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Tango
Tres esperanzas
Tango
Un baile a beneficio (La podrida)
Milonga
Yo no sé por qué te quiero
Tango
CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Alba Solís
Alberto Marino
Alberto Mastra
Aníbal Troilo
Argentino Galván
Carlos Gardel
Francisco Canaro
Héctor Artola
Héctor Stamponi
Jaime Vila
Jorge Caldara
Jorge Vidal
José Canet
Oscar Alonso
Osvaldo Pugliese
Osvaldo Ruggiero
Roberto Grela
Por
Néstor Pinsón
Vidal - Un debut accidentado
n el lenguaje cotidiano que utilizan los hombres es posible que se vayan marcando algunas de sus facetas. Aquel día de 1992 que me encontré con El Negro
Jorge Vidal
en su oficina, lo primero que me dijo fue: «Esperá un momento que paso al
viorsi
(baño). Y con esta sola palabra que ya pasó de moda, aún en el viejo lunfardo, el tipo se fue pintando. Cuando regresó me tomó del hombro: “Si hermano, ¿decime?”. Y se sentó para complacer todas mis preguntas.
«Desde joven tuve clara mi posición ante la vida, en lo social y en lo político, y tuve mucha suerte, Dios siempre estuvo a mi lado. Hubo muchas amarguras, propio de los humanos, pero las fui relegando a un rincón». Y terminó su introito con esta frase dura, sin concesiones, fácil de expresar, pero no tanto de concretar: «El hombre debe tener siempre la inquietud de seguir adelante y de luchar. Cuando pierde la capacidad de asombro, cuando no hay nada que le llame la atención, cuando ya no tiene inquietudes que le permitan seguir viviendo con entusiasmo y no tiene fuerzas para mejorar, mirá, es mejor que se mate.
«Nací en el barrio de Caballito en la calle Méndez de Andés al 700, mi viejo mendocino y mi mamá de San Luis. Fui el cuarto hijo y único varón después de tres hermanas. Él murió cuando yo tenía dos años, en la calle, justo frente al edificio del Congreso, un infarto. Plena crisis del ‘30, estaba por caer Yrigoyen, la miseria era espantosa. Durante muchos días la base de la alimentación de la familia era pan con grasa y unas latas marca La Negra. Faltaba trabajo y para las mujeres peor. En la desesperación mi vieja se fue una mañana a la casa de gobierno y esperó la salida del Presidente, cuando subió al auto y éste arrancó, atravesó la custodia policial y se tiró contra el coche que la golpeó y la tiró al suelo. Don Hipólito bajó de inmediato y pudo contar sus razones. El presidente dio unas órdenes y entonces le dieron el trabajo de mi papá en el correo. El cargo lo ocupó mas de veinte años hasta su muerte en 1954. Con el tiempo y la experiencia pude comprender que Yrigoyen fue un tipo macanudo, muy sano y humilde, pero también que fue una excepción. Fue el único radical decente que debe haber existido. Si no hubiera aparecido el peronismo me hubiera hecho conservador o comunista.
«Pude hacer la escuela primaria en mi barrio, Canalejas y Cucha Cucha y el secundario íntegro en el colegio Bernardino Rivadavia. Mas tarde ingresé en la Escuela Naval de Río Santiago, era 1943. Cuando cursaba el cuarto año en el 46 y era en la promoción el número once, hubo un conato de revolución, aquel de Vernengo Lima, estaba a punto de ser guardiamarina y rendía examen para ser aviador naval. Echaron a setenta alumnos y yo entre ellos.
«Fui bueno en deportes, fútbol en San Lorenzo, en las inferiores y pelota a paleta en Huracán, el deporte en el que me destacaba. Hasta salió mi foto en El Gráfico.
«El canto fue algo natural desde chico, aprendía escuchando la radio. Mamá me envió a estudiar solfeo y guitarra y también canto con el maestro Deferrari. Un aprendizaje breve que después me fue de gran utilidad.
