Por
Ricardo García Blaya
| Bruno Cespi

Los Bailes del Internado y los tangos médicos

n la permanente interrelación del tango con los hechos cotidianos no podían estar ausente cuestiones tan humanas como las enfermedades, los remedios, los médicos, los hospitales y, tratándose de la música de los jóvenes de la época, tampoco la estudiantina.

A principios del siglo XX, los estudiantes de todas las facultades organizaban grandes fiestas para el Día de la Primavera.

De todas ellas las más consagradas por el tango fueron la de los estudiantes de medicina: los Bailes del Internado. Su nombre delataba a sus más fervientes promotores: los alumnos más avanzados, los internados, los que hoy, comúnmente, llamamos practicantes.

El internado, conforme los define el doctor Luis Alposta, eran aquellos que habían obtenido el cargo, luego de una escrupulosa selección entre cientos de estudiantes. Su labor consistía en prestar servicios gratuitos, primero poniendo vacunas y trabajando en laboratorios y, después de un año y varios meses, atendiendo las salas hospitalarias.

En su libro El lunfardo y el tango en la medicina, Alposta, se refiere al interno y resalta: «En esa vida hospitalaria se iba formando el futuro médico. Iba adquiriendo aquello que no se encuentra en los libros: el sentido de la responsabilidad en el diario contacto con los enfermos. Se iba habituando el estudiante a las normas éticas de la relación con pacientes y colegas.»

«Era allí donde aprendía a conocer las miserias humanas y a convivir con ellas, recibiendo lecciones de experiencia que ya no habría de olvidar jamás.»

Es interesante la descripción que hace Canaro de los bailes del internado en sus memorias: «En dichos bailes los practicantes rivalizaban en el afán de hacer las bromas más grotescas y espeluznantes que pueda uno imaginarse. Hubo casos en que a los cadáveres de la morgue les cortaban las manos y luego, disfrazándose con sábanas, en forma de fantasmas y con unos palos a manera de brazos, ataban esas manos yertas, heladas y se las pasaban por la cara a las mujeres, con el efecto que es de suponer. Otro caso patético fue comentado y se hizo famoso: en un palo, con dos sábanas a modo de disfraz, pusieron la cabeza frapé del italiano. Fue una broma demasiado macabra; las mujeres horrorizadas disparaban en todas las direcciones muertas de miedo.»



El primer Baile del Internado se realizó en el Palais de Glace, el 21 de septimebre de 1914 y los años subsiguientes en el Pabellón de las Rosas, que estaba ubicado en la avenida Alvear y Tagle. El último de estos festejos, se organizó el mismo día, en el año 1924, en el Teatro Victoria, donde Fresedo estrena su famoso tango “El once”.

Son muchos los tangos que de una u otra forma se inspiraron en estas fiestas, o que se hicieron para ser estrenados en ellas, o que en su título, dedicatoria o, en algunos pocos casos, sus letras, está presente la medicina. Mencionaremos algunos títulos:

“El matasano”, de Francisco Canaro, dedicado a los internos del Hospital Durand con motivo del primer Gran Baile del Internado, en 1914.

Clínicas”, de Alberto López Buchardo, dedicado a los practicantes del Hospital de Clínicas.

El apronte”, de Roberto Firpo, dedicado a los internos del Hospital San Roque (actual Ramos Mejía), también con motivo del primer Baile del Internado, en 1914.

“El cirujano”, de Adolfo Pérez “Pocholo”, dedicado al cirujano Adolfo Sangiovanni.

“El practicante”, de Antonio De Bassi, con letra de Antonio Botta.

Rawson”, de Eduardo Arolas, dedicado a los doctores Pedro Sauré, Juan Carlos Aramburu y Cleto Santa Coloma.



Anatomía”, del mismo compositor, dedicado a los doctores Ricardo Rodríguez Villegas y Moisés Benchetrit.

El anatomista”, de Vicente Greco, dedicado a los practicantes internos de los Hospitales de Capital, con motivo del 3er. Baile del Internado, 21 de septiembre de 1916.

El internado”, de Francisco Canaro dedicado a la Asociación del Internado y a su presidente Dr. Adolfo Rébora, en 1915.

El bisturí”, de Roberto Firpo, dedicado al cirujano Roque F. Coulin.

Mano de oro”, de Eduardo Pereyra, dedicado a los practicantes del Hospital Clínicas de Córdoba, en 1920

“Paraiso artificial”, de Rafael y J. Tuegols con letra de Francisco García Jiménez, cuya letra menciona la droga y está dedicado al doctor Héctor de Kemmeter

“El 6°... Baile del Internado”, de Osvado Fresedo, dedicado a todos los internados en conmemoración del sexto baile, 21 de septiembre de 1919.

“El 7°... Gran Baile del Internado”, de Augusto Berto, dedicado a la Asociación del Internado con motivo de la fiesta de 1920.



Ricardo Luis Brignolo compuso consecutivamente, los tangos de los tres siguientes bailes: “El octavo”, “El 9°... Gran Baile del Internado” y “El décimo”.

“Cura segura”, de Juan de Dios Filiberto, dedicado a varios amigos.

“Ojo clínico”, de Guido Vanzina Pacheco, dedicado al doctor Enrique Feinmann.

“El serrucho”, de Luis Teisseire, dedicado al doctor Juan B. Borla, en 1923.

“El termómetro”, de José Martínez, dedicado a los doctores Luis Galdeano, Amadeo Carelli y Antonio M. González, en 1917.

“Aquí se vacuna”, de Juan Lorenzo Labissier, dedicado a los doctores Gregorio Hunt y Fernando Álvarez.

“Cloroformo”, de Udelino Toranzo, dedicado al Dr. Rogelio O. Lahitte.

El loco”, de María Celina Piazza, dedicado a su padre Romeo Piazza.

“El estagiario”, de Martín Lasala Álvarez, que ser refiere al alumno superior de medicina, llamado comúnmente practicante.



Locura”, de A.Guerama y letra de A.Caro.

“La muela careada”, de Vicente Greco, dedicado a Agustín Bardi, en 1916.

El frenopático”, de Osvaldo Pugliese, dedicado a su tía Concepción Pugliese.

El once (A divertirse)”, de Osvaldo Fresedo y letra de su hermano Emilio, en homenaje al último Baile del Internado, en 1924.

Existen muchos otros temas más, incluso algunos más modernos, que hemos omitido expresamente por razones de espacio.