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El tango en Polonia, 1913 - 1939
stoy de acuerdo con la teoría que afirma que nuestra preferencia, gusto y predilección están arraigados en nuestra niñez y vienen de lo que hemos vivido. Sin embargo, cuanto más años tengo, más me convenzo que una condición debe cumplirse: el niño a que hacemos referencia debe tener una particular inclinación y una sensibilidad propia antes de que la absorción tenga lugar. Y creo que éste fue mi caso.
Cuando yo tenía 4 o 5 años mi oído podía distinguir, por ejemplo, la voz de Beniamino Gigli de la de Tito Schipa. Mis juguetes preferidos eran los viejos discos de gramófono y las fotos de archivo. Mis cuentos de hadas entrañables eran las historias sobre la vida bohemia de las que habían sido testigos mis padres en su temprana juventud. Tal era el mundo que me rodeaba y éste podría no haber tenido influencia sobre mí si no me hubiera atraído tanto.
Los discos de gramófono, especialmente, tenían para mí algo de misterioso en su naturaleza: etiquetas extrañas, diferentes a cualquier otro dibujo, en el medio de un disco negro. El disco, cuando giraba, comenzaba a emitir su sonido: preludios de Chopin, valses de Tschaikovsky, música de swing norteamericano de la primera época o las más famosas composiciones argentinas de Rodríguez y Ángel Villoldo que surgían desde abajo de la púa metálica. Ahora, cuando trato de recordar esa experiencia, estoy seguro de que las melodías que con frecuencia en mi casa mis padres cantaban, tarareaban o entonaban, eran tangos polacos. Y no se sorprendan, las melodías populares en Polonia en el período entre guerras eran composiciones concebidas precisamente en el ritmo de tango.
El tango emergió en Polonia un poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Ludwik Sempolinski, artista e historiador, en sus memorias registra el hecho que en «la última opereta de Jacoby representada en Varsovia el 28 de Octubre de 1913, se presentó una nueva danza Tango que fue interpretada por Lucyna Messal y Jozef Redo».
En mi colección hay una partitura única: la composición de Aime Lachaume, “Regina-Tango”, edición 1913, Varsovia. En su carátula debajo del título, hay una foto de Pola Negri que aparece junto a su partenaire, Edward Kuryllo, en un abrazo al estilo tango. Pola Negri, bailarina de Varsovia, que en aquel tiempo tenía 17 años, no podría siquiera haber soñado entonces con el fantástico futuro que le aguardaba en la producción fílmica internacional. Creo que aquí puede decirse, que 25 años después, Pola Negri al cantar “Tango Notturno” en una de sus últimas películas sonoras logró una interpretación que, en mi opinión, está más allá de cualquier obra del género creada en Europa en aquella década.
En 1919, un actor, Karol Hanusz canta “The Last Tango” en un cabaret de Varsovia llamado Black Cat, con música de E. Deloire y una letra que comienza así: «Bajo el cielo azul de la Argentina...»
En 1922, un cantor, Stanislaw Ratold graba en Beka Grand Record, una versión polaca de “Tango du reve”, con música de Edouard Malderen.
Hasta mediados de los años veinte, el tango en Polonia compartía su posición con otros ritmos bailables de moda: el one-step, el shimmy, el fox-trot y el vals. Creo que algo excepcional ocurrió inmediatamente después de 1925 cuando Zygmunt Wiehler compuso el tango “Nie dzis to jutro” (“Si no es hoy, será mañana”) para Hanka Ordonowna, nuestra prominente actriz y cancionista, estrella del cabaret Qui Pro Quo.
A partir de entonces los tangos en Polonia, como producción doméstica, salían en enormes cantidades. El éxito del año 1928 fue el tango “Wanda”, la historia de una chica polaca vendida a un piringundín en la Argentina donde nadie se preocupa por ella, salvo un guitarrista que le promete una mejor vida en otro lugar a condición de que ella se vaya con él.
Todos aquellos tangos polacos de fines del veinte eran, de alguna forma, copias del auténtico estilo argentino. La más apreciada intérprete de ese género fue Stanislawa Nowicka, que hasta fue llamada Reina del Tango. Las historias que relatan esas canciones, en general tienen en su mayoría los mismos temas: las quejas de una pobre muchacha, dominada totalmente por su cruel amante, un rey de la noche y maestro del cuchillo: «Esta noche me vas a pegar de nuevo hasta que muera gritando / Pero no tengo fuerzas para abandonarte, bastardo piojoso!»
El año 1929 alcanzó la cima: Jerzy Petersburski compuso su “Tango Milonga” el que, con letra en alemán y en inglés se conoció como “Oh, Donna Clara”, inmediatamente se impuso sobre otros éxitos en todo el mundo. El mismo año, Wladyslaw Dan, un joven músico, decidió organizar en Varsovia una velada de tangos cantados en castellano por un conjunto de cinco jóvenes con guitarras, acordeón y piano. El espectáculo se abrió con “Plegaria” de Eduardo Bianco y cerró con “Mamita mía” de Enrique Delfino. Wladyslaw Dan se animó a hacer un experimento: él mismo compuso para esta velada dos tangos al estilo argentino con letras especialmente escritas en castellano. Sus títulos eran: “Siempre querida” y “Liana”. El nombre que se dio al grupo vocal para esa presentación: Coro Argentino V. Dano, posteriormente se lo conoció como Chor Dana.
