ingún otro tango azarzuelado, de los del período inicial del género, perduró en los repertorios con la misma fuerza de “La Morocha”, de Saborido y Villoldo. Su incomparable trayectoria abarca todas las generaciones de intérpretes femeninas del tango. Concretamente, une dos extremos: Flora Hortensia Rodríguez de Gobbi y Susana Rinaldi.//1372//
Sobre las circunstancias de su estreno, el propio Enrique Saborido proveyó diferentes versiones, aunque no irreconciliables.
Raúl Lafuente se basa en una entrevista publicada en el diario Crítica, el 1 de noviembre de 1925, para afirmar que “La Morocha”, dedicado a los socios del Club de Pelota, de Piedras al 400, fue estrenado en el local Tarana, anteriormente llamado Hansen, donde «por esa época Saborido estaba al frente de un trío con él en el piano, Genaro Vázquez en violín y Benito Masset en flauta».
En la misma edición de Cuadernos de Difusión del Tango que incluye el trabajo de Lafuente el coleccionista Eduardo Visconti reproduce, de su archivo personal, un reportaje publicado en Caras y Caretas el 1 de septiembre de 1928, en el que Saborido afirma que “La Morocha” fue estrenado por Lola Candales. Claro que ése pudo ser un informal preestreno, presumiblemente en el Bar Reconquista, previo a la interpretación a cargo del trío que menciona Crítica. La entrevista de Caras y Caretas, que aquí transcribimos, detalla además la historia del nacimiento:
«—¿El tango fue inspirado, quizás, por una linda criollita de entonces?
Saborido piensa. Parece que en su mente revivieran escenas de aquel tiempo inolvidable.
-En ese tiempo existía aún el Bar Reconquista del popular Ronchetti. Yo solía ir allí con frecuencia y también hacía lo propio una linda bailarina uruguaya llamada Lola Candales...
-¿Ella fue la musa?
-Le diré. Una noche la reunión estaba sumamente animada, figurando en ella los muchachos Victorica, Argerich, el diputado Félix
Rivas y otros. Como notaran que yo estaba muy entusiasmado con Lola, que era una morocha exquisita, me tocaron el amor propio asegurando que yo no podía escribir un tango que ella pudiera cantar con éxito. Siguió la jarana y, ya de madrugada, nos retiramos todos. Me acosté y estaba por dormirme cuando me acordé del desafío.
-¿Y allí mismo escribió su tango?
-Inmediatamente. Eran las cinco, y yo me senté al piano. A las seis y media había compuesto la pieza. Una hora después estaba en casa de mi amigo Ángel Villoldo pidiéndole que escribiera la letra. A las diez de la mañana, letra y música estaban de acuerdo y, al mediodía ambos visitábamos a Lola.
-¿Para ejecutarle el nuevo tango?
-Así fue. Lo aprendió de memoria, lo ensayó y esa noche, en presencia de toda aquella barra memorable, ella misma lo cantó por primera vez.
-¡Todo un triunfo!
-Absoluto. Fue repetido ocho veces, entre los aplausos de la concurrencia, y el diputado Rivas envió a Lola 200 pesos como premio por su éxito.
-¿Y después?
-Se lo llevé a don Luis Rivarola, que era el principal editor de música. El lo hizo imprimir y, un mes después, todo Buenos Aires lo cantaba, como creo jamás fue cantado tango alguno. Fue un triunfo inesperado, y pocas veces me sentí tan feliz como entonces".
Señalemos que Héctor y Luis Bates, a partir de una entrevista de 1935 con Saborido, reseñada en su Historia del Tango, sitúan el nacimiento de La Morocha, en la navidad de 1905.
En torno a las condiciones de edición del tango, las versiones son contradictorias. De nuevo Lafuente, basándose en Crítica, afirma: “Inmediatamente de componerlo, lo llevó a la editorial Rivarola y cedió sus derechos de autor al editor. Este le retribuyó regalándole un piano y además se hizo cargo de un viaje que hizo nuestro hombre a Montevideo”. Pero los Bates, por su parte, denuncian: “Editado por Rivarola, se vendieron 280.000 ejemplares a $ 0.70 cada uno. Sin embargo, a Saborido “La Morocha” no le produjo ni un solo centavo. ¡Absurdo, inconcebible pero exacto! A la casa Odeón se presentó un individuo atribuyéndose derechos que nadie le había dado, manifestando que, muerto Saborido (?), él era el único autorizado para disponer del tango. Grabado primeramente por la señora de Gobbi, y después de aquella "autorización" por casi todas las orquestas e intérpretes, cobró todos los derechos el supuesto albacea. Al autor le quedó la gloria.»