«Ya antes de ingresar a la Escuela Naval andaba tirando la manga por algunos cafés, por todos lados donde no nos echaran, un compañero del colegio era el caradura que pasaba la gorra después de mis actuaciones, me había conseguido una guitarrita y llamaba la atención que un pibe tuviera semejante vozarrón. Era para juntar unas monedas. Por entonces grabé por mi cuenta un disco, un acetato en el sello Grafoson, salió bien, prolijito, pero lo perdí. Había hecho buena amistad con el guitarrista
Jaime Vila
y allí comienza mi carrera. Empezamos a ensayar, se habían agregado otros tres muchachos: Huerta, Fontana y Moreno y salen algunos trabajitos sencillos. Fue cuando nos enteramos que en el café La Paz de Barrancas de Belgrano, casi frente a la estación de trenes, los días lunes, presentaban nuevos valores, los demás días iba una orquesta de señoritas. Nos aceptaron para el lunes de la inauguración.
«Los muchachos hicieron con papel blanco, conseguidos en una panadería, unos afiches a mano, rústicos, que pegaron por los alrededores. Cuando llegó el momento de encaminarnos para el lugar se largó a llover, pero la bronca se aplacó cuando a la distancia vimos la cantidad de gente que entraba al local. No sólo yo debutaba sino también el nuevo patrón que se ubicó en una mesa larga con su esposa, hijos y amigos. La primera entrada fue de una media hora muy bien recibida.
«Cuando me aprestaba para la segunda entrada se metió en el café un muchacho joven —luego supe que el apellido era Zalazar—, con un paquetito bajo el brazo, estaba medio borracho y comenzó a cantar entre las mesas. El patrón y otros más, de buen modo, trataron de disuadirlo, salió finalmente. Pero enseguida vuelta a meterse y a cantar. Cuando el patrón se le acercó sacó del paquete un cuchillo bien largo y le tiró un puntazo con la desgracia de darle justo en el corazón, también hirió feo a un mozo. Vino la policía, hubo un revuelo terrible y yo salí corriendo con el smoking prestado con un jabón terrible, cuando me paré ya estaba por Cabildo. El pobre patrón debutante falleció.
«Pasó un tiempo y un buen amigo me presentó al dueño del café Argentino, el de Chacarita, Corrientes al 6800. Hubo cierta resistencia porque se había corrido la bola que el problema que te conté ocurrió porque yo tenía mal ambiente. No era así. Mis actuaciones atraían gente, cantaba sin micrófono y se hizo costumbre ver repleto el local, era comienzos de 1949.
«Por casualidad, Dios o por lo que vos quieras, resultó que en la misma vereda, unos treinta metros mas atrás, paraba el ómnibus de
Osvaldo Pugliese
para esperar a los muchachos de su orquesta. Claro, al maestro le llamó la atención lo que pasaba en El Argentino, con tanta gente en la vereda. Para averiguar, los mandó a
Jorge Caldara
y a
Osvaldo Ruggiero
. Que después le contaron.
«Algunas noches yo no tenía donde apoliyar, entonces cuando se iba el público, mientras limpiaban y ordenaban para la noche siguiente, con el saco doblado prolijito por almohada, subido a la mesa de billar, me dormía unas tres horitas. Una madrugada me golpean despacito un hombro y, cuando abro los ojos un tipo me dice: «Yo soy
Osvaldo Pugliese
». Sí maestro, lo conozco, ya había saltado al piso y me acomodaba el pelo, el saco... «¿Quiere cantar conmigo?» No joda maestro, le respondí. «No, venga mañana al Cine Atlántico que le tengo preparadas unas orquestaciones». Mira vos que tipo humilde, un personaje como él con semejante actitud.
«Cuando llegué a la cita no fue para una prueba, ya estaba en la orquesta, Balcarce me pidió el tono y empezó el ensayo. Eran “
Isla de Flores
”, “
Titiriteros
”, “
Puente Alsina
”. Con este tango debuté en el disco, en agosto del 49. Posiblemente, el último en el que Pugliese metió mano en el arreglo. Después siguieron ocho temas, hasta noviembre de 1950: “
Barra querida
” y “
Un baile a beneficio (La podrida)
”, entre otros.
«Con Pugliese aprendí, entre tantas cosas, a respetar el ritmo. Tuve mucho éxito a su lado, pero yo no tenía pasta de empleado, de ser un instrumento más de la orquesta, como lo habían sido Chanel y Morán, tiraba para independiente acompañado por guitarras. La calidad humana de Pugliese comprendió las causas que le expuse cuando decidí alejarme, me dijo que las puertas quedaban abiertas, me abrazó y me dio un beso.
