Por
José Pedro Aresi

El Glostora Tango Club

scucho la voz de Enrique Campos que repite «Buenos Aires del cuarenta, si te dejaran volver...» y afloran recuerdos que son jirones de un ayer transitado sobre veredas de barrio, con grises cordones y zanjas con ranas y olor a yuyo; cuando a la ciudad no la había cambiado aún el modernismo y los baldíos sabían a pelotas acariciadas por zapatillas de gomas y alpargatas.



Tiempos en que el sonido de la radio ganaba la calle a través de ventanas y balcones con flores o de una enredadera de campanillas colgando de alambrados oxidados. Baldosas y ladrillos, asfalto y tierra, luces y sombras plenas de goces juveniles, de esperanzas, de sueños y del andar pausado de quien regresaba del trabajo a su casa; en tanto, allá lejos, otros muchos colmaban un trocen que olía a suburbio.

Para entonces la pasión por el tango había ganado la calle, las confiterías, los salones y los clubes de barrio. Todo era tango y así los ejecutivos de las radios buscaban ocupar sus programas con esta música. En la lucha por ese predominio estaban: Radio Belgrano, Splendid y El Mundo. Fue precisamente esta última la que tomó la delantera, incluyendo en su programación la hoy legendaria Ronda de Ases, audición que marcó el apogeo en el éter, de las orquestas típicas y sus cantores.

Se emitía desde la sala del Teatro Casino y desfilaron por ella nombres como Tanturi-Castillo, D'Agostino-Vargas, Di Sarli-Rufino, D'Arienzo-Mauré, Fresedo-Serpa y Troilo-Fiorentino, todas yuntas bravas que convocaban a los tangueros convertidos en hinchas fanáticos de la orquesta de su preferencia y con la cual se identificaban plenamente. La locución del programa estaba a cargo del inolvidable Jaime Font Saravia, secundado por Juan José Piñeiro, con libretos esbozados por José Barreiros Bazán. Con menor arrastre, pero con gran calidad interpretativa, intervinieron también en el programa, las orquestas de Alberto Soifer y Edgardo Donato.

Recuerdo que en la etapa inicial de Ronda de Ases, Troilo presentó el primer arreglo que para él hiciera Astor Piazzolla, la milonga “Azabache”, de Enrique Francini y Homero Expósito. En ese certamen Pichuco se alzó con el primer puesto.

Ronda de Ases continuó irradiándose por mucho tiempo, adoptando otros nombres alternativos, como Esquinas de mi ciudad y Casino, manteniendo siempre la alta calidad de sus protagonistas.

En ese tiempo, Buenos Aires transpiraba tango y otras formaciones —Miguel Caló, Domingo Federico, Alfredo De Angelis, Osvaldo Pugliese— colmaban con su música las ondas de una radiotelefonía que había ganado un lugar de privilegio en los hogares argentinos.

Durante el año 1945, Radio Belgrano, dispuesta siempre a dar batalla para superar la supremacía de Radio El Mundo, lanzó con el auspicio de la Compañía Argentina Sydney Ross SA un programa titulado La voz triunfadora en el Cancionero Glostora: Alberto Castillo, que se irradiaba los días martes y jueves a las 21.30 horas y en el que se incluía un espacio de deporte con el nombre El deportivo para la juventud triunfadora, con el comentarista Enzo Ardigó. Era evidente el propósito de los patrocinantes, de apuntar a la conquista del mercado de los jóvenes —para el fijador Glostora—, aprovechando el arraigo del tango en la juventud.

Se vivía para entonces —sin saberlo— las víspera de un suceso que muy pronto se instalaría, por muchos años, en Argentina y en otros países hermanos.

Lamentablemente, no quedan archivos que permitan bucear con mayor exactitud ese tiempo de tango y poesía, pero apoyado en una memoria nostálgica que no me abandona, es que me atrevo a incursionar en esta evocación.

En el diario El Mundo del lunes 1 de abril de 1946, puede leerse un importante aviso dando cuenta de la presentación, a las 20 horas de ese día, del maestro Alfredo De Angelis y sus cantores Carlos Dante y Julio Martel en un nuevo programa: El Glostora Tango Club, dedicado «a la juventud triunfadora», un espacio de 15 minutos en el cual «El fijador del gran mundo, al alcance de todo el mundo», presentaba a su «astro exclusivo para la radiofonía argentina».

Para mejor ubicarnos en el tiempo aquel, conviene recordar que ese mismo día las noticias periodísticas anunciaban la reaparición en el Palacio del Baile de Parque Retiro, de la orquesta de Pedro Maffia y, en la calle Lavalle 892, la reapertura de la Confitería Nobel, con la actuación de las orquestas de Alfredo De Angelis y de Héctor Lagna Fietta y la participación, en carácter de invitados, de Ricardo Tanturi, Osvaldo Donato, Roberto Quiroga, Barry Moral, la Hawaiian California y del poeta Héctor Gagliardi.

Pensar que todo esto sucedía un día lunes en solamente dos reductos nocturnos, lo cual permite suponer sin errarle, de las extraordinarias maratones de música, baile y algo más, que poblaban la noche porteña.

Pero volvamos al 1 de abril de 1946 y reparemos en la programación que Radio El Mundo ofreció ese día, en los momentos previos al esperado debut del Glostora Tango Club.

