Por
Néstor Pinsón

gresado del Conservatorio Nacional de Música, se perfeccionó primero con el maestro Eduardo Velisone, luego armonía con Athos Palma, Juan Carlos Paz, Gilardo Gilardi, Teodoro Fuchs y en piano, con Ewin Erlich.

A comienzos de la década del cuarenta, Radio del Pueblo pretendía tener su orquesta estable, lo consiguió por un par de años. En ella figuraba como pianista un casi adolescente Osvaldo Manzi quien, más adelante, integraría —sin seguir un orden cronológico— las formaciones de Florindo Sassone, Miguel Zabala, Elvino Vardaro, Edgardo Donato, Manuel Buzón, Joaquín Do Reyes y Enrique Alessio.

Su primera experiencia como director de orquesta data de 1949 y fue fugaz. Se recuerda su paso por el Café Marzotto y entre los músicos que la integraron estaban Leopoldo Federico, Antonio Rossi y los cantores Roberto Ray y Oscar Larroca. Después, incursionó en el folklore y formó el grupo Los Pregoneros, junto a los guitarristas Neira, Vila y Castell.

Integró también las orquestas de Hugo Baralis y de Héctor Artola, con quien compuso algunos temas.

Entre los años 1953 y 1955, dirigió la orquesta de Alberto Marino, solamente para seis grabaciones y en forma intermitente, pues el cantor, en ese lapso, fue también acompañado por otros conjuntos y por guitarras.

En 1954 llegaría el momento más brillante de su carrera al ingresar a la orquesta de Aníbal Troilo, para ocupar el lugar que había dejado Carlos Figari. La relación se extendió hasta 1957. En ese lapso fue el pianista del Gordo Pichuco para todas sus presentaciones y grabaciones, participando en 29 registros. El primero fue el tango “Los cosos de al lao” de José Canet y Marcos Larrosa, con Jorge Casal, el último, otro tango: “Retirao”, de Carlos Posadas. Su lugar fue ocupado por Osvaldo Berlingieri.

Entre los años 1957 y 1959, participó en la formación de Osvaldo Pugliese como reemplazo de éste, solamente cuando por alguna contingencia no podía hacerse presente. De su paso por esta orquesta quedan sus declaraciones efectuadas para la revista Crisis (1975). Fue el último reportaje antes de su fallecimiento. Allí se explayó en forma halagadora para con el maestro. Dijo: «La suya fue una orquesta tanguera dirigida a lo bailable sin descuidar sus pretensiones armónicas. Fue y es un estudioso, no es un autodidacta, me consta. Está probada su capacidad técnica dentro de la música. Como compositor tiene hermosos tangos, los conocidos y una cantidad igual o mayor de composiciones desconocidas, porque las creaba y las dejaba ahí para quien las descubriera. Jamás lo vi con la obrita debajo del brazo ofreciéndola. En esta faceta se destacó en lo rítmico, pero sin dejar de ser un romántico. Todas sus composiciones tienen momentos donde se trasluce ese romanticismo».

En toda su carrera hay una búsqueda hacia un sonido distinto para el tango tradicional. Cuando en 1959 tuvo su segunda experiencia como director de orquesta, llevó como primer bandoneón y arreglador a Eduardo Rovira. Quedó el testimonio de un disco 78 rpm: “Febril”, del propio Rovira, donde se pueden apreciar las virtudes de ambos músicos en toda su magnitud. Se trata de un hermoso tango, excelentemente interpretado y con un arreglo del autor, que permite el lucimiento de las cuerdas con el ritmo marcado por el piano. En la parte final y muy breve, se destacan piano y bandoneón. El tema que está en el acople es “Dolor milonguero”, de Cobián y Cadícamo, con el cantor Fontán Reyes, de agradable y afinada voz, muy apropiada para los temas sentimentales, pero con suficiente carácter para afrontar compromisos de mayor fuerza.

En 1960 constituyó el grupo Los Cuatro, con Rovira y el contrabajista Kicho Díaz, para acompañar a la cancionista Silvia Del Río en algunas presentaciones en diferentes boites y en la televisión.

En esa década accedió definitivamente a la avanzada del tango. En su momento declaró: «Mi orientación musical es el swing rítmico, me gusta la música que hago mientras no lastime al buen sonido. Esta es una época —se refería ya al principio de los 70— donde muchos músicos están sin trabajo y otros, los que valen, lo tienen en demasía, y esto incluye a Juan D'Arienzo que, con más de cuarenta años de vigencia, formó una cadena que no se puede romper».

Fue el pianista del quinteto Nuevo Tango, de Astor Piazzolla, entre los años 1960 y 1962. Luego, intentó nuevamente junto a Rovira una agrupación, también de avanzada, que le permitía mayor libertad a su necesidad de expresión. Duró poco tiempo. Retorna con Piazzolla y con él permanece hasta 1965.

En 1966 formó un trío con la guitarra eléctrica de Rubén Chocho Ruiz y el contrabajo de Benigno Quintela, grabaron un larga duración para el sello Microfón y un comentario señalaba: «Pianista de solvencia técnica, de notable sensibilidad, conduce el trío con atrayentes solos de piano y excelentes contrapuntos con la guitarra, consiguiendo ensambles armónicos muy valederos». Para los temas cantados contaban con la voz de Héctor Morano, muy acorde para el estilo que imponía el grupo.

Luego de cortarse solo por un tiempo, se produce un nuevo y último retorno, es en 1972, Astor lo requiere para su noneto. «El tango necesita con urgencia el nacimiento de nuevos valores. Creo en Piazzolla por su vitalidad y fuerza creativa. Le he dedicado mi última obra, la titulé con su nombre».

Si bien participó de otros intentos, no consiguió la respuesta debida. Los años setenta para los tangos de avanzada estaban copados por Piazzolla, quien ya llevaba más de una década de lucha para imponer sus ideas musicales.

Fue un artista multifacético, incursionó en el periodismo, en la poesía y escribió algunos cuentos. «No soy actor porque tengo que estudiar, pero pongo la cara».

Del reportaje de la revista Primera Plana (N° 455 de octubre de 1971) de donde extraje los comentarios de Osvaldo Manzi, rescato algunos párrafos, que sirven de ejemplo de su forma particular de expresarse, a veces con cierta incoherencia y otras, con un toque de humor: «Es necesario concebir algo más que la ejecución de una partitura... El Buenos Aires actual está representado, entre los poetas, por Juan Gelman o Héctor Negro, pero también se necesita de otros como Tejada Gómez o Jaime Dávalos. No se de que manera, en esta época de grupos subversivos y secuestros... Horacio Ferrer se juega, es uno de los pocos, a nivel popular, que está tratando temas esotéricos. Está contra los que hacen música con mentalidad atrofiada, con quienes no se puede conversar de nada. Estos representan la palabra targo (parafrasea el modo de pronunciar la letra n de Gardel) y son aquellos que aún creen que el autor de Medea, es el mismo de haiga y estea».

No fue un compositor prolífico, pero dejó obras muy buenas: “Simple”, “Furtiva”, “Tema para la tarde de viento”, “Quien”, “Rosal [b]”, “No bailes con otro”, “Tres rivales” y “Elegía