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Tango
CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Carlos Gardel
Mercedes Simone
Rosita Quiroga
Por
Luis Alposta
Carta de Yoyi Kanematz a Rosita Quiroga
a crónica del tango, entre lo legendario y lo épico, muchas veces suele narrarnos hechos de honda y novelesca atracción, de fondo misterioso y mágico, donde se mueven seres de perfiles poéticos, trascendiendo los límites usuales de una realidad menos poética.
Seres a los que estamos acostumbrados a representar como personajes de orilla, configurando así una auténtica mitología ciudadana.
Pero qué sucede cuando se cambia de escenario, y uno de esos personajes pasa a ser un hombre de cabeza encharolada y ojos oblicuos, desplazándose en lo cotidiano entre pagodas y jardines con almendros.
Qué historia de tango nos aventuraríamos a entretejer entonces con esos elementos y con el agravante de ver a ese nuevo paisaje, desdibujándose en el caos de una guerra.
Solamente la más imaginativa de las realidades, podría contarnos esta historia que nos habla de la pasión de un hombre por el tango; historia desarrollada no sólo en las antípodas de nuestra geografía, sino en la de nuestra modalidad y esencia.
Yoyi Kanematz, su protagonista, académico correspondiente en Tokyo de nuestra Academia Nacional del Tango, recientemente fallecido; un japonés que conocía perfectamente nuestro idioma y el significado de la mayoría de las voces lunfardas; un
edoko
que al cumplirse el cuadragésimo aniversario de la muerte de
Carlos Gardel
viajó a Buenos Aires para colocarle una placa en su tumba; alguien que le ofició de cicerone a Borges durante su estada en Japón y que alegró la mía cantándome el tango “
Mano a mano
” acompañándose con su guitarra, fue quien, en 1970, al enterarse de la próxima visita de
Rosita Quiroga
a su país, y sin conocerla personalmente, le escribió esta carta:
Muy estimada amiga:
Me tomo la libertad de aprovechar la presente para comunicarle que me siento más feliz que nunca al enterarme por intermedio de Oiwa de que usted está gozando de buena salud, y de que piensa realizar una visita mi patria en 1971.
Como gran admirador suyo desde hace treinta años, esta noticia me causó gran alegría.
Me acuerdo de que en los últimos días de la guerra pasada, bajo los bombardeos aéreos americanos, me refugiaba todos los días en el foso antiaéreo con mis discos bajo el brazo, los discos que usted grababa para el sello Victor: “Vieja guitarra”, “
Sentimiento malevo
”, “
Viejo coche
”, “
Negro
”, me acompañaban siempre.
De noche, ante los reproches de la gente ignorante del pueblo que temía que el avión enemigo recogiera el sonido de la música, yo solía escuchar tangos con el fonógrafo cubierto con una manta.
Pero, lamentablemente, el 29 de mayo de 1945, cuando sólo se encontraba allí mi madre enferma, cayó en mi casa una bomba incendiaria que redujo todo a cenizas, incluyendo los discos que yo tanto quería.
Después de la guerra, buscando por todos lados con mucha dificultad, conseguí, de segunda mano, algunos discos suyos para reponer mi colección perdida.
Usted ya sabe, por intermedio de Oiwa, cómo la admiraban los hinchas japoneses del tango antes de la última guerra. Hoy, los que han sobrevivido a ella siempre llevan en el recuerdo la voz y la imagen de la gran intérprete del tango que es usted. Hoy, la nueva generación, gracias a algunos tangos regrabados en LP, puede compartir la alegría de conocer el alma del tango por usted interpretado.
Sabrá usted disculpar mi atrevimiento de escribirle, pero mi emoción no sabe de fronteras ni de etiqueta. Nuestro país se encuentra muy lejano al suyo en la distancia, pero muy cercano en el sentimiento.
Le envío esta carta por intermedio del señor Armando Husso, violinista de la orquesta de José Basso.
El señor Husso, al escuchar el tango “Vieja guitarra” interpretado por usted, se emocionó tanto que lo grabó en cinta y se lo llevó a Buenos Aires.
El amigo Oiwa me enseñó unas fotografías suyas con la señora
Mercedes Simone
, a quien igualmente admiro mucho, y me contó de los momentos que él pasó con usted.
La felicito de todo corazón y ruego a Dios que la dicha sea su compañera inseparable en muchos años por venir.
La saluda muy respetuosamente su amigo y admirador en el lejano Japón.
Yoyi Kanematz
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