«Y me largué sólo, armé el conjunto de guitarras con
Jaime Vila
a la cabeza y el primer trabajo fue en La Armonía, todos los días. En cuanto a las grabaciones comenzaron enseguida para el sello Pampa y luego Odeon, fue en junio de 1951 y ya no paré, hice radio, todos los clubes y locales. Después de la caída de Perón, en 1955, fui prohibido en la radio por varios años. Mis compañeros guitarristas también fueron los hermanos Remersaro,
Roberto Grela
,
José Canet
. En el sello Pampa, en 1951, grabé seis temas acompañado por la orquesta de
Argentino Galván
y, más adelante, con las orquestas de
Héctor Artola
y de
Héctor Stamponi
.
«El tango aún pegaba fuerte y yo estaba en una buena etapa de mi carrera, además tenía mi pinta y todo ayudaba. Así surge la posibilidad del cine. Me proponen una película
El tango en París
, quizás el productor pensó en las películas de Gardel, no sé, fue una buena experiencia junto a Enrique Serrano, Julia Sandoval, Olinda Bozán y otros actores, que daban apoyo al personaje principal que yo interpretaba, con un argumento sencillo y transitado. La dirigió Arturo Mom y se estrenó en el cine Suipacha, el 9 de agosto de 1956. Luego me propusieron un sainete que había resultado ganador de un concurso, su título
Juan Tango
, acepté y con actores noveles se estrenó en el Cine Boedo.
«Una noche durante el entreacto me dicen que en la platea estaba Canaro y de pronto ¡pum! se abre la puerta y aparece. Y así de golpe, como Pugliese en su momento, me dice que está preparando su nueva revista Tangolandia y me propone como primera figura junto a
Alba Solís
. Me citó para el día siguiente en sus oficinas de COMAR. «¿Sabe algún tango mío?» —me largó de golpe—. «Todos» —me hice el bravucón—. «Cante “
Yo no sé por qué te quiero
”», se lo canté sin dudar. «Ahora “Cuando el amor”», se lo canté y un par más también. Le vi el gesto de contento.
«En 1960 la fui de empresario en el Astral, a medias con el empresario Gallo. Sólo para la temporada de verano. Se trataba del sainete de Vaccarezza:
Juancito de la Ribera
, con Nelly Panizza, Augusto Codecá, Juan Carlos Palma , las guitarras de Canet, bailarines, 40 personas en escena y además, un lujo, Luis Sandrini a cargo de la puesta en escena. Recuerdo una frase suya, un consejo: «Cuando uno habla, tiene más valor el silencio de la pausa que el sonido de la palabra». Y eso lo apliqué al canto y reconocí el resultado.
«Actué en Norteamérica en el Carnegie Hall, en Centroamérica y en muchas giras. Luego, en importantes programas de la televisión. Estuve en SADAIC, fui creador de La Casa del Cantor, un tipo de mutual para tantos muchachos que están en la vía; tengo alumnos, grabo, voy viviendo, estoy contento.
«
Francisco Canaro
, fue un gran tipo. Me tomó tanto aprecio que fui el único cantor que en una de sus obras hizo un tema que no era suyo: “
La fulana
”, de
Alberto Mastra
. El que haya dicho que era miserable miente descaradamente, por envidia. Cuidaba a la gente de su elenco para que no le faltara nada, tenía dinero y lo arriesgaba con cada obra, con grandes orquestas y grandes elencos. Gané buena plata con él.
«Los temas que más satisfacción me brindaron fueron: “
Tres esperanzas
”, “
Confidencias
” y las milongas festivas. El cantor más grande, fuera de discusión, fue
Carlos Gardel
. Luego,
Oscar Alonso
y
Alberto Marino
, el gran amigo que me dio el tango. Orquesta, la de
Aníbal Troilo
. Que quería a sus cantores y ponía al servicio de ellos toda la orquesta, pasando desapercibido para que ellos se lucieran.»
Ya por su cuenta, de puro gusto, y con sus condiciones vocales mermadas, siguió grabando, hasta bien entrada la década del noventa. Así podemos estimar en cerca de 250, los registros que nos ha legado.
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