Vos decís que mi tango es malevo,
vos decís que mi tango sólo es reo,
pero en ese arrabal, ése que quiero,
el fango se hizo canto de esperanzas...
Y ya no hay grelas, ni guapos que en la danza
hablen de amor, con tajo y con barbijo...
Y hay madres que les cantan a sus hijos
dulce canción de amaneceres...
¿Para qué recordarte de Esthercita,
si Esthercita ya murió allá en Chiclana?
Si esta piba de todas las mañanas
no conoce el percal, ni es Milonguita...
¿Acaso no son tangos sus quimeras,
su tristeza de tren y de oficina?
Olvidate del gavión de la mina,
que Esthercita ya murió como Malena...
Sólo quedamos yo y vos, hermano de antes,
sólo yo y vos y el perfume del recuerdo...
Y el viejo coche con su trote lerdo
ya no alcanza la esquina del pasado...
Dejalo a Ventarrón, allá en Pompeya,
envuelto entre las brumas del Riachuelo,
que el suburbio de ayer hoy mira el cielo
y busca un cacho ‘e sol en la neblina.