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La pulpera de Santa Lucía - Ignacio Corsini, el que salvó a La pulpera...
quellos tres artistas que cultivaron la canción popular y cuyas trayectorias alcanzaron amplia y merecida repercusión hasta convertirse en ídolos (Carlos Gardel, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini), tuvieron en sus repertorios invariablemente, algún o algunos temas que, por medio de su ajustada interpretación, se convirtieron en verdaderos impactos populares.
Las listas de títulos de estos tres cantores, tomados como referencia porque llegaron al corazón del pueblo y su recuerdo sigue aún vigente en él, abundan en composiciones de mayor calidad, tanto musical como literaria, pero el público señaló, más con el sentimiento que con la mente, tal vez, a determinadas obras que, al nombrarlas, se identifican inmediatamente más con sus intérpretes que con sus autores.
En el caso de Gardel podríamos hablar de “Tomo y obligo” o de “Mano a mano” como sus caballitos de batalla, los que incluía permanentemente en casi todas sus presentaciones en público (dejando de lado las famosísimas canciones de sus películas); en el de Magaldi el incuestionable es “El penado catorce”, y en el de Corsini, en el momento de escribir estas líneas estoy dudando entre dos: “Patotero sentimental” y “La pulpera de Santa Lucía”. Y desde mi opinión, muy personal por cierto, creo que el vals se impone al tango de Manuel Jovés y Manuel Romero.
Además, tiene más importancia, porque con “La pulpera de Santa Lucía” se produce la primera colaboración entre sus creadores, el músico Enrique Maciel (1897-1962) y el poeta Héctor Blomberg (1890-1955), quienes se conocieron en 1928, año en que vio la luz la inmortal composición.
Andrés Chinarro señala que la presentación de ambos (Revista Atlántida, noviembre de 1957) «se realizó durante un baile organizado por el Club de la Bolsa de Comercio, donde actuaba Maciel, y se debió a un amigo común, José Antonio Gervasio, quien concurrió a una de las mencionadas reuniones en el viejo Luna Park (famoso estadio de box de la ciudad de Buenos Aires), de la avenida Corrientes al 100, acompañado por Blomberg. Este (según el recuerdo de Maciel) le entregó allí su primera letra: “La pulpera de Santa Lucía”».
Esa primera colaboración sirvió para que comenzara entre ellos una perfecta asociación, a través de la cual se concibió un numeroso conjunto de canciones de carácter histórico-evocativo, sobre barrios y personajes del Buenos Aires de la época de Rosas: “La canción de Amalia”, “La mazorquera de Monserrat”, “Rosa morena”, “La guitarrera de San Nicolás”, “Los jazmines de San Ignacio” y otras más, son algunos ejemplos de esa impecable armazón poético-musical que lograron Blomberg y Maciel, y que se inauguró con “La pulpera de Santa Lucía”. Aunque la dupla, fuera de esa temática, dejó otros títulos imperecederos: “El adiós de Gabino Ezeiza”, “La viajera perdida”, “Violines gitanos” y el antológico tango “La que murió en París”.
Sin embargo, aunque parezca mentira, el vals “La pulpera de Santa Lucía” fue rechazado por el empresario teatral Pascual Carcavallo y su asesor musical. También el famoso tango “Nostalgias” fue rechazado en su momento por otro empresario teatral, don Alberto Ballerini.
Pero apareció Ignacio Corsini, quien lo estrenó en Radio Prieto, lo grabó en abril de 1929 e inmortalizó el vals.
Por eso decíamos en el título que El caballero cantor fue el que «salvó a La pulpera...».
Para atestiguarlo disponemos de un reportaje que le hiciera el periodista Andrés Muñoz a Enrique Maciel en 1948, publicado en la revista Aquí está. Debemos este valioso testimonio a nuestro colega Orlando Del Greco, que nos lo hace llegar a través de su revista Tango. La mejor música del mundo, Nº 34, de enero de 1999.
«Sobre la letra de Blomberg —dice Maciel— compuse la música, no sin antes desechar varias que no llenaban mis exigencias. Fue en tales circunstancias cuando el actor Sarcione informó al empresario Pascual Carcavallo de una canción que podría encajar a la medida en la obra de Reta y Viale Paz, La sangre de las guitarras. Citado al teatro Nacional, yo mismo canté la canción, acompañándome al piano, delante del referido empresario, de la actriz Elsa O'Connor y de los maestros Salvador Merico y José Lozzi, director y concertador, respectivamente, de la orquesta del teatro. Como prevaleciera la opinión de Lozzi (desfavorable para mi música), “La pulpera de Santa Lucía” fue al archivo.
«Ello constituyó mi primer desencanto. Pero quiso la suerte que apareciera en mi camino Ignacio Corsini, quien la estrenó en una radio, con suceso insospechado aun para mí, tanto que se dio el caso de un público reclamando bis por teléfono, por correspondencia y hasta personalmente.
«En mérito a la verdad, debo decir que Corsini la cantaba muy bien. Salieron a la venta quinientos mil ejemplares y se imprimieron ciento cincuenta y siete mil discos, todo lo cual me significó, en concepto de derechos de autor, la entonces fabulosa suma de veinte mil pesos... Y cuando el éxito era ya indiscutible y no había cancionista, cantor ni muchacho con sueños de serlo, ni habitante de cualquier sexo y edad que dejara de cantar o silbar La pulpera..., se cruzó otra vez en mi camino Pascual Carcavallo, diciéndome: "Con usted me equivoqué una vez, pero no he de equivocarme más"».
Aunque puedan parecer exageradas las cifras que consigna Maciel con respecto a la venta de ejemplares y discos, nadie podrá negar la popularidad y perdurabilidad de “La pulpera de Santa Lucía”, gracias a que fue «salvada» por Ignacio Corsini.
Originalmente publicado en la revista Tango y lunfardo, Nº 151, Chivilcoy 16 de abril de 1999.