Las campanas
alegremente repicaron;
para enterar a todo el pueblo,
que unidos para siempre están,
dos seres que la dicha,
que largo tiempo ambicionaron,
por fin hoy les sonríe, pronto
de aquí se alejarán.
En procura
de la felicidad soñada…
adonde no haya nunca penas
ni se conozca el sinsabor,
a vivir en el rancho
que el hombre que “ella” tanto ha amado
edificó para que sea
el templo de su amor.
Mi copa de licor
ahora voy a alzar;
y beber sin cesar
por “ellos” en su honor…
porque hasta el nuevo hogar,
destinado a ese amor,
jamás pueda llegar
al mísero dolor…
Llevo dentro de mí
un terrible pesar,
y vengo hoy hasta aquí
mis penas olvidar.
Me quiero divertir,
beber alcohol, bailar,
reír… mucho reír;
porque voy a llorar.
Yo también era dichoso,
tenía un nido de amores
entre pájaros y flores
y un arroyo caudaloso.
Allá, con mi compañera
nos quisimos con pasión
mas la parca traicionera
me robó a la dueña
de mi corazón.
Las campanas
también tocaron aquel día,
pero sus ecos tristes, eran
anuncios de mortal dolor…
Es que había muerto aquella
a quien con toda el alma amaba
llevándose a la tumba fría
recuerdos de mi amor…
Es por eso
que, cuando siento las campanas,
la pena que me abruma aumenta,
y se me oprime el corazón.
Lloro y me acuerdo de “ella”,
de aquel amor perdido,
de la que fue mi vida
y mi única ilusión.