oeta, escritor y periodista nicaragüense. A los trece años de edad publicó sus primeros versos en el diario El Termómetro de la ciudad de Rivas, llamándosele desde entonces en toda Centro América el «poeta niño».

Dirigió varios diarios en países centroamericanos y colaboró en muchísimos otros; entre los que se cuentan Tribuna, El Tiempo y La Nación, de Buenos Aires.

Recorrió toda América y Europa relacionándose con grandes líricos. En 1886 se estableció en Chile donde residió cuatro años, publicando allí sus primeros libros de éxito (los que publicara anteriormente pasaron desapercibidos), Abrojos de 1887 y Azul de 1888. Posteriormente vino a Buenos Aires entrando en La Nación, 1893, y teniendo la oportunidad de cultivar la amistad de los grandes hombres de letras de estos lares, tales como Bartolomé Mitre, Leopoldo Lugones, Roberto Payró, Antonino Lamberti, Carlos Guido y Spano, Rafael Obligado, Olegario V. Andrade, Gervasio Méndez, José E. Rodó, Francisco Grandmontagne, Julián Martel, Fernández Espiro, Almafuerte, Leopoldo Díaz, Enrique García Velloso, Carrasquilla Mallarino, Ricardo Jaimez Freyre, con quien fundó la Revista Literaria, etc., etc. y publicó libros de resonancia como Prosas Profanas en 1896; Canto de Amor y Esperanza en 1905; El canto errante de 1907 y Canto a la Argentina en 1910.

Entre su veintena de volúmenes en verso y prosa recordarnos Los Raros, Primeras Notas, Rimas, Poema de Otoño, Poemas en Prosa, Cuentos.

En París dirigió la Revista Mundial de literatura desde 1913.

Quizás no corresponda ser incluido en este trabajo, pero como Carlos Gardel dejó grabados los tangos “Sólo se quiere una vez”, de Claudio Frollo y Carlos Vicente Geroni Flores, y “La novia ausente”, de Enrique Cadícamo y Guillermo Barbieri, donde se incluyen, recitados muy bien, estrofas de su “Canción de Otoño en Primavera” y de su “Sonatina”, bien lo merece.

Darío nació en Chocoyos (Metapa) Nicaragua, el 18 de enero de 1867 y falleció en León (Nicaragua) el 17 de febrero de 1916.