Con el “chefún” sobre la oreja echado
y con un aire de loco y matón
va por la calle un taita encurdelado
tocando puerto en todo bodegón.
Le pega al drogui en cuanto se levanta
y triste fin el pobre ha de tener,
él se la piya por una percanta
que no ha sido fiel a su querer.
Vuelta a vuelta sus amigos
a remolque lo conducen al bulín.
Él su bronca siempre ahoga
con ginebra o pipermint.
El espiante de la ingrata
le dio vuelta la zabeca,
toda su fe muriose
sobre la mesa de un almacén.
Cuando feliz su viola acariciaba,
por ella fue calandria o ruiseñor,
más de una vez las cuerdas él mojaba
al lagrimear la paica de su amor.
Y como un gil, al verse abandonado,
como era cruel la bronca que ligó,
mató su pena con siete ginebras
y de allí curdela se volvió.