Adolfo Carabelli

Nombre real: Carabelli, Adolfo Leandro
Pianista, compositor y director
(8 septiembre 1893 - 25 enero 1947)
Lugar de nacimiento:
San Fernando (Buenos Aires) Argentina
Por
Héctor Ángel Benedetti

n 1947 se apagaba la vida de quien fuera uno de los músicos de formación más completa que tuvo el tango, a la vez que uno de los menos valorados y ya por aquellos años disperso en el olvido; y esto último, quizá por decisión propia. Moría solo, en su casa de la ciudad de San Fernando, el otrora brillante pianista Adolfo Carabelli.

En esa misma localidad de la provincia había nacido el 8 de septiembre de 1893; en el mismo San Fernando que ya era cuna del poeta Verminio Servetto y que poco después lo sería de otro gran músico: Francisco Pracánico.

Desde muy pequeño Carabelli cursó estudios de piano, composición, armonía y contrapunto, siempre con una orientación exclusivamente clásica (la única que dictaban los conservatorios de aquellos años) y con la fortuna de recibir lecciones de los mejores profesores en cada especialidad. Hacia los quince años, convertido en un virtuoso de primer orden y ya con varios conciertos en salas de Buenos Aires, sus educadores consideraron que no tenían más para ofrecerle y le recomendaron que embarcase rumbo a Europa, para perfeccionar su instrucción bajo la tutela de los grandes maestros italianos de entonces.

Fue aceptado como alumno en el Liceo de Bologna, lo que significó un gran beneficio para la vocación del joven. Allí tuvo ocasión de cultivarse con Alberto D'Erasmo, Luiggi Torti y Ferruccio Busoni, creador de la ópera Doctor Fausto. Recibido de Maestro Compositor a los veintiún años, le esperaba un destacado porvenir como autor y concertista en el Viejo Continente; pero la inminencia de la Gran Guerra lo obligó a retornar a la Argentina y ya de nuevo en su país complementó su cultura académica con lecciones a cargo de Gianneo y Schiumma, otros dos reconocidos docentes activos por ese entonces.

En 1917, mientras integraba el Trío Argentina difundiendo música clásica, conoció al pianista Lipoff (que había llegado a Buenos Aires como acompañamiento de la bailarina Anna Pavlova) y tras este encuentro su carrera dio un giro substancial. Lipoff traía consigo amplios conocimientos de jazz; Carabelli quedó deslumbrado con esta expresión y a ella se volcó definitivamente. Formó un rubro instrumental primero con Lipoff y luego con el pianista danés Friederickson; de ahí en adelante, Carabelli aplicó todo su saber clásico en el ritmo norteamericano. La primera orquesta que dirigió fue bautizada River Jazz Band.

Condujo luego, a instancias de una radio porteña recién inaugurada, una orquesta que ya llevaba su propio apellido. Con ella llegó a grabar discos para la marca Electra. Dado lo defectuoso del sonido de este sello (el concepto de edición que tenían sus propietarios puede parecer «primitivo» para una época en la que coexistían grabaciones técnicamente muy avanzadas, como las que publicaba Victor o Nacional Odeon), hoy resulta difícil apreciar en su justa medida las características de este primer acceso fonográfico que verificó Carabelli; no obstante, constituyen un auténtico documento sonoro del jazz en este período, que llega hasta 1925 aproximadamente.

La verdadera amplitud de la capacidad de Carabelli queda registrada a partir de 1926, cuando Victor lo contrata para que asuma la dirección artística del sello, encargándole al mismo tiempo la formación de una orquesta que alterne el jazz con la música típica. Gracias a Carabelli, a partir de entonces el plantel de Victor se jerarquizó más todavía, logrando la incorporación de notables músicos y seleccionando un atractivo repertorio. A la vez, el desarrollo de las grabaciones ortofónicas consiguieron una calidad de audición insospechada apenas unos meses antes.

