Por
Néstor Pinsón

ste artista rosarino, se encontró con la música de adolescente, cuando los estribillistas estaban por asomar en las orquestas y, todavía, los hermanos De Caro no habían hecho la aparición renovadora que causaría otro momento de inflexión, el definitivo, en la historia musical del tango.

Cuando más de medio siglo después le preguntaron sobre el tango actual, dijo: «Ha surgido una nueva teoría modernista que se basa en un tango cerebral, pero retorcido. Se ha subestimado la labor de los consagrados de la primera etapa para dar paso a una música de técnica endurecida y antipopular. Entre los músicos que lo interpretan hay grandes valores, pero han desvirtuado el ritmo del verdadero tango».

Ya con la experiencia que dan los años, escribió una síntesis de su historia en 140 versos. En el octeto final declara:

Yo me planto aquí, en la esquina
del barrio de mis recuerdos
como quien espera en copas
la noche del año nuevo.
Me acompaña un bandoneón
de teclado amarillento
porque el tango está en mi sangre
y porque es criollo y es nuestro.


Vivió de la música, pero hizo un poco de todo. Las crónicas lo señalan como multifacético, pero si en algo se destacó fue como letrista y, aunque un halo poético siempre ambicionó y quizás haya creído alcanzarlo, fue un hábil hacedor de versos. Además, supo encontrar los melodistas para realzarlos. Otra faceta, a lo largo de casi toda su vida, fue la labor gremial.

Para trazar algunos aspectos de su historia artística, no puede soslayarse su autobiografía: Mis 50 años con la canción argentina. Fue el mayor de cinco hermanos, su padre murió muy joven y sólo pudo cursar hasta cuarto grado de la primaria, a los doce años ya era obrero en una fábrica de yerba, trabajando por cuarenta centavos diarios, mas un paquete del producto por semana a mitad de precio. Más tarde, ya por cuarenta pesos por mes, ingresa a la firma harinera de Molinos Fénix.

La lectura siempre fue más que los juegos infantiles. Una necesidad de paliar en parte su obligada carencia escolástica. La poesía lo atrapó temprano y a los quince años buceaba en los secretos de la rima. También, por entonces, la música: «Me animé a estudiar un instrumento, la guitarra, que comencé a pulsar pero nunca aprendí. Me he guiado por algunos acordes y de mi oído para lograr una guía melódica. Mis primeras composiciones para acompañar mis versos se los cantaba o silbaba a algún músico amigo para que las llevara al pentagrama. De 1923 data uno de mis primeros tangos con letra del violinista Adelio Zeoli, lo titulé “Mala mujer”. Tiempo después mi primer clásico, con música de Juan Rezzano, “Duelo criollo” que grababaron Gardel y tantos otros».

En 1923, comienzan sus presentaciones en radio, fue en LT3 Radio Sociedad Rural de Cerealistas, de la ciudad de Rosario. Cantaba y recitaba sus propios versos. Como cantor tenía en contra el peso de nombres ya destacados como Héctor Palacios, Agustín Irusta, Agustín Magaldi y otros. Recitando, conseguía cierta aceptación. Era Lito García Ferrari, pero un locutor le propuso un seudónimo. Por poco es Lito Gallardo, pero llega a la ciudad un matrimonio de actores y recitadores, ella lo subyuga, se llama Gloria Bayardo. No sólo se queda con el nombre, se estimulan sus ansias de actor. Con los años se entera que ella también utilizaba un seudónimo.

Se emplea en una casa de música. Desde marzo de 1922 es amigo de Magaldi. De Libertad Lamarque desde siempre, ya que viven en la misma cuadra y van juntos al colegio de la vuelta de su casa.

En radio recita acompañado al piano por Santiago París y canta formando el dúo Bayardo-Natale, con el guitarrista Roussy, el mismo que acompañara el inicio de Magaldi junto a la voz de Espinosa.

Su patrón lo envía a Buenos Aires para enviarle una tarjeta a Julio De Caro que pronto actuaría en Rosario. Cuando lo conoce, De Caro le pregunta sobre la ciudad y también por dos cantores que necesitaría para la gira. Se ofrece con su trío, su nueva formación: Bayardo-Rossi-Roussy. El maestro los escucha y los acepta. Fue en octubre de 1928, cuando debutan en un teatro. Para los muchachos del trío fue una aventura artística, luego cada uno se reincorpora a su actividad habitual; René Rossi como chofer, Roberto Roussy como artesano y Lito, empleado de la casa de música.

De Caro vuelve a citarlo para los carnavales de 1929, en el Teatro Ópera de nuestra capital, participa como estribillista de la orquesta junto con Luis Díaz, Roberto Caldas y René Rossi, cada uno con su megáfono en ristre. Al año siguiente volvió a estar presente, esta vez en el teatro Cervantes.

Fue en ese tiempo que conoce a Gardel con motivo de la grabación de “Duelo criollo”. Una anécdota: Gardel estaba preocupado por la escasa venta de sus discos en Rosario. Luego de unas averiguaciones Bayardo le dio su opinión. Ocurría que el sello de Gardel, Nacional Odeon, sacaba varios discos mensualmente a 3,25 pesos y el sello competidor, Víctor, no más de uno o dos por mes. Para ese sello grababan Magaldi —también rosarino— y Rosita Quiroga que vendían bien, cada uno a 2,50 pesos. Los de Víctor eran vendidos sin problemas, los de Gardel se elegían y el público por lo general se llevaba uno o dos. La plaza rosarina no daba para más. Gardel le contestó: «¿Sabés lo que hago? Rajarme y perderme un tiempo por Europa y de regreso me traigo algún éxito».

