Por
Julio Nudler

ació en Nasielsk, un pueblito cercano a Varsovia (Polonia). No había ningún músico en la familia, ni nadie que lo impulsara hacia la música. Sin embargo, a los cinco años sintió ardientes deseos de aprender violín.

Los padres tenían un café, que por estar situado frente al teatro del pueblo era frecuentado por artistas. Un día su padre, Samuel, trajo una radio para que a las tertulias del café no les faltara música. Con ella Szymsia captó Radio Budapest y se fascinó con un violín gitano. El padre le regaló entonces uno de juguete, que él rompió de rabia porque esperaba un violín de verdad.

Poco después comenzó a estudiar con un profesor del pueblo, que meses más tarde empezó a llevarlo dos veces por semana a Varsovia para tomar clases con William Kryshtal. Con apenas 9 años tocó como solista el concierto de Mendelssohn con la orquesta del Conservatorio, conducida por Kryshtal.

Los padres se casaron en Polonia y partieron con sus tres hijos a la Argentina, antes de la guerra. Samuel ya había estado en nuestro país donde permaneció diez años y se había naturalizado.

Al padre no le fue muy bien en su segunda etapa argentina, iniciada en 1937. Y a esa penuria económica se debió la entrada de Szymsia al tango que, hasta entonces, no le había atraído. Le molestaban los malos violinistas del género, salvo Elvino Vardaro, por su muy buena técnica. También rescataba a Bernardo Sevilla (Tito), de la orquesta de Pedro Maffia.

Quizá, la primera reconciliación con el tango se produjo en 1939 al escuchar a Raúl Kaplún desde la vereda del Club Añasco. Se presentaba Miguel Caló y Kaplún, primer violín de la orquesta, esperaba el comienzo entreteniéndose con unos pasajes de Paganini.

En el verano del 42, salió un aviso en el diario pidiendo un violinista para un sexteto que animaría los bailes de carnaval en un club de Villa Ballester. Como demostración ejecutó un trozo de concierto, lo que causó una tremenda impresión. De inmediato, le ofrecieron 11 pesos por noche. Como él nunca había tocado un tango ni sabía tocar a la parrilla, le escribieron su parte, que rápidamente aprendió. Y así empezó a tomarle el gusto. A partir de entonces fue convocado constantemente para tocar en orquestas secundarias que suplían a las de cartel. Estas hacían los cambios, durante los fines de semana, en el cabaret Tibidabo, a Pedro Maffia por las tardes y a Aníbal Troilo por las noches.

Ingresó luego a la orquesta de Tito Martín, que directamente tocaba con los arreglos de Juan D'Arienzo. Actuaba en el Tabarís, con el protagonismo central de los Hawaian Serenaders, que hacían ritmos internacionales. El tango tenía que estar, pero les bastaba con una orquesta de segundo orden.

A 7 años de su llegada al país, Szymisia había dejado de ser un gringo para convertirse en un porteño absoluto, conocido por todos como el Rusito Simón. A diferencia de los otros músicos, que al concluir cada vuelta en el cabaret se encerraban a jugar a los naipes o a los dados, él instalaba su atril donde pudiera para estudiar. Troilo lo descubría en esos ejercicios y se sentaba a escucharlo. Entonces Szymsia le regalaba pasajes de alguna sonata y Pichuco lagrimeaba, lo abrazaba, lo besaba con ternura.

En cierto modo, a Bajour lo ayudaron las circunstancias, ya que llegó al tango cuando éste reclamaba músicos cada vez más preparados. Los colegas lo admiraban y se sentían felices por sus triunfos en la música clásica. En cambio, en el ambiente sinfónico, cargaba con el estigma de ser un tanguero, lo que le impedía ser considerado un maestro. De hecho, esto pesó sobre él y lo condujo a guarecerse tras el seudónimo de Tito Simón cuando compuso el tango “Duele más”, que Di Sarli grabó a fines de 1956.

En el café de Corrientes y Libertad, cerca del Tibidabo, Szymsia tenía una mesa exclusiva desde las diez de la noche. Si alguien quería ubicarlo sabía dónde hacerlo. Y si no estaba y resolvía esperarlo, podía sentarse a esa mesa y consumir lo que quisiera, que todo iba a la cuenta de Simón. De igual modo, Miguel Nijensohn tenía su mesa en el Bar Suárez, de Corrientes esquina Montevideo.

Ingresó en 1945 a la orquesta del violinista Roberto Dimas, que actuaba por las tardes en el café Marzotto. Dimas le daba libertad para improvisar y Szymsia comenzó a desplegar así acordes, dobles cuerdas y variaciones que luego fue sello de Enrique Francini.