Sin embargo, en la orquesta de Carabelli tenían más cabida el jazz y otros ritmos que la música típica; y fue así hasta que a comienzos de la década del treinta comenzaron a aparecer más regularmente las grabaciones de tangos. Para 1931 el suyo era ya un conjunto netamente identificado con lo porteño, contando con ejecutantes como Federico Scorticati, Ciriaco Ortiz, Luis Petrucelli y Carlos Marcucci en bandoneones; Elvino Vardaro, Manlio Francia y Rossi en violines; su hermano Orlando Carabelli en contrabajo; y él mismo en piano, dirección y arreglos. De vez en cuando se incluían otros instrumentos para reforzar determinados sonidos o para lograr algunos efectos.

También pasaron por sus atriles Vicente Gorrese, Humberto Costanzo, Renato Zaffignani y Héctor Presas Cachito, por citar sólo unos pocos más. Entre los vocalistas estuvieron Charlo, Mercedes Simone, Carlos Lafuente, Luis Díaz, Alberto Gómez (bajo el seudónimo Nico) y el dúo Gómez-Vila, entre otros. Algunos discos se publicaban como Adolfo Carabelli y su Orquesta, otros como Adolfo Carabelli y su Orquesta Típica y otros como Adolfo Carabelli y su Jazz Band; este rótulo era indistinto para la agrupación, según se ampliara o no la formación instrumental para dar cabida a batería, pistón, fagot, serrucho, etcétera, según la exigencia de uno u otro ritmo grabado.

Entre los tangos más célebres de su orquesta típica figuran las auténticas creaciones que hizo de “Mi refugio” (1931), “Cantando” (1931, con el agregado vocal de Simone y Alberto Gómez a dúo); “Felicia” (1932), “Por dónde andará” (1932), “Inspiración” (1932), “Mar adentro” (1933), etcétera. También son recordadas algunas versiones con estribillo de tangos que normalmente se ejecutan de modo puramente instrumental, como “Rodríguez Peña” (1932) y “El trece” (1932). Entre sus interpretaciones de música internacional, se destacan el foxtrot “¿Cuál es su hobby?” (1931), la rumba “Negra consentida” (1932), el pasodoble “Soldadito del amor” (1934) y la canción que era éxito por Carlo Buti, aquí a la usanza local: “Vivir” (1935).

Sin figurar en las etiquetas, condujo también la célebre Orquesta Típica Victor. El talento de Carabelli otorgó una identidad reconocible a esta orquesta, ubicándola entre las mejores de su momento, y muchas veces empleando los mismos intérpretes que Carabelli convocaba para su formación propia.

Al igual que varias publicadas por Victor, y como la misma Orquesta Típica Victor que arreglara, la de Carabelli existía sólo para el disco; sus integrantes eran directores o miembros destacados de otros conjuntos y se reunían al sólo efecto de dejar grabaciones. Para sus actuaciones en público Carabelli dirigía otra orquesta, aunque más dedicada al jazz; con ésta obtuvo renombre durante los años treinta propalándose a través de varias emisoras, como LR4 Radio Splendid y LR6 Radio Mitre.

En el cine nacional participó en la musicalización de las películas De la sierra al valle (1938, dir.: Ber Ciani); Ambición (1939; dir.: Adelqui Millar); El ángel de trapo (1940, dir.: José Ferreyra) y Pájaros sin nido (1940; dir.: José Ferreyra).

Pero a partir de 1935 su serie de grabaciones comenzó a espaciarse, hasta que en el año 1940 dejó su último disco: el Victor 38.913, conteniendo el fox trot “Pero hay una melena” y el «pasodoble torero» “Manolito Bienvenida”. Se decía que un drama sentimental lo estaba afectando a un nivel tan profundo que todo en él declinaba irremediablemente. Terminó siendo despedido del sello Victor, y desde entonces sólo se dedicó a la enseñanza en su domicilio de San Fernando.

Alejado por completo del ambiente artístico, Carabelli murió el 25 de enero de 1947. Al día siguiente fallecía su vecino Servetto.

Antes de su redescubrimiento a mediados de los años noventa, en 1980 se reeditaron un par de sus grabaciones de tango en un long play evocativo titulado Las orquestas olvidadas; pero en su caso el olvido ya le había ganado en vida.