Detrás de la ventana iluminada
te pude ver, perdida en la arboleda.
Entré, azul, la puerta estaba abierta
y fue mi amor buscando esa mirada.
Tu piel de talco, fiel a esa colonia
barata pero dulce como tu alma;
danzabas en la silla de esterilla,
suave mecer, siempre en la misma ceremonia.
Besé tu mano espuma,
remoliné tus canas
y el beso bienvenido
me trajo un sol de luna.
El tiempo se hizo historia
en cuentos de la siesta,
quedamos abrazados
sin esperar respuesta.
La vida es un juguete que se pierde
después de regalarnos alegría.
Quizás será por eso que me aferro
al tiempo aquél en que tu risa me reía.
Sé bien que en el jardín de tus recuerdos
estoy, allí en los frutos de la vida…
No importa si te olvidas de mi nombre
diciendo adiós cada atardecer de despedida.