Además de tocar con Florindo Sassone en algunos bailes, integraba regularmente la orquesta de Edgardo Donato, en los tiempos en que cantaba con ella Leoncito Zucker, bajo el seudónimo de Roberto Beltrán. En ella conoció a Emilio Balcarce, quien le ofreció, tiempo después, ocupar el primer atril de la orquesta acompañante de Alberto Marino. Se repartían los solos en aquel vértigo de presentaciones en el café Marzotto y en el cabaret Ocean, en Radio Splendid, en los bailes de cada fin de semana y en las sesiones de grabación en Odeon.

También, estuvo con Roberto Caló, junto a Leo Lipesker y Natalio Finkelstein, en la Confitería Nobel, en la calle Lavalle. Después de algunos tangos, Caló solía anunciar un pequeño recital de música clásica por Bajour, acompañado por Julio Medovoy, pianista de la orquesta. También tocó con Carlos Demaría, junto a Lázaro Lipesker y a Manuel Sucher en el piano.

En 1950, se incorporó a la aclamada orquesta de Carlos Di Sarli, en la que le tocó hacer desde el célebre solo de “A la gran muñeca”, (que grabó dos veces, primero en RCA-Victor y luego en Music Hall), hasta los pajaritos de “El amanecer”. Allí conoció al cantor Oscar Serpa, un apasionado de la música impresionista francesa, que solía cantarle pasajes de Ravel y Debussy. Con Di Sarli cubrió dos prolongadas etapas. La primera abarcó hasta 1955. Ese año, mientras él se hallaba en una extensa gira haciendo música de cámara, los músicos de Di Sarli desertaron en masa para formar Los Señores del Tango.

El director necesitaba rehacer su orquesta y le propuso a Szymsia, ya retornado, el ingreso de los cuatro violinistas que lo acompañaron en la gira, todos de la Sinfónica Nacional: Carlos Sampedro, Saúl Michelson y Elías Slon (en reemplazo de Sampedro y de Michelson se integraron luego Bernardo Stalman y Luis Vidal). Aquella majestuosa cuerda disarliana contaba además con Elvino Vardaro, Carlos Arnaiz, Antonio Rossi y Juan Scaffino.

Bajour entró en la Sinfónica en 1949. Para ese entonces, contaba con sólo 21 años y superó el concurso pese a su falta de antecedentes y a que su lectura a primera vista no era óptima. En 1955, renunció porque económicamente actuar con Di Sarli le significaba mucho más.

No obstante, Bajour integraba simultáneamente otras orquestas de menor arrastre, algunas de ellas de gran calidad. En los bailables vespertinos de cuatro horas que emitía Radio El Mundo, llegó a tocar con todas las orquestas típicas que se turnaban ante el micrófono. Un mismo domingo de 1957 tocó con Di Sarli, Joaquín Do Reyes, Alberto Mancione y Miguel Caló. Por la misma época integró Los Astros del Tango, exquisito conjunto de Argentino Galván en el que Szymsia formó pareja con Vardaro o con Francini.

De Galván, precisamente, habían sido las instrumentaciones de la orquesta Stampone-Federico, que Atilio y Leopoldo encabezaron entre 1952 y 1953 y de la que Szymsia era primer violín. Actuaron en el Tibidabo y por Radio Belgrano, dejando en el disco una antológica versión de “Criolla linda”, con un valioso solo de Bajour. Aquella era la primera oportunidad en que sentía satisfacción por tocar en una orquesta. Hasta ese momento sólo había experimentado esa sensación como oyente, cuando se quedaba en el Tibidabo a escuchar a Troilo. Szymsia y Federico, en dúo de violín y bandoneón, grabaron en una hoy inhallable placa “Introducción y rondó caprichoso”, de Camile Saint Sans.

En 1959, dejó a Di Sarli para intervenir en el VII Festival de la Juventud, celebrado en Viena. Durante la travesía en barco recibió un telegrama de Osvaldo Pugliese, ofreciéndole que tras el Festival se sumara a su orquesta en Moscú. De ese modo compartió aquella histórica pero poco memorable gira por la Unión Soviética y China, con un espectáculo improvisado que se presentaba ante públicos que, carecían de información previa. Para los rusos, lo argentino era Lolita Torres y esperaban de Pugliese algo parecido.

Con Astor Piazzolla se habían conocido en el Tibidabo. Entre ellos se estableció una gran amistad. Bajour fue luego el primero en tocar como solista “Tanguango”, estrenado en 1950 por Simón en el cine Sevilla, de La Paternal, ante el propio Piazzolla. Su vinculación con Astor llegaría a su etapa culminante cuando se convirtió en el violinista inicial del Quinteto Nuevo Tango. Pero al día siguiente de grabar el primer long play, en 1961, y de dejar registradas las partes de violín para la música del film Quinto año Nacional, partió a La Habana, contratado como concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

En 1975, Ben Molar produjo un disco, Los 14 de Julio De Caro, convocando a grandes solistas. En una de las bandas, la única ejecutada por un solo instrumentista, Bajour despliega una elaborada versión de “Todo corazón”, sobre un arreglo de Luis Stazo y del propio Bajour.

Extraído del libro Tango judío. Del ghetto a la milonga, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.