en reemplazo de Héctor Varela.

A partir de entonces, prosigue su carrera como solista, hasta que el gran Pedro Laurenz, quien reaparece en 1952 con su orquesta, lo convoca, y con él llega al disco por primera vez, para el sello Odeón.

El 25 de junio de 1952, la orquesta graba el instrumental de Juan de Dios FilibertoQuejas de bandoneón”, y en el acople, “Cuando me entrés a fallar”, de José María Aguilar y Celedonio Flores, con la voz de Alfredo Del Río. Después seguirán: “La gayola” de Rafael Tuegols y Armando Tagini, “Puente Alsina” de Benjamín Tagle Lara y “Nunca es tarde (Todavía estás a tiempo)” de Eduardo Pereyra y Celedonio.

En octubre de 1954 se produce el acontecimiento más importante de su carrera, su incorporación a la orquesta dirigida por El violín romántico del tango, don Alfredo Gobbi, por la desvinculación del exitoso cantor Jorge Maciel, quien se había pasado a la orquesta de Osvaldo Pugliese. El otro vocalista de Gobbi era otro gran cantor: Tito Landó.

Esta orquesta fue admirada no sólo por sus seguidores, sino también por directores y músicos del tango, como los casos de Aníbal Troilo y Astor Piazzolla, quienes luego del fallecimiento de Gobbi, le dedicaran un tango cada uno, “Milonguero triste”, Troilo y “Retrato de Alfredo Gobbi”, Piazzolla.

La primera grabación fue en diciembre de 1954 para el sello Victor, con el tango de Arturo Gallucci y Raúl HormazaEl hijo cruel”. Pero el hecho que marcaría al binomio Gobbi-Del Río, ocurriría al día siguiente, cuando registraron un tema que durante muchos años sería favorito del público y del que se vendieron miles de ejemplares: “Triste destino”. Tango muy curioso, con una letra exótica que escapa a la temática común de los tangos y que pertenece a Agustín Magaldi, con la colaboración de su medio hermano Antonio Tello, y que el propio Magaldi, lamentablemente, no alcanzó a llevar al disco.

A partir de este momento, los discos del binomio tienen un gran éxito comercial. Luego vendrán dos obras maravillosas, de dos poetas contemporáneos, de alta sensibilidad y gran calidad poética: “Por una muñeca” de Manuel Barros y la milonga “A mis manos” de Julio Camilloni. Es de destacar que las melodías de esos poemas fueron compuestas por Emilio Balcarce y Alfredo Gobbi respectivamente.

Luego seguirán “Un tango para Chaplin”, y en el reverso a dúo con Tito Landó el vals “Que nadie sepa mi sufrir”, los tangos “Lágrimas de sangre”, “Te estaba esperando”, “Sin madre” y a dúo con Landó “Tuya” y el vals “El solitario”, siendo éste el último tema que graba en esta etapa con Gobbi.

A fines de 1956 es tentado, con un jugoso ofrecimiento económico, por el director Francisco Rotundo, y pasa a integrar su orquesta compartiendo el escenario con Enrique Campos.

Durante su paso con Rotundo dejó grabado para el sello Odeon “Dicha pasada”, un tema que estaba olvidado por los intérpretes y que, a partir de esta grabación, comienza a tener nuevamente vigencia en los repertorios de la mayoría de los cantores.

Otros registros fueron : “Destino de flor”, “Nunca es tarde” y el tango de Antonio Tello, de gran éxito en la década del 30 por el gran Agustín Magaldi, “Disfrazados”, en donde Alfredo realiza una interpretación memorable de gran calidad vocal.

A mitad de 1957 se desvinculó de Rotundo y junto al bandoneonista Eduardo Rovira, quien a su vez se separa de la orquesta de Gobbi, formaron el rubro Del Río-Rovira. Se presentaron en Radio Splendid y grabaron para el sello Allegro, dejando impreso en el surco los tangos: “Frente al espejo” y “Yo quería ser feliz”, junto al instrumental de Astor PiazzollaBando”. Lamentablemente, funcionó poco tiempo, en los primeros meses de 1958 se disuelve la formación y Del Río vuelve a la orquesta «de sus amores», a la del querido maestro Gobbi.

Con Tito Landó vuelven a grabar las que serían las últimas piezas de una de las más brillantes orquestas de la historia del tango. Esta despedida se realizó en el sello Orfeo, en abril del 58 donde participa a dúo con Landó en el vals “Mi colegiala” y solo, en el hermoso tango “Dame tiempo”, de Alberto Podestá, Cristóbal Ramos y Francisco Yoni. En 1959 Landó abandona la orquesta y entra en su lugar Ángel Díaz El Paya, quien ya había estado en 1949.

En 1961, Alfredo es requerido por el maestro José Basso, para suplir a Alfredo Belusi. Con Basso graba tres temas, la milonga “Cobrate y dame el vuelto” y los tangos “Una historia más” y “Volver”, el otro cantor de Basso era El Tata Floreal Ruiz.

Son los tiempos, en que el trabajo del tango comienza a reducirse a pequeños espectáculos, a casas de comida y a algunas giras. Prácticamente desaparecen las grandes orquestas y la actividad de la mayoría de los cantores era escasa.

La crisis también le llegó a Alfredo. Sus actuaciones eran esporádicas. Hasta que el 21 de septiembre de 1978, próximo a cumplir los 46 años, un síncope se lo llevó de este mundo. Dos días antes había realizado la que sería su última actuación en el Club de los muchachos de Villa Madero, acompañado por el bandoneón de Eduardo Cortti y las guitarras de los hermanos Cordone. El último tema que cantó fue la milonga “La duda”, del guitarrista y payador Pedro Pombo.

Los temas grabados por Del Río fueron, 15 con Gobbi, 4 con Laurenz, 5 con Rotundo, 3 con Basso y 2 con Rovira.