Después del noticioso de las seis de la tarde, Raúl Galván entonó canciones melódicas y a continuación, don Atahualpa Yupanqui nos regaló música del altiplano. Después siguieron Washington Bertolín y su ritmo sincopado, Bina Butti cantando canciones napolitanas, noticias de automovilismo, Alberto Rodríguez en Bailes criollos y Ortega del Cerro en Canción de barrio, El boletín sintético de Radio El Mundo, luego boleros con Gladys Marvel y a las 19.45 horas, el inefable Peter Fox lo sabía, radiante preludio de lo que vendría poco minutos después.

Se escuchó entonces el ansiado top de las 20 horas y, como estaba previsto, se alzó el imaginario telón del micro de 15 minutos que sería por años el más popular éxito de la radio. Las voces de Rafael Díaz Gallardo y Lucía Marcó anunciaron El Glostora Tango Club «la cita obligada de la juventud triunfadora», con la participación de la orquesta de Alfredo De Angelis y sus cantores Carlos Dante y Julio Martel. Según un tanguero memorioso, Juan Carlos Jusem, la primera interpretación de la orquesta, con la voz de Dante, fue el tango “Carnaval” de Aieta y García Jiménez.

¿Sos vos, pebeta? ¿Sos vos? ¿Cómo te va?
¿Estás de baile? ¿Con quién? ¡Con un bacán!
¡Tan bien vestida, das el golpe!...
Te lo digo de verdad.


Así nació por LR1 Radio El Mundo y la Cadena azul y blanca un programa de tangos, verdadero mito de excelencia y de calor popular. Un referente indiscutido, una bisagra en el tiempo, que marcó para siempre a quienes tuvimos la dicha de ser activos testigos de la preeminencia de la canción ciudadana sobre cualquier otra expresión.

Si bien podría poner aquí fin a lo que fue aquella antológica presentación, no resisto enumerar cuanto sucedió después. La emisora continuó con Angelito y Saturnino, dos piratas argentinos, con Osvaldo Canónico y Tincho Zabala. A las 20.35 se presentó La alegre cabalgata Palmolive y media hora después lo hizo la orquesta típica del maestro Ricardo Tanturi, con la voz de Enrique Campos y la Hawaiian Serenaders. Bien podría decirse que ya teníamos «cartón lleno», pero no fue así, a continuación, Augusto Codecá y Aníbal Troilo con Alberto Marino y Floreal Ruiz, enriquecieron los 30 minutos de humor y tango previos al Radioteatro de la noche, presentado por Julio César Barton.

Imperturbable prosiguió el éxito del Glostora Tango Club y por largo tiempo ese nombre y el del maestro De Angelis se convirtieron en sinónimo de tango. Transcurrieron muchos años en los que la orquesta y sus cantores Carlos Dante y Julio Martel primero y, una vez desvinculado éste en 1951, Oscar Larroca, constituyeron la razón del éxito del popular ciclo de las 20 horas, en el siempre colmado auditorio de Radio El Mundo.

En algunas oportunidades, por compromisos de la orquesta, las actuaciones de De Angelis se alternaron con las formaciones de otros directores, pero él siempre volvía al Glostora. En sus continuos regresos, se fueron incorporando las voces de Juan Carlos Godoy, Roberto Florio, Lalo Martel, Roberto Mancini, Carlos Aguirre y Alberto Cuello.

Varias fueron las orquestas típicas que se sucedieron en el programa, a partir de 1951, todas de primer nivel. Entre ellas recuerdo las de Francisco Canaro, Ricardo Tanturi, Miguel Caló, Juan Sánchez Gorio, Juan D'Arienzo, Héctor Varela, José Basso, Armando Pontier, Alfredo Gobbi, Enrique Francini, Rodolfo Biagi, Osvaldo Pugliese, Donato Racciatti, y Jorge Arduh, único sobreviviente de esa constelación de estrellas y que hoy, desde su Córdoba natal, recuerda que su última interpretación en ese espacio, allá por el año 1964, fue “La cumparsita”.

Repito, El Glostora Tango Club marcó un hito en la radiofonía argentina y nos remite a una época donde la nostalgia se asocia con otros programas inolvidables: Qué pareja, con Héctor Maselli y Blanquita Santos, auspiciado por el jabón en polvo Rinso, Peter Fox lo sabía, con José Tresenza y Los Pérez García, con Martín Zabalúa, Sara Prósperi, Celia Juárez y Jorge Norton. Todos coexistieron con El Glostora Tango Club entre las 19.30 y 20.30 horas.

Fueron veintidós años de permanencia en el éter, como se decía entonces, en los que el maestro De Angelis fue el «cadenero» de una página de oro de la historia de la radio y del tango.

El paso del tiempo y el auge de la televisión fueron relegando a la radio. Como una luz que se apaga lentamente, casi al final de la década del sesenta, El Glostora Tango Club se perdió para siempre e ingresó en la zona gris de los recuerdos. Así se fue, recostado en el viejo paredón del barrio sur, en busca del «primer rayo del día», cual “Rosicler”, que se agiganta en la voz de Julio Martel y nos dice:

La vida es este río
que me arrastra en su corriente
blando y yacente, lívida imagen,
de vuelta ya de todos los nostálgicos paisajes,
muerta la fe, marchita la ilusión...


Atrás quedaron para siempre tantos agradables momentos vividos al amparo de ese ciclo, con la figura imborrable del maestro De Angelis.

Nostalgias de barrio perdido, aquel en que flotaba el tango y, sus sones se esparcían sobre las sombras, se enredaban con la ronda del botón y se iban a dormir su sueño de amor en la vieja calesita. Y evocando a Homero, digo:

Fueron años de cercos y glicinas,
de la vida en "orsay", del tiempo loco.