Señores, traigo en la voz,
pichones que al despertar
tristones quieren soltar
todo un perfume de adiós.
Ya mojan su corazón
las aguas que enturbia el vino,
ya están haciendo sus nidos
en el balcón del dolor,
¡comiendo están de mi amor
y a veces cantan conmigo!
Milonga, ¡flor de milonga!,
desorientale el camino,
dale tus pies peregrinos
para que vuelva a mi sombra,
¡que tenga un sol de milongas
para alumbrar lo que fuimos!
A veces miente quien soy
el que antes fui de verdad,
el que cruzó todo un mar
para soltar en su voz
pichones que la emoción
me fue pariendo en las venas,
mis brazos que se enmujeran
de solo atarla a mi piel,
y el trino de un cascabel
que relinchaba en mis penas.
Milonga, ¡piel de milonga!,
milonga que vas conmigo,
este recuerdo que es mío
sembrale por todas partes,
¡llenale toda la sangre
de lo que nunca pudimos!
¿Quién puede todo entender
cuando un zarpazo de amor
nos deja el viento mayor
de un caballito en la sed?
Yo tuve para vencer
zorzales que en la garganta
parieron mil serenatas
de mi promesa hasta el fin,
¡nunca pensé que partir
fuera una oscura guitarra!
Milonga, ¡mar de milongas!,
milongas que van conmigo,
lleven mis fuegos queridos
al patio de su memoria,
que solo muere una historia
si la deshoja el olvido.