Qué cruel fue tu destino, querido Gardelito.
El juego de tu suerte, que mal te destinó.
De envidia las estrellas, de celo por tu canto
al viejo Buenos Aires sin zorzal lo dejó.
Callaron las orquestas. Lloraron tus amigos,
el día en que el cable tu muerte anunció,
las humildes obreritas que aprendieran tu canto
sumidas de tristezas, oraron por tu adiós...
Buenos Aires hoy te llora, incansable te recuerda.
En cada pecho argentino sos latido de dolor.
Vos no has muerto, Gardelito, está tu alma entre nosotros
y en cada nota de tango, parece escuchar tu voz.
En las viejas callecitas que escuchó tus serenatas,
cuantas pibas te soñaron pa’ que le dieras tu amor,
porque vos con tus canciones que desprendías del alma
como flechas le llegaban... al corazón...
Tu buena madrecita allá en la vieja Francia
inconsolablemente te llora sin cesar.
Hubiera “dao” su vida por solo darte un beso
sin esa despedida, que triste que ha de estar...
Te envío, Gardelito, este humilde homenaje
porque puse en mi pluma alma y corazón.
Que sean estas notas flores para la tumba
de aquel jilguero criollo que su voz apagó.