Por
Daniel Beller

El tiempo viejo, un aperitivo estimulante

os primeros veinte años del siglo pasado, reflejados en las publicaciones de la época, muestran el cambio vertiginoso en la sociedad porteña.

Básicamente, nosotros, los humanos que habitamos esta ciudad boquiabierta, poco o nada hemos cambiado en estos últimos cien años. Aunque la Reina del Plata ha crecido a pasos agigantados, viejos números de publicaciones como “Caras y Caretas”, “PBT” o “Fray Mocho”, demuestran que nosotros, los porteños, conservamos la pasiones, el interés y los amores, en general, por las mismas cosas.//896//

Corría el año 1903. Para divertir el oído, nada mejor que una nueva maravilla: la máquina parlante. Los gramófonos “Monarch” prometían “el teatro en casa”. La firma Enrique Lepage & Cia., situada en la calle Bolivar 375, ofrecía gramófonos a disco. El repertorio era en su mayoría clásico y los discos, como las máquinas, importados.

Enrico Caruso era el rey //897// del gramófono. Su voz se llevó bien con aquellos arcaicos registros de marca “Gramophone” de una sola faz. Había también registros de Bandas Españolas, militares y aquellos del rey del género, John Phillip Sousa, importados de los Estados Unidos y registrados, por ejemplo, por la Banda Columbia.

La medicina era distinta. Los fármacos y la metodología serían cuestionables hoy en día, pero por esos tiempos viejos, para el dolor de estómago se recetaba la “Pepto-cocaina Gibson”, producto exclusivo de la farmacia y droguería de Diego Gibson. Para todo tipo de dolores se recetaba el “Extracto de Pond”, a base vegetal.

Pero al contrario de hoy, había milagros: Timoteo Luján estaba paralizado durante tres años, cuando al ponerse la faja del doctor Sanden, quedó como nuevo. Si los potajes y ungüentos milagrosos no hacían efecto, por //898// la suma de 150 pesos (de los de antes) la Cochería Artayeta de Bartolome Mitre 1150 ofrecía un servicio fúnebre a cuatro caballos, con cochero, cajón imitación ébano con plomo y manijas de bronce y otras menudencias, más avisos en “El Diario” y “El País”.

En 1911, estaban de moda las fajas eléctricas “Vigor Nro.10” del Doctor Umbach. Había también parches eléctricos y ungüentos que prometían una cabellera de Sansón a quienes sufrían de calvicie prematura. Que dirían los fisiculturistas de hoy, que se someten a tratamientos de láser para eliminar el vello, al ver los remedios de ese entonces, que prometían “bigotes a los quince años”.

Y no sólo los remedios eran milagrosos: el fluido “Manchester” terminaba con los bichos, el gas de etileno iluminaba las calles, el Fernet-Branca mejoraba la digestión y las tabletas Bayer de Aspirina, los dolores de cabeza. Y contra los roedores: Ratox.

Los primeros quince años del siglo //899// pasado, vistos a través de los lentes de aquellas revistas —hoy verdaderas reliquias—, en la música y los avisos de la época, reflejan el paso de un Buenos Aires colonial, con sus gustos europeos, a una sociedad porteña, que va forjando su música e identidad cultural.

Los fonógrafos cambiarían la música lírica y las marchas por otros sonidos, identificados con la ciudad y su gente. Los años ‘10 y ‘20, vistos con el lente musical, son interesantísimos: de las Bandas, a la Típica Select; de los tenores, a “Mi noche triste”; de la Banda de la Policía de Buenos Aires con “Echale Bufach al catre” a “Marrón glace”, de Arolas.
//900//
La cantidad de material gráfico y sonoro de esos años es enorme y queda todavía muchísimo por investigar y restaurar. Esto amigos, es el tiempo viejo, un aperitivo, que estimula y sienta bien.