Lo cierto es que, en cualquier caso, Saborido estuvo muy lejos de obtener con "La Morocha" un beneficio proporcional al descomunal nivel de difusión del tango.
Villoldo murió en 1919. Saborido, en 1941. En distintos momentos, los dos llegaron a viajar a Europa y obtener, al menos, la satisfacción de ver su tango divulgado internacionalmente. Porque "La Morocha" está considerada la primera partitura de tango de exportación, la primera que cruzó el Atlántico, pocos meses después de su edición original, alrededor de 1906. »La fragata Sarmiento realizaba su segundo viaje a Europa -dicen los Bates-, y se llevó 1000 ejemplares del tango, dejándolos en todos los puertos de su ruta.»
Además de la original y consagrada, Villoldo produjo otras letras sobre la música de "La Morocha", que tuvieron grabaciones suyas o de su compadre Alfredo Gobbi (padre). Para empezar, existe una ligera adaptación para intérprete masculino, de la que los dos intérpretes dejaron versiones. Esta letra reemplaza "Yo soy la morocha" por "Tengo una morocha" y, sistemáticamente, la primera persona por la tercera persona, sin otras modificaciones esenciales.
Pero, también, Villoldo empleó la música de ese tango para escribir y grabar "La suba de alquileres", jocoso ruego del locatario al dueño del inquilinato, que es una encendida protesta contra los aumentos. Por su parte, Gobbi cantó y llevó al disco "Los mamertos", con la misma música, que es el remoto antecedente de "De puro curda" y de los muchos tangos de esa línea temática.
Volviendo a la letra original, en trabajos de Eduardo Romano y de Ricardo Ostuni, hay referencias a una posible fuente de inspiración. Estos autores señalan que a principios de 1905, es decir, antes del nacimiento de este tango, la revista Caras y Caretas publicó un poema titulado La morocha, de Francisco Aníbal Riu, que dice: "Yo soy la gracia argentina/con mi garbo de morocha/la que un poema derrocha/de flores cuando camina...". Las coincidencias son más que sugestivas.
Entre las cantantes que grabaron "La Morocha", además de las mencionadas, destaquemos a la olvidada pionera Linda Thelma y a la legendaria Lola Membrives. Ada Falcón lo grabó en dos ocasiones con la orquesta de Francisco Canaro: como vocalista y como solista. También lo registraron, en distintas épocas, Mercedes Simone, Libertad Lamarque, Virginia Luque y Lolita Torres. En versiones instrumentales, lo grabaron las orquestas de Juan D' Arienzo y de Carlos Di Sarli.
El propio Saborido intentó, sin demasiada suerte, reeditar el éxito de "La Morocha", con un nuevo tango titulado "La hija de la Morocha".
No es el único tango vinculado al que nos ocupa. Alrededor de 1906 fue editada una pieza que lleva los siguientes títulos: "Yo soy la Rubia", Tanguito criollo. Retruque de "La Morocha". Quizás la principal curiosidad es que letra y música fueron escritas por una mujer, con título nobiliario: la baronesa Eloísa D'Herbil de Silva. Ricardo Ostuni reconstruyó, a través de diversas fuentes, la historia de esta singular figura. Era hija del barón francés Joseph D'Herbil y la duquesa de Portugal Raquel Angel de Cadia y nació en Cuba, en 1852, vivió en la Argentina desde la infancia y fue pianista y compositora. Sus versos, inspirados en los de "La Morocha", introducen la variante de la picardía: "Yo soy la rubia gentil/la de los cabellos oro/la que conserva un tesoro/en su lánguido mirar./Yo soy la rubia ideal/la que soñando la vida/a sus placeres convida/con su risa angelical./Tengo la gracia de la porteña/tengo de la francesa todo su chic/de la española tengo el salero/y de la rubia inglesa su dulce flirt./Soy cariñosa, soy hacendosa/y sé hacer unas cosas!/que sí que no./Cantar, bailar, coser, bordar y un mate amargo también cebar...