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El bandoneón, nombre, origen y fabricantes
na primitiva clasificación de los instrumentos musicales establecía tres categorías: 1) de cuerda, 2) de viento y 3) de percusión. Al bandoneón, correctamente, se lo incluyó entre los instrumentos de viento. Pero esta clasificación cayó en desuso por falta de unidad de criterios, ya que 1 y 2 tomaba como base lo que vibraba y 3, lo que hacía vibrar.
En el año 1914 los musicólogos Eric von Hombostel y Curt Sachs establecieron una definitiva clasificación en base a la pregunta: ¿Qué es lo que vibra?: 1) vibra el material que compone el instrumento por su rigidez (xilófono o marimba, entre otros), 2) vibran membranas estiradas rígidamente (tamboril, etc.), 3)vibra una o varias cuerdas extendidas sobre puntos fijos (guitarra, víolín, etc.) 4) O es el mismo aire puesto en vibración, como los órganos de tubo, los armonios, a los cuales se los llama instrumentos aerófonos, y aquí entra el bandoneón junto a los que lo precedieron como el acordeón y más directamente la concertina.
Se lo puede definir entonces como un aerófono portátil con botones, accionado a fuelle, con ejecución de ambas manos simultáneamente, por acción del aire a presión con un sistema de lengüetas metálicas. En el lado derecho están los «cantos afinados» y en el izquierdo los graves, una octava más baja.
Existen los bandoneones cromáticos que expresan la misma nota abriendo o cerrando el fuelle. Si bien éste surgió en la etapa experimental se lo continuó usando en Europa y aún en Japón hasta que llegaron los ejecutantes argentinos. Y el acromático, de mayores posibilidades, el utilizado por los profesionales del tango, que varía la expresión según se lo ejecute abriendo o cerrando, produciendo disonancias y asonancias, a estos también se los llama diatónicos o bisonoros.
Originado en Alemania, lo más aceptado es que su nombre deriva de uno de sus probables creadores o al menos su principal difusor: Heinrich Band y en cuanto al sufijo que sucede al nombre hay opiniones divididas aunque prevalece la que sostiene la formación de una suerte de cooperativa para solventar la construcción del instrumento, dando origen al término band-union, transformado por razones de eufonía en bandonion. Para otros autores, cabría la posibilidad de que bandonion habría tomado el sufijo onion de varios antecesores como el aeolidicán, el aeolomodikón, el elodicón y el mismo akkordión (acordeón) todos ellos basados en el mismo principio de la lengüeta que vibra.
En cambio, sería erróneo considerarlo derivado del harmonium, instrumento que nada tiene que ver con el bandoneón, salvo el ser accionado a fuelle y tener cierto parecido sonoro.
En nuestro país se habría llegado a bandoneón cuando para ser exportado a países de Sudamérica se lo escribió así. Y en la Argentina tuvo varios derivados tanto orales como escritos, se lo denominó mandoleón, mandolión, bandoleón, bandolión, posiblemente por el mal hablar del pueblo y de los mismos ejecutantes, capacitados para la música pero con mínima instrucción escolar.
Heinrich Band nació en la ciudad de Krefeld, Alemania. Profesor de música y luthier, uno de los 16 hijos de Peter Band, también músico y comerciante de instrumentos musicales, se desempeñó como cellista en una orquesta de su municipio y habría conocido hacia 1840 la concertina —creación de Carl Friedrich Ufflig— instrumento que puede considerarse como el antecesor inmediato del bandoneón y lo incorporó a la agrupación musical en la que actuaba. Dicho instrumento despertó su interés, pero debido a la escasa extensión que tenía se sintió estimulado en perfeccionarlo. En 1843 se estableció con un comercio de venta de instrumentos donde, hacia 1846, habría pergeñado el bandoneón.
Los primeros instrumentos fabricados por Band tenían 56 tonos con 14 teclas bisonoras de cada lado. Luego fabricó otro de 64 tonos y otro de 88. Roth considera que, básicamente, el bandoneón no es otra cosa que una concertina mejorada, con otra disposición en los teclados y sobre todo con una sonoridad distinta. Quizá por eso nunca fue patentado.
El bandoneón de 64 tonos contaba con 32 teclas, 17 del lado derecho y 15 del opuesto, y cada una de las teclas daba una nota distinta. El de 88 tonos tenía 44 teclas, 23 del lado derecho, o cantos y 21 del izquierdo, o bajos.
Heinrich, contribuyó además a la difusión del instrumento con varias transcripciones de obras para piano adaptadas al bandoneón. Fue autor de algunos valses y polcas. A su fallecimiento el negocio siguió en manos de su esposa, primero con un socio y luego con su hijo mayor Alfred, quienes a través de su editorial publicaron Escalas y acordes en todas las tonalidades mayores y menores para bandoneón, que fue una de las primeras obras de estudio aparecidas para el instrumento.
