Tiende las potentes alas
el nuevo cóndor glorioso,
que el piloto valeroso
conduce con brazo fuerte;
sin que le arredre la muerte,
sin temor a la caída,
pues al jugar la partida
que su intrepidez reclama,
¡por su patria y por su dama
se va jugando la vida!
Cruzó la nube zumbando...
cumbres nevadas,
y en las sierras escarpadas
chocando violentos
los furores de los vientos
como gemidos
de los mártires vencidos
por los rudos elementos.
No se atreve a aterrizar
sobre la tierra araucana,
aunque es de su patria hermana
teme con justa razón
que en tan plausible ocasión
al mirarle las chilenas
con sus pupilas serenas
haga la nafta explosión.
Viró entonces, trasponiendo
de nuevo la alta barrera,
y en majestuosa carrera
con la proa hacia el naciente,
surca el ancho continente
que desde lo alto domina,
y ya en su tierra se inclina
y aterriza el aviador,
para prender una flor
en la bandera argentina.