ran señor, su afición lo llevó a cultivar la amistad de nuestros mejores cantores y directores de orquestas que de esa manera le grabaron su obra, que era bastante exquisita además de ser un gran ejecutante.

De familia adinerada tomó la música como esparcimiento y vivió intensamente la noche porteña de la Corrientes angosta en la mejor época del tango, haciéndose presente siempre vestido con sombrero, bastón y ricos trajes; era todo un gentleman, así lo conoció Gardel por aquella calle alrededor de 1920.

De las obras musicales que compusiera la mayoría pasaron al olvido a pesar de ser extensa la lista y si alguna vuelve a oírse allá a los años, es por algún viejo disco de Carlos Gardel que la trae desde el infinito en uno de los siete títulos que le grabó: “Volveme el cariño”, zamba con versos de Atilio Supparo; “El consentido”, tango con letra de Cancio Millán; “Mala”, tango hecho en colaboración con Juan Andrés Caruso y Víctor Troysi; “Pobre muñequita (Muñequita de trapo)”, tango que hiciera con el mismo Víctor Troysi, Atilio Supparo y Emilio Sola; “Nerón” y “Templo de Venus”, dos shimmys que hizo con Mario N. Valdez y Cancio Millán; y “¡Adelante!”, marcha con letra de José César Barros.

A Gardel debió gustarle mucho su música, la pauta la da la cantidad de obras que le llevó al disco, siendo suya la única marcha que grabó en su vida.

Otras: “La hija del fuego”, “Sota, caballo y rey”, “Oh, Bayadera”, “Monna Vanna”, “Quisiera”, shimmys-foxs; “Renée”, vals; “Monigote”, “La Madrugada”, “Zanni-Beltrame”, tangos.

Después de febriles años noctámbulos musicales, abandonó teclado y pentagrama y se enroló en una revista. En la década de 1940 dirigió la agencia publicitaria La Voz del Estadio.

Iribarne nació en Montevideo el 17 de enero de 1901 y falleció Buenos Aires el 17 de agosto de 1957.