En 1986, el investigador Manuél Román, ofrece su contribución negando que Band fuese el creador y si un tal Carl Zimermann. Se basa en un aviso publicado por Band en 1850 en el que enuncia: «A los amigos del acordeón: por un nuevo invento, otra vez hemos perfeccionado notablemente nuestros acordeones, y estos de nueva construcción, de formato redondo u octogonal de 88 a 104 tonos, están disponibles en nuestro comercio». De este anuncio, dicho autor extrae estos argumentos para sustentar su hipótesis: 1) que en el mismo no aparezca la palabra bandoneón; 2) que Band no se proclame inventor del mismo. Y añade que en la ciudad de Krefeld no existe registro alguno de la mentada cooperativa Band-union, además Band figura como comerciante y no como fabricante, no habiéndose comprobado que tuviera empleados en su comercio que lo pudieran haber ayudado en su fabricación. Finalmente que Zimermann basó su creación en la concertina alemana de Ufflig y la denominó Carlsfelder Koncertina. La invención dataría de poco antes de 1849, ya que ese año presentó el instrumento como por él fabricado en la Exposición Industrial de París». Finaliza Román expresando que Zimermann emigró a Norteamérica vendiendo su negocio a Ernest Louis Arnold.
Ambas versiones tienen el mismo origen, la concertina de Uhlig. Es muy posible también que ambos lo fabricaran con una serie de diferencias técnicas, como ser el número de teclas, la diversidad de modelos, la cantidad de cantos a derecha e izquierda, etcétera.
Desde los albores de su fabricación, ha sido patrimonio casi exclusivo de Alemania, cuyos fabricantes se cuidaron muy bien de ocultar ciertos secretos, de manera especial lo atinente a las aleaciones metálicas utilizadas en la confección de las lengüetas.
Ernest Louis Arnold (1828-1910) fue el fabricante de los bandoneones ELA que eran importados en la Argentina y vendidos por Alberto Ohermann. Posteriormente la dirección de la firma pasó a manos de sus hijos, hasta llegar al menor de ellos, Alfred (1878-1933), quien con toda la experiencia ganada desde sus primeros años fundó en 1911 la firma Alfred Arnold Bandonion, fabricante de los famosos y apreciados AA (Doble A). En las propagandas posteriores se lo indicaba como: «El único instrumento para una interpretación perfecta del tango argentino».
La fábrica ofrecía tres modelos: lisos, con media encajadura de nácar o semi nacarados y con incrustaciones de nácar completa. Después de la primera guerra mundial pasaron a ser importados por la casa Emilio Pitzer que tenía registrada su marca y por Luis Mariani.
Bajo la falsa denominación de América también llegaron bandoneones para la casa musical de ese nombre, hasta ser descubierta la maniobra. Arnold también fabricaba los Premier, excelentes en su calidad e importados por Sharp y Veltren. Otra marca renombrada fue Germania, construidos por «M:Honer A:G» (Matías Honer). Eran estos instrumentos muy sólidos y de excelente terminación. De la misma casa provenían las marcas Tango, Cardenal (en su país era Cardinal) y también Concertista, todos importados por Oherman.
Los hermanos Alfred y Paul Arnold fueron sucedidos por sus respectivos hijos. Uno de ellos Horst Alfred escribió al autor de este trabajo: «Sabrá que la firma no existe más, mi fábrica fue expropiada y es, desde 1949, fábrica del pueblo. Ahora se fabrican bombas para motores diesel. En 1950 me fui a Frankfurt y desde esos tiempos me dedico a la venta y afinación de bandonios [sic] en buen estado».
Un hijo de Paul Arnold, hermano y socio de Alfred, pudo salir del Este Alemán y, en la parte occidental del entonces dividido país, establecer su propia fábrica en la ciudad de Obertshausen, contando con la colaboración del Sr. Muller, ex técnico de Alfred. La firma duró hasta poco después de fallecer su titular en el año 1971. Actualmente no existen fábricas de bandoneones.
Se calcula que éste instrumento puede tener una vida útil de 200 años. Dentro de este sombrío panorama la luz de esperanza tiene el nombre de otro alemán que aún no llegó a los cincuenta años de edad, su nombre es Klaus Gutjahr, que los construye en forma artesanal y por encargo. El modelo Gutjahr II se realizó teniendo muy en cuenta las apetencias de los tanguistas rioplatenses, sin descuidar su adecuación a la interpretación de la música sacra y de concierto.
En nuestro medio Emilio Torija, realizó un temprano intento de fabricarlos artesanalmente y sería entonces el primer fabricante que tuvo el país. Tenía además un taller de afinación en Rivadavia 3961.
En un cabaret en el que tocaba la orquesta de Pedro Polito, se anunciaba en un cartel: «Bandoneón fabricado por un argentino». Actualmente en la ciudad de Bahía Blanca tenemos un luthier de bandoneones nacido en 1920, que tiene un taller pequeño donde, a pedido, confecciona sus bandoneones, incluyendo las matrices.
Extraído del libro: El tango, el bandoneón y sus intérpretes, Oscar Zucchi, Ed. Corregidor, 1998.