La moda del tango en Polonia vino de occidente. Sin embargo, debe destacarse que Varsovia, a diferencia de París, Madrid o Berlín, no era la atracción para las embajadas artísticas de músicos y cantantes argentinos en gira por el mundo. El tango llegó a Polonia a través de los discos para gramófono, de los rumores de los diarios y de la radio. Polonia simplemente estaba bien preparada para darle la bienvenida por cuanto siempre existió una especie de apetito para las novedades exóticas.
Algunos tangos argentinos adquirieron una popularidad inigualada y fueron inmediatamente tocados y grabados en versiones polacas. Sin embargo, los autores de las letras en polaco no se esforzaron para nada en acercarse a los contenidos del texto original. Ellos escribían su propia combinación de argumentos en un estilo de tipo español o sudamericano o una mezcla de ambos con agregados típicos de aquellos países.
Por ejemplo: “Mama yo quiero un novio” tenía como título polaco “Santa Madonna”; “Adiós muchachos” fue transferido a “Donna e Caballeros”; “Sonsa” existía en una versión polaca como “Concha”; el estribillo de “Yira yira” comenzaba con un imperativo «¡Tenés que hacerlo!». El tremendamente popular, ya mencionado, “Adiós muchachos” tenía hasta dos versiones diferentes en polaco.
El año 1930 y un éxito “Juz nigdy” de J. Petersburski trajeron un aire nuevo al tango polaco:
Nunca más - te oiré decir palabras de amor,
Nunca más - te apretaré contra mis hambrientos labios,
Te fuiste,
Qué haré sabiendo que no has de volver
día o noche, pensamiento o sueño,
¡Nunca más!
El tango se convirtió en una especie de expresión sentimental con un aire melancólico y hasta depresivo. De tal forma lo condicionaba su letra pero la música, aparentemente, se adecuaba al clima de esos textos. Los estribillos tenían algo que podría llamarse aroma lacrimógeno y eso era lo que los hacía, creo, tan populares. Y la popularidad dio como resultado —como de costumbre— una creciente demanda de nuevas obras similares.
A medida que pasaban los años, los rasgos del tango polaco tenían cada vez menos algo en común con el prototipo argentino. Cuantos más tangos se componían como producto doméstico, menos interés había por la producción extranjera. La base rítmica del tango polaco era delicada y generalmente lenta. La orquestación se mantenía más bien a la sombra de la primera voz, la melodía recurrente:
Este es el último domingo,
hoy nos alejaremos,
hoy cada uno tomará su camino,
para el resto de nuestra vida.
Este es el último domingo,
Entonces no me lo retacees,
mírame tiernamente,
porque es la última vez.
En otras palabras, un clima de lamento y nostalgia estaba al frente de los tangos creados por compositores polacos. Sus nombres: Jerzy Petersburski, Zygmunt Karasinski, Artur Gold, Zygmunt Bialostocki, Fanny Gordon, Henryk Wars, Michal Ferszko, por mencionar unos pocos.
De todos modos, hubo dos músicos: Arcadi Flato, arreglador de la orquesta de los estudios Odeon y Henryk Gold, arreglador de Columbia, que trataron, con éxito, de mantener el vigor y la frescura en los tangos polacos con los acentos apropiados y el típico carácter del condimento del tango argentino.
Los letristas permanecieron a la sombra de Andrzej Wlast, quien puede considerarse un coloso, en cuanto se refiere a cantidad de textos escritos por él. Nuestros poetas Julian Tuwim y Marian Hemar escribieron algunas hermosas letras para tango, también.
Creo que cabe mencionar que la mayoría de esos compositores y letristas, nacidos en Polonia y educados como artistas polacos, en realidad eran de origen judío y llevaban la carga de muchos años de la ocupación y la influencia rusa. Estas circunstancias pueden tener peso, en alguna medida, en sus elecciones artísticas y en su predilección por las tonalidades nostálgicas de la música.
A mediados de la década del 30 nuestro fenómeno podría ya haber sido llamado tango polaco. Soy de la opinión que ningún otro país de Europa se hizo eco de la fiebre del tango como Polonia. En mis investigaciones, toda vez que encuentro, por ejemplo, 5 discos polacos viejos, 4 de ellos siempre son de tango. En la página posterior de todas las partituras, donde se publicitan las novedades veremos que más de 3/4 de todas las canciones populares en Polonia eran tangos. Lo mismo puede comprobarse cuando se miran los catálogos de discos para gramófono.
Poco días antes del inicio de la 2ª Guerra Mundial, Janusz Poplawski, un tenor, grabó en el estudio Odeon de Varsovia el tango “Zlociste chryzantemy”, el que, de algún modo, cierra en Polonia la época de la gran aventura musical:
Crisantemos dorados, en un florero de cristal
sobre mi piano,
aliviando la pena y el pesar.
A través de las lágrimas plateadas y nebulosas
Extiendo mis manos en su dirección
Y susurro una pregunta:
¿Por qué te fuiste?