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Por
Daniel Beller

Los Gobbi, Los Reyes del Gramofón

a importancia de los Gobbi en la historia del disco criollo no fue sólo por la cantidad de placas que registraron, sino también por la temática de las mismas.

Para los coleccionistas de discos antiguos y habitués en las casas de antiguedades de San Telmo, Los Gobbi son un nombre conocido. Sus registros, en discos de pasta grabados en el antiguo sistema acústico, son hoy, pasado casi ya un siglo de su grabación, gloriosos recuerdos de la zarzuela criolla y del tango primitivo.

No son difíciles de conseguir y realmente menos «violentos» que una placa de Eduardo Arolas o un inédito de «El Mudo». Más aun, Los Gobbi grabaron para muchísimos sellos y en los dos soportes del principio de la industria discográfica rioplatense, cilindros y discos de pasta. No por nada se los llamó Los Reyes del Gramofón.



Estamos en el principio del siglo veinte: el fonógrafo era una novedad y bien cara. En Buenos Aires, aquella que hoy llamamos de antaño, solo algunos pocos podían darse el gusto de comprar una máquina parlante.

Artistas locales descubren el medio: payadores, músicos, sopranos registran los primeros cilindros y discos, en ese entonces de una sola faz. Se graba de todo: desde marchas y mazurkas, pasando por solos de pistón y hasta declamaciones en ruso y francés. Pero como sucedió 15 años después con «Los locos de la azotea» que fundaron lo que sería el comienzo de la radiofonía argentina, el gramofón no era nada más que una novedad. A los porteños le gustaba más el organito o el piano a rollo, o el ocasional conjunto que tocaba melodías criollas, mazurkas y polcas, si era afortunado, en algún café «fifí», sino, en algún «piringundín» del bajo fondo.

En 1902 un tenor italiano que ya hacía furor por cantar «con fuoco», Enrico Caruso, graba en el Gran Hotel de Milano una serie de temas, acompañado con piano. Para registrar al tenor napolitano, el sello grabador hace traer a su cuarto una primitiva máquina que registraría las hoy históricas tomas: una enorme bocina recogía los sonidos, que eran plasmados por medio de una membrana y una púa usando el sistema mecánico, en un «master» de cera, del cual se procesaban y duplicaban luego las placas discográficas.

La voz del tenor napolitano, como la de Alfredo Eusebio Gobbi, era fuerte, característica y se daba bien al nuevo medio. Caruso, como Gobbi, «se llevó bien» con el disco. Vendió millones de placas y le dio un empujón a la industria. Hasta hoy se pueden conseguir esos viejos discos marca Victor y Zonofone a precios bajos, porque fueron de una tirada enorme.

Corría el año 1907 y Gobbi, con su esposa Flora Gobbi, ya registraban cilindros y discos. Los primeros eran mas difíciles de comercializar: su fabricación era más laboriosa, requiriendo ejecutar la misma pieza una y otra vez, delante de tantas bocinas como máquinas que plasmarían el sonido en los cilindros.

Con el disco era otra cosa: se sacaba un «master» y de él era posible hacer un sinfín de copias.

El éxito de Los Gobbi, Alfredo y Flora, fue rotundo tanto en escenarios, en los circos y las zarzuelas criollas, pero aún más en el disco. Sus placas como Los Gobbi, Los Campos o de Alfredo E. Gobbi, también bajo los seudónimos de Gobbino el 77 o El Gaucho Alegría, tienen, aún hoy, una chispa y un humor incoparables. Sus «escenas cómicas» y sus «criticando» son adelantados a su época.

En esos viejos registros se muestra la visión, casi Discepoliana, del autor. Más aún: siguen siendo vigentes en el mundo del siglo XXI. Quizás, la naturaleza humana poco ha adelantado en estos últimos cien años. Gobbi critica a «los viejos verdes» y «las coperas» (“La Basura”, Columbia Record Nº T44). El texto es atrevido, con un tono pícaro, pero no insulta: hace reír y reflexionar.



De una temática similar es “Los High Life” (Disco Victor de una sola faz, Nº 3162, 1907), registrado en los Estados Unidos): habla de los muchachos que buscan un amor pasajero, quizás pago.

Interesante por el soporte, es "Los Scrushantes". El tema, con acompañamiento de piano, trata de rufianes y gente de mala vida, casi al estilo Brecht. Este disco marca Pathe, Nº 31169 se reproducía del centro hacia afuera, a una velocidad de entre 90 y 100 revoluciones por minuto, según lo recomendaba la casa grabadora en el sobre de cartón del mismo.

