Por sentir que estás

Partiste como parten —al fin— todos los sueños.
Dejaste en mis ojeras la marca del dolor.
Tu boca ni siquiera mintió el último beso;
tu voz se fue alejando y no me dijo adiós.

Al tiempo se escucharon rumores de tu olvido
—la gente sabe el modo de hundir el aguijón—.
Y así empecé a buscarte (tal vez ya sin sentido)
pero es que no he podido frenar al corazón.

No hay odio ni rencor.
No busco tu dolor
ni compasión por mí.
Pero quiero volver
a sentir que ahí estás:
que vibrás, que existís.
Que aunque no me ames más
en el alma guardás
el recuerdo feliz
de ese tiempo mejor
(de ese mundo de dos
que supimos vivir).

Si acaso he de encontrarte, te pido solamente
no aumentes la desdicha que me perturba hoy.
No quiero tus disculpas. Tan sólo quiero verte.
Mirar en tus pupilas el rumbo a donde voy.

Y cuando llegue al fondo del cielo perseguido
y pueda ver la esencia profunda de tu ser
tal vez logre olvidarme de haberte conocido.
O deba confesarte: sin vos no sé qué hacer.