En 1934, se establece en Buenos Aires, sus primeros tres amigos fueron Dante A. Linyera, Celedonio Flores y Luis Rubistein. Pronto se encuentra en un café con Antonio Molina quien dirigía un conjunto nativo de radioteatro, obras populares mechadas con canciones. Necesitaba un actor y cantor y allí marcha por dos meses a Radio Stentor, conoce a Nelly Omar esposa de Molina. Los hermanos Navarrine le toman la prueba ya que eran socios del director.

Luego José González Castillo le propone un bolo en Radio Splendid, así va sacando el dinero necesario para mantenerse. Al año siguiente se presenta por un aviso publicado en un diario en el Teatro Odeón. Enrique Susini se aprontaba a dirigir una versión de Romeo y Julieta, consigue un pequeño papel, el del montesco Abraham. Luego, Las bodas de Fígaro, pero la paga es escasa y Molina lo requiere nuevamente para sus Cuadros argentinos, ahora en Radio Belgrano. Allí nace la amistad con el cantor Alfredo Lucero Palacios.

Es por entonces que le presentan a un joven pianista, también rosarino, que viene para acompañar a la cancionista Fanny Loy, esposa del profesor de baile por correspondencia, Domingo Gaeta. Deciden formar un trío al estilo Irusta-Fugazot-Demare, quienes poco después, al separarse, le obsequian todo su repertorio. Se ofrecen en todas las radios sin buen resultado. La última que resta es Radio Prieto y allí su persistencia les permite actuar. Tienen buen reconocimiento. Tanto, que terminado el ciclo, le pide a José Razzano, también amigo, que interceda por ellos para conseguir otro trabajo. La recomendación es para Pablo Osvaldo Valle director de Radio El Mundo. Es 1937 y son contratados por dos meses a 3000 pesos, además les ofrece a los guitarristas estables de la emisora, los hermanos Puccio. Actuaron durante cinco años con el acompañamiento entre otros de los guitarreros Spina, Alberro, Edmundo Porteño Zaldivar y el pianista Juan Larenza. También se presentan con la orquesta de Alberto Gambino, son el trío que acompaña a La Mejicanita en sus iniciales presentaciones.

La carrera de Lito continuó diversificándose en radioteatros, ciclos como recitador en clubes y peñas y con programas propios como Glosas del caminante, que estaba todos los días por Radio Splendid. De allí en más, su preocupación mayor fue su actividad en SADAIC, que incluso le permitió realizar varios viajes a Europa. En uno de ellos conoció a Carlos Vicente Geroni Flores, ya enfermo, que le entregó su último tango para que le ponga letra y le encomendó, como un legado póstumo, que trate que llegue al disco. Resultó “Flor de pena”, registrado por Eduardo Del Piano con la voz de Roberto Bayot.

Desde 1939 y durante veinte años, lo ataca un nueva pasión, jugar a la pelota paleta, es en el club Oriente, de la calle Tucumán al 800.

Filma dos películas nada trascendentes y por su amistad con Homero Manzi aparece junto a Hugo del Carril en Pobre mi madre querida, es la escena cuando en un circo se trenzan en una payada Hugo (haciendo de José Betinotti) y él, que con lentes para la ocasión, se transformó en Ambrosio Ríos.

Sus presentaciones se tornan ocasionales, lo suyo es seguir creando cantidad de versos que se transforman en canciones. Alguna vez, dijo que fueron unas tres mil, pero solamente registró 1.020. No sólo tangos. Bien se puede afirmar que no hubo ritmo que se le escapara.

Algunas de sus letras que llegaron al disco fueron: los tangos “Cuatro campanadas”, “Duelo criollo”, “Nueve de julio (Bayardo)”, “Mi cotorrito bohemio”, “Esta noche”, “Incertidumbre”, “Una vez”, “Mi flor de noche”, “Mi cotorrito”, “Dejame soñar”, “Con la otra”, “La canción”, “Tapado gris”, “Amar hasta morir”; las rancheras: “¿Qué hacés Patoruzú?”, “Ché vieja, pasá un mate”, “La mentirosa [b]”, “Mala racha”; las zambas: “Adiós amor”, “Rosario de Santa Fe” (zamba), “Hermano gaucho”, “Mama vieja”; el vals “Flores del alma”, entre muchos otros.

Sus libros: Sueños azules (poemas), Tierra gaucha (poemas), Glosas del caminante (poemas), Los autores del recuerdo (apuntes en versos), Los pregones (poemas), Color del tiempo (relatos porteños), Mis cincuenta años con la canción argentina (autobiografía).

Como cantor registró alrededor de 25 temas. A dúo con Lucero Palacios, con Osvaldo Moreno, con la Típica Víctor, con Mario Maurano y acompañado por la guitarra de Aníbal Arias, una docena de sus poemas.

Una breve nota necrológica publicó el diario La Nación el sábado 8 de marzo de 1986: «Se suicidó anoche, a los 81 años de edad, Lito Bayardo, con un disparo en la cabeza, en su domicilio de Montevideo 771, 3er. piso, según informaron fuentes policiales...»