En esa época los fonógrafos traían un control de velocidad, ya que la misma no era standard y variaba entre 60 a 100 rpm. Uno regulaba la velocidad del plato «a piaccere», hasta que la pieza grabada sonaba bien.

Juan Francisco López —Lopecito—, publicó semblanzas tangueras para diferentes medios gráficos. Contó la historia del tango y sus protagonistas, en una forma anecdótica, chamuyada a lo porteño. En una de ellas recuerda a los Gobbi: «Año 1907. Europa bosteza su despertar bélico y nosotros, que no queremos guerra, enviamos a Francia a esta pequeña embajada, portadora de gracia y de tango. Lo enviamos, para que en aquellos pagos, conozcan nuestro cantar ciudadano y nuestra danza suburbana, que luego de conquistar el centro de nuestra ciudad, donde en un principio le cerraron las puertas de los salones, iban a conquistar un mercado de trascendencia mundial: París».

«La Villa Lumiére no era extraña para Gobbi, ya que en el año 1905 había estado sembrando lo que iba a recoger: fama y dinero. París era su meta y su centro, desde allí rodarían a todas partes del mundo sus discos y en ellos irían grabados como para que no los borrara el tiempo sus inmemorables composiciones: tangos, duetos, romanzas, contrapuntos, gatos, pericones, milongas, habaneras».

«Doña Flora, Don Alfredo y Don Ángel (Villoldo), con esta línea media, el equipo del tango, no podía perder la partida... y la ganó de punta a punta, como la ganan los cracks. "¿Vos sabés, pibe, lo que es estar siete años, ni uno más, ni uno menos, dándole manija al tango?..." Siete años, recorriendo cuanto escenario de music hall, se les presenta al paso. Por ellos, sólo por ellos, supieron los «monsieures y musmussels» del decir de tango del “Porteñito” y “Soy tremendo”. Sus tangos y los de Villoldo —no se puede nombrar a uno sin mentar al otro—, conquistaron Francia. La popularidad de sus composiciones los lleva a ingresar como miembros, de la Sociedad de Autores y Compositores Franceses, lo que le reporta cobrar un buen "paco" de derechos, por ejecuciones, de su repertorio, que abarca desde “El choclo” a la “Rubia Mimí”. Desde “El Porteñito” a “París-Londres”».



«Los Gobbi son, probablemente, los artistas que más grabaron en el mundo, en casi todas las casas impresoras de discos y para los que lo pongan en duda, basta mencionar el nombre de las marcas en las que estamparon sus voces: Homokord, Columbia, Pathe, Odeon, Gath & Chaves, Poliphon, Da Capo, Gloria, Kaliope, Phyriny, Cabezas, Edison y suma y sigue. ¿Que me decís pibe? ¿Vos te imaginabas que habían tantas marcas?. Ni de autos había tantas».

La obra discográfica de Los Gobbi es extensa y queda por ser recopilada. Solamente en 1905, de acuerdo a Lopecito, graban 250 cilindros en los Estados Unidos. Luego se vuelcan por entero al disco. Alguna de las piezas son realmente documentos históricos. Por ejemplo, la versión del Himno Nacional Uruguayo que la pareja registró para discos Gath y Chaves (Nº 4901), una de las primeras llevadas al disco. Hay que tener en cuenta que el registro era una tarea difícil. Entre grabación y comercialización de una pieza musical podía transcurrir más de un año. Si bien los Gobbi grabaron mucho en París y en los Estados Unidos, hay que recordar que el transporte era marítimo y entre ida (de los discos madre de cera) y vuelta (de los discos de pasta), podían pasar meses.

Las fábricas de discos en Europa, especialmente en Alemania, tenían mucho trabajo. Gracias al visionero Carl Lyndström, los gramofones criollos tenían «fruta». En un lapso de tiempo muy corto, el sistema acústico de grabar discos se perfeccionó. Por ellos tenemos hoy el recuerdo de la voz, el genio y el arte de este ilustre uruguayo y su esposa chilena.

En el año 1914 estalla la primera guerra mundial. Lyndström sigue, a pesar de todo, enviando discos a Buenos Aires, pero el conflicto bélico hace que, al poco tiempo, se corte la línea. Gobbi seguirá grabando para Disco Nacional de Max Glücksman y hará incursiones en el cine parlante. Pero es a esta faz, del disco acústico y el tango primitivo, a la cual dedicamos hoy nuestro recuerdo.

Los Gobbi están presentes y esperan, algún día, se recopile su obra discográfica. En estos tiempos de crisis y mishiadura, más de un tema de don Alfredo nos demuestra que, en este último siglo, poco o nada ha cambiado.