El pangaré

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Tangotexte: Alcides de María

En un pingo pangaré,
con un freno coscojero,
buen herraje y buen apero,
en dirección al Pigüé,
va el paisano Cruz Montiel
orillando una cañada,
con camisa bien planchada,
un clavel rojo retinto,
puñal de plata en el cinto
y bota fuerte lustrada.

Va en procura de un lucero
a quien le ha tendido el ala
y lleva el clavel por gala
en la cinta del sombrero.
Él es un criollo altanero
cuando de su amor se trata
el valor se desbarata
ante el tantísimo antojo,
y el puñal de aquellos ojos
con que la china lo mata.

Por fin, Cruz Montiel divisa
en el verde de la loma
el nido de la paloma
con que sus penas suaviza.
Y como quien muy deprisa
llegar al rancho desea,
al pangaré lo espolea
como diciéndole... vuela,
si estará de centinela
y es hora de que me vea.

Después de un largo tirón,
y al final de la carrera,
se aproximó a la tranquera
donde encontró una ilusión.
"Dios te guarde corazón",
dijo meneando el corcel,
y con palabras de miel
apretándole la mano,
"aunque soy pobre paisano,
toma, guarda este clavel".

La china se sonrió y luego,
dijo con tono campechano:
"Pa' vos... un mate en la mano,
ya tengo el agua en el fuego".
"A esto vengo y no lo niego
porque nunca se mentir".
"Lo que ahora sí va a sentir
que la yerba no sea buena".
"Eso no me causa pena,
la pena es tenerme que ir".

Después de haber conversado
Juan Cruz Montiel con su china
se fueron p'a la cocina
a tomar un mate amargo.
Un mate como de encargo
que muy bien lo saborearon
y lo que a solas se hablaron,
y luego lo que allí hiciceron
y lo que se prometieron,
eso a nadie lo contaron.

Lo cierto que Cruz Montiel
como era un criollo jinete,
montó de un salto en su flete
y despacito se fue...
Y cuando ya el pangaré
al galope se tendía,
de cuando en cuando volvía
la cara para mirar
si podía contemplar
a su china todavía.