Por
Julio Nudler

n la historia del tango han quedado registrados grupos de hermanos que han aportado importantes páginas, a través de las diversas facetas que cada uno supo y pudo imponer. Apellidos que con solo nombrarlos ya identifican al conjunto, donde siempre hay uno que se destaca sobre los demás. Vaya el caso de Francisco Canaro a quienes sus propios hermanos llamaban El Kaiser, también están los Greco, donde Vicente fue el perdurable y los cinco Pizarro, con Manuel a la cabeza, haciendo tango por París y el resto del mundo. Los hermanos Lipesker. También los cinco Berón, con dos mujeres entre ellos, donde al que más recordamos es a Raúl y los Rubistein, con Luis por encima, aunque todos la lucharon por igual y abarcaron las diversas posibilidades que iban apareciendo en nuestra música tanguera.

Los padres y las tres hermanas mayores de Elías nacieron en Ucrania, en Ekaterinoslav. Él zapatero y la madre maestra de escuela hebrea. Llegaron a nuestro país a comienzos de 1906 y aquí nacieron los siete hijos restantes.

Desde muy pequeños Elías y Mauricio (Mauri, hombre de radio por excelencia) caminaban las calles con un cajoncito vendiendo betún y cordones para zapatos en cafés como el Dante, de Independencia y Boedo. Elías cantaba tangos y los parroquianos les compraban o bien les daban dinero sin aceptar la mercadería. Hubo épocas que la familia vivía con ese dinero.

Elías recordaba que a sus nueve años, en el colegio, cautivaba a su maestra cantando el tango “Margaritas”.

Fue a Luis que se le ocurrió, en 1935, crear una escuela de arte popular en la propia casa familiar, entonces en Tejedor 154. Elías lo acompañó en la idea y se metieron tanto en el nuevo emprendimiento, que enseguida se mudaron a un local destinado a ese solo fin, estaba en los altos de Callao 420. Abajo funcionaba el negocio de pompas fúnebres de los Iribarne, la familia de la esposa del presidente Ortiz, dueña de todo el edificio. Más tarde se instaló allí, la mueblería Ravel.

Así nació también, la PAADI, Primera Academia Argentina de Interpretación, cuyo negocio consistía en proveer artistas a las radios, además funcionaron la Editorial Select y PACA. primer archivo cinematográfico argentino. La academia contaba con un estudio de transmisión desde el cual irradiaban por línea telefónica, programas en los que actuaban los alumnos seleccionados que salían por diversas emisoras. Los cantantes eran acompañados por el trío conformado por Mariano Mores, Francisco Requena en bandoneón y Tomás Requena en violín.

Quienes pasaban por la PAADI tenían la posibilidad de conseguir una salida laboral en el medio artístico. Su hermano Mauri se casó con una estudiante de la academia. Otra egresada que tuvo repercusión artística fue María Celina Lotito, actriz de radioteatro que adoptó el seudónimo de Elsita Landi. En 1944 fue reina del carnaval en el concurso de la Municipalidad de Buenos Aires y, con anterioridad había tenido un breve papel en la película La novia de primavera, estrenada en 1942, con dirección de Carlos Christensen. Fue la elegida de Elías, que de los cuatro hermanos fue el único que realmente tenía conocimientos musicales y llegó a ser un buen violinista.

Como vocalista —su mayor pasión— actuó acompañado por guitarras en Radio Argentina, a los comienzos de los '40 y, por supuesto, en los programas que se emitían desde la PAADI por Radio Belgrano y Mitre. En 1930, a los diez años de edad, había hecho presentaciones en el Teatro París con los guitarristas de Libertad Lamarque y anunciado por el actor Roberto Airaldi.

La obra de Elías no es extensa, quizás tampoco brillante, pero un interesante puñado de temas fueron registrados en discos y de ellos surgieron unos cuantos éxitos, aún perdurables. Basta con recordar esta letra de Marvil (Elizardo Martínez Vila): «¿Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas, que saben lo que es tango, que saben de compás?». “Así se baila el tango” fue un furibundo impacto en la voz de Alberto Castillo con la orquesta de Ricardo Tanturi. Las reyertas que se producían en los bailes, producto de la intencionalidad del propio Castillo, que se metía con la pinta de los muchachos bailarines conforme desarrollaba la letra, acrecentó la difusión del tango. Aún hoy, el tema mantiene su reconocimiento. Fue grabado el 4 de noviembre de 1942. Poco después lo hizo Francisco Canaro con Carlos Roldán y nuevas versiones se sumaron con el tiempo.

También con Marvil crearon “Así se canta”, que registró Tanturi con Enrique Campos. Con letras de Carlos Bahr compuso “Doble castigo”, que grabó Salgán con Ángel Díaz y “Gracias”, grabado por Biagi con Carlos Saavedra y enseguida Osmar Maderna con Orlando Verri. Más adelante, Di Sarli con Jorge Durán y, posteriormente, hubo versiones de Susy Leiva y de Jorge Valdez.

Otro tema exitoso fue “La novia del mar”, registrado por Di Sarli con Oscar Serpa en dos oportunidades, con letra de Horacio Sanguinetti. Nuevamente con Marvil, hicieron “Oiga rubia”, llevado al disco por Francisco Canaro con Carlos Roldán. Con su hermano Oscar Rubens: “Por qué seguir” (nada tuvo que ver el difusor Alberto Palazón en su autoría), grabado por Miguél Caló con Roberto Mancini y también por Nina Miranda. De nuevo con Bahr: “Pudo ser una vida” que grabó Caló con Roberto Arrieta y Biagi con Alberto Amor; “Quereme como soy”, por Domingo Federico con Carlos Vidal y “Tanto”, tango muy interesante, que llevaran al disco Miguel Caló con Mario Cané, Ángel Vargas con Eduardo del Piano, Roberto Florio con José Libertella y Gloria Díaz con Luis Stazo.

Finalmente, vale señalar, con letra de Luis Rubistein, el tango “Yánkele (Mi muchacho)”, donde se intercalan algunos versos en idish, para la obra radioteatral “Soy judío”, de Luis Pozzo Ardizzi, emitida por Radio del Pueblo. El papel protagónico estaba a cargo de Adalberto Campos y la canción era interpretada por Teresita Padró, quien por fonética aprendió las palabras en idish. La orquesta de Feliciano Brunelli lo grabó en dos oportunidades, otra rareza para las tantas de su discografía, con Oscar Valeta primero, en 1942, y con Roberto Morales, en 1962.