Por
Alberto Rasore

Cena del 14 de diciembre de 2004

l martes 14 de diciembre nos reunimos en una de nuestras ya habituales cenas de camaradería. El lugar, como siempre “Il Vero Arturito”, en la esquina de San Luis y Jean Jaurés, cerquita de la casa de Carlos Gardel, o “la casa de la vieja” como me corregiría don Carlos.

A medida que fuimos llegando nos encontramos con los amigos habitués y varios debutantes, que al fin conocimos personalmente. Y así, la relación virtual se transformó en real, unidos por un factor común: nuestro querido y bendito tango, que El Morocho nos enseñara a cantar.

Nos fuimos ubicando en diferentes mesas, donde el saludo y el abrazo inicial se convirtió en un intenso diálogo. Mientras gustábamos de las empanaditas, los ñoquis y el pollo a la calabresa, acompañados con vino y gaseosas, continuamos charlando y conociéndonos más con nuestros compañeros de mesa, hasta que sirvieron el helado de postre, acompañado por otro postre: las palabras, la música, el canto y el baile.

El primero en hablar fue Ricardo García Blaya, quien sin dejar de aclarar que él es un invitado más a la cena, nos comentó sobre Todo Tango. El portal cumplió cinco años, recibe cerca de 15.000 visitas diarias, es material de consulta permanente de historiadores, investigadores, musicólogos y público en general, por la cantidad y calidad de artículos, crónicas, biografías, música, partituras, y la participación en La Mesa de Café. El sitio está constantemente enriquecido con los aportes de importantes colaboradores: Bruno Cespi, Héctor Lucci y los presentes en la cena como Néstor Pinsón, Abel Palermo, Guada Aballe, José Arisi, Héctor Benedetti y Federico García Blaya. Tal crecimiento ha significado que a veces se sature y la página se vuelva un poco lenta.

Volvió el micrófono a manos del maestro de ceremonias, que además ofició de pasador de lista y fotógrafo digital, El alemán Enrique, que dice que no sabe de tango, pero no dice que se ha ganado nuestro afecto y cariño por el culto que hace de la amistad y que, por transmitírselo de alguna manera, lo testimoniamos con nuestra dedicatoria en un pergamino. No fue lo único que firmamos, también pusimos la rúbrica en el pedido de juntar firmas para que la estación Malabia, del subte B, pase a llamarse Osvaldo Pugliese.

Y llegó la hora de cantar. Acompañados con la guitarra de Sergio Crotti y sin previo ensayo, se hicieron presentes las voces de el gordo Fernando Crespo cantando “Pasional”, Hernán Salas que se lució con “La última”, el torcan Ernesto Ariel cantó “Ventanita de arrabal” y Silvia Horowitz entonó “Pipistrela”. Jorge Dobalo dejó oír su voz con “Nobleza de arrabal”, con el acompañamiento del fueye de Antonio Pisano, quien también nos deleitó con un solo de bandoneón. Y el broche de la rueda de cantores estuvo a cargo de Mario Pino con “Una rosa y un farol” y con solo dieciséis años Tito Vasallo dijo presente con “Che bandoneón”.

Aunque no había mucho espacio físico, el pequeño lugar entre mesas fue más que suficiente para que Horacio Préstamo y Adela nos demostraron como se debe bailar el tango. Previamente Adela fue elegida para sortear el infaltable recuerdo que nos tiene habituados Osvaldo Serantes. En esta ocasión Osvaldito se despachó con una talla en madera con la leyenda “Yo soy de Todo Tango”, que tuvo como destino al afortunado y fiel concurrente, José Pedro Aresi.

También con asistencia perfecta, el querido motorman del tranvía y organizador de la cena, Coco del Abasto. Como siempre, hace todo tan bien que, casi sin darnos cuenta, eran más de la 1.30 de la madrugada cuando nos empezamos a ir.

Y como dijimos antes, se pasó lista y corresponde recordar a quienes participaron de este evento.

La presencia femenina, además de las ya mencionadas hasta ahora, estuvo muy bien representada por, la poetisa Cristal, Zulema, Graciela y Carmen compañeras de Ernesto Ariel, El Alemán y Hernán Salas respectivamente, el debut de María Victoria, Verónica hermana de Carlos Vega, amigo del foro que reside en Los Ángeles y aprovechó su visita a Buenos Aires para conocernos. También recién llegado de Suiza, aunque ahora para quedarse definitivamente entre nosotros dijo presente Rodolfo Bergé.

No podía faltar el coleccionista Oscar Scocola, más conocido como el cofrade Eduardo Arolas, los milongueros Orlando Castillo y su esposa Susana, Leo Van Nispen, Ricardo Chiche Val, el gardeliano Ángel Yonadi y su amigo el poeta lunfa Eduardo Weidmann, Maximiliano Palombo, Darío Murano, José el esposo de Silvia, los hermanos Cacho y Ernesto Scigliotti, Lito Gol, Palazzolo, Aldo Pedranti, Rosita y Roberto, Jorge el hijo del querido Adolfo Sozzi y Roberto Testolín.

El champagne acompañó el brindis final y los deseos de felicidad. Nos fuimos retirando de la misma manera como llegamos, entre besos y abrazos, con la inmensa satisfacción de haber pasado una noche inolvidable y con la esperanza de reencontrarnos nuevamente en la próxima cena.

Será en 2005, siempre con amigos, tangos y el cuadro que reza:
¡No sabés las ganas que tengo de verte!