Por
Doña Berta Gardés, la madre de Carlos Gardel
n un hogar de humildes comerciantes de Toulouse (Bajos Pirineos, Francia), nació el 14 de julio de 1865, Marie Berthe Gardés, cuya niñez castigó la pobreza por haber perdido a su progenitor cuando más lo necesitaba.
Acosada por la falta de lo elemental para vivir, alrededor del año 1880, su madre decidió emigrar con ella a la promisora América radicándose en Venezuela donde, tanto en La Guayra como en Caracas, la miseria melló sus templados espíritus y, al cabo de pocos años, emprendieron el regreso al suelo natal francés.
Berta, toda una joven primorosa que era celosamente vigilada por su progenitora, por cosas del amor y la naturaleza, un día se encontró embarazada y el culpable de su "desliz” era casado y con varios hijos. Entonces, al dar a luz un hijo natural debió sufrir la incomprensión de sus familiares que le reprochaban de continuo y, más que otros, su misma madre.
Probablemente influido su ánimo por esa incómoda posición, la joven mamá buscando nuevos horizontes con su hijito a cuestas, puso proa hacia Buenos Aires, ciudad desde la cual la requerían amigos franceses para que se radicara, llegando con su pequeño Charles el 9 de marzo de 1893.
Si bien sus primeros tiempos fueron duros en la Reina del Plata, de a poco los años premiaron su abnegada labor en un medio que no le era del todo benigno.
Mucho le costó a Berta Gardés la crianza de su hijo que le salió bastante "sabandija", porque desde chico nomás se le escapaba, si bien en los colegios donde cursó sus estudios primarios y de artesanías, sus calificaciones fueron siempre sobresalientes.
Volvió a Toulouse varias veces y con orgullo; la carrera de su hijo se lo permitía. Justamente se encontraba allí cuando aquel moría en Colombia con toda la fama del intérprete sin igual del canto argentino. ¡Cuánto lloró la muerte de su adorado Carlitos! Lo recordó permanentemente, sin consuelo.
A una prima en Francia que vivía a 80 kilómetros de Toulouse, le dirigió en el año 1941, cuando aún era zona no ocupada por las tropas alemanas, esta carta que testimonia ese recuerdo doloroso a seis años de la muerte de su hijo, el célebre Carlos Gardel, que en su parte sustancial dice así:
«Una vez por semana voy al cine y al cementerio para ver a mi hijo. Aquí dan tres películas en una función. Así me consuelo un poco. Además de esto, yo no deseo ir a ningún lado ni pasear. Cuando estoy en casa escucho por la radio las canciones de mi pobre hijo. Es todo lo que yo deseo. Si tu supieras... nadie lo olvida. Todos los días, todas las radios pasan sus canciones y se dice todo lo bueno que fue para aquellos que lo han conocido. Si tú pudieras ver su mausoleo... Nunca faltan flores el pie de su busto. Todas las personas que pasan le dejan una flor y el día del aniversario de su muerte se llena de gente. Y el día que dan una película suya la sala se llena.
«La gente no se cansa de verlo. Los niños lo aplauden cuando lo ven aparecer en la pantalla. Es una cosa increíble. Su retrato está en todos lados.»
Cuando Armando Defino, apoderado de Gardel, fue a Toulouse para traerla a Buenos Aires, Doña Berta dijo a sus parientes y amigos de allí: «El día que me muera quiero que me entierren junto a mi hijo.»
Y allí está.
Falleció el 7 